Cuando la religión tenía dioses distantes, indiferentes al
dolor humano, entonces era el momento de
gran la Tragedia. Luego aparece la religión con consuelos y esperanzas
de ultratumba, capaces de convertir el mal en un bien, con un “Dios lo quiere
así, Dios hace sufrir a los que ama”. También el arte de acuerdo con la
religión, busca entonces formas de anestesia similares, asegura Nietzsche. Es
el momento del Drama. Pero cuando las instituciones y la política en general
pretenden alcanzar los mismos efectos de la religión y el arte, entonces es la
época plena de la comedia. En ese momento la tragedia se vuelve pedagogía
explícita, caso de Brecht, lo cual no deja de ser una comedia donde se congela
la risa en el frío humor. Y la comedia se vuelve "tam-tam" que anuncia épocas despiadadas. La
truculencia ha entrado en el arte y el dolor se ha largado por el foro. Queda
la impasibilidad… Pero entonces, sin Dios y sin arte… Sí, claro, a expensas de
los consuelos de la política, que Dios nos coja confesados… Con una comedia sin
gracia, con un humor inmediato, con una calle que quiere escenario, con los
problemas reales convertidos en fuente de chismorreo… Sin Dios y sin arte, que
Dios nos coja confesados.