miércoles, 19 de octubre de 2011

La muerte falaguera


Quins tan segurs    consells vas encercant,
cor malastruch,   enfastijat de viure
amich de plor    e desamich de riure
com soferràs   los mals qui.t són davant?
Acuyta’t, donchs,    a la mort qui.t espera,
e per tos mals    te allongues los jorns;
aytant és lluny     ton delitós sojorns
com vols fugir    a la mort falaguera.


Corazón desgraciado, cansado de vivir,
¿qué seguridades andas buscando?
Amigo del llanto y enemigo de la risa
¿cómo soportarás los males que están ante ti?
Anda deprisa, pues, que la muerte te espera
y para tu mal  alargas los días;
Tu descanso placentero se halla tanto más lejos
cuanto más tratas de huir de la muerte que te solicita.

De Ausias March y su peripecia vital no quiero recordar, ni sus campañas italianas ni su poder como señor de horca y cuchillo ejercido con crueldad probada, ni su amistad con el príncipe de Viana,  ni sus pleitos dilatados hasta el final de sus días, sólo me quedaré con un hecho de su vida que  me ha conmovido. Construyó un trapiche… un molino de azúcar. El guerrero y poeta de agitada vida como doncel primero y como mosén después (caballero de una orden militar) tenía un molino de azúcar… en su lugar de Berniarjó.
Cañamiel muele el molino;

veneros de rubia miel.

Que el amor lo hiriera en día de Viernes Santo puede que sea simbólico y tópico. Que el poeta valenciano se sienta permeado por Petrarca no parece dudoso. Que sus versos trabajen el catalán con esa perfección que lo hace clásico, es una suerte para todos.
Aquí sólo quiero apuntar en mi cuaderno, digo, blog, unos versos que han vuelto a emocionarme como me emocionaron cuando los escuché en una canción de Raimon allá por los años 60. Mi traducción no es muy literal (Rafael Ferreres ya lo hizo y nos lo puso al alcance a los castellanohablantes) pero busca dejar clara la melancolía que rezuman. La muerte y el abandono a la muerte no me parecen invitación pesimista sino dulce estoicismo.
 Resuena Ausias March en Quevedo pero en Quevedo el humor del poeta tiñe la idea de negro pesimismo:
¿Qué pretende el temor desacordado
de la que a rescatar, piadosa, viene
espíritu en miserias anudado?
Llegue rogada pues mi bien previene;
Hálleme agradecido, no asustado;
Mi vida acabe, y mi vivir ordene.

Sólo un sintagma precioso en el último verso de esa estrofa de A.March justifica todo un libro: la mort falaguera. No había entendido bien lo que significaba hasta que en Asturias, mi gato más inteligente y tierno fue a rozarse con el mahón de la pernera de un jardinero que me arreglaba los setos. Al ver que no volvía mi gato, le pregunté:
-Avelino, ¿ha visto usted al Evito? 
-Sí, ¡ho! Haz dos minutines que vino a falagarse aquí conmigo.

Rozarse para satisfacer su necesidad de dar y recibir un poco de cariño.  Ya sé que algún catalán purista me matizará, pero yo creo y adoro el verbo limpio de A. March y sé que él comprende lo que quiero decir y que ambos coincidimos en que la muerte viene a falagarse y ye falaguera tal como dice el jardinero. Petrarca la vio bella en el rostro de Laura y March la encuentra casi enamorada solicitando lo mejor que podíase pedir, y aquello por lo que la muerte es un bien: el descanso. Y sé que Ausias March vio a mi gato falagarse y su solicitud y ternura se hizo bella metáfora de la llegada de la dama de negro. También el griego la vio así, porque Sócrates le llama thánato meléte: muerte dulce... de miel. Meléte es el placer del canto acompañado de cítara o la suavidad de la pluma del cisne. Cierro esta entrada o yo mismo me volveré poeta.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Mejor con Franco

No me gusta hablar de política ni de religión. Se acaba, como decía mi amigo Paco Flores, con la cabeza caliente y los pies fríos. Donde abundan las tripas, la razón escapa por la puerta de atrás. Pero el otro día escuchaba a un tertuliano de esos de relleno, supuestamente de izquierdas, en una tertulia supuestamente de derechas, para que defiendan con malos argumentos una causa más o menos razonable de la “izquierda”: el tío aseguraba que bien podría, suspenderse el desfile nacional para ahorrar. Tatachín, tatachán. Parecía el argumento malo de un fascista para denigrar al rampante y ramplon nacionalismo vasco/catalán. Y caí en la trampa.
 “Me se escapó un exabrupto”. Mi militarismo se reduce a haber hecho las milicias universitarias allá en la Granja, donde recibí por parte de los “malvados militares franquistas” un trato razonablemente correcto y educado. Ji, ji. En los documentos oficiales nos llamaban “caballeros aspirantes” a alféreces de complemento. Y lo éramos y hasta teníamos algo de lo que se llamaba “espíritu militar”. Digo esto sin rubor y ji, ji, con una sonrisa.
Un cierto buen sentido, que no es de izquierdas ni de derechas me llevaba rechazar las paradas militares, apoyado más bien en la incomodidad que suponía para tanto soldado la preparación y el desfile. Mira que andábamos mal de dinero que ni siquiera podíamos pagar nada con pesetas cuando salíamos al extranjero. Pero no se me ocurría pensar que hubiera que ahorrar pesetas, sino dolor y esfuerzo inútil, porque ya no me parecía época de medallas, tararíes y tatachines.
Ahora, estos tíos que no renuncian al Aberri Aguna o a la Diada, reclaman que la “invasora” España ahorre dinero en desfiles. ¿Dinero para qué?
Estos tíos no pueden resistir que se hable de España. En Barcelona los nacionalistas procuran no nombrarla y que no se hable español. Yo no he sido nunca españolista ni patriotero. Pero estas cosas indignan al santo Job.  Si esta gente va a descuartizar a España, prefiero a Franco. Con Franco, ya nos las entenderíamos nosotros o nuestros hijos o quien fuere. Pero estos tíos son inaguantables. Estoy seguro de que terminarían por dar la razón a Franco. Y mientras, venga pedir dinero y más dinero… haciendo como que nos lo dan ellos, que nos sostienen ellos. ¡Por san Francisco Franco!

domingo, 2 de octubre de 2011

El botellón

Cuando volvía a casa por el camino de la avenida universitaria –era viernes- vi, no sin pena, a un muchacho que llegaba tarde. ¿A dónde? Llevaba una bolsa de supermercado con su bebida y su alcohol. Iba solo con su bolsa. Era ese pájaro solitario que se ha retrasado en la partida de la bandada migratoria y quería incorporarse a ella, porque volar sólo es demasiado riesgo… porque si fallan las alas, uno cae irremediablemente al mar (es un decir freudiano). ¡Deprisa, muchacho, deprisa! ¡Ingresa cuanto antes en la manada! ¿Trajiste tu móvil?  Muévete. Es la hora de descargar la soledad, el miedo, la ira o el fracaso en la comunidad. La hora de sentirte rodeado y protegido por otras soledades. ¡Muévete!
Ahora, cuando entres en los bordes del grupo, ya puedes respirar tranquilo. Contemplar a los demás es la pasión del espejo que tantas veces experimentas en casa. Mirar a los demás y ser mirado es la forma de sentirte vivo. ¡Adoración! 
Sólo faltaría un Führer, un Caudillo, un Kaiser, un César… No. Ya no son necesarios. No hay cuentas que ajustar, no hay batalla que ganar, ni honor que lavar con sangre. Horacio lo había dicho: Es dulce y honroso morir por la patria. Pero en la cara de todos los amigos que ya están reunidos resuena otra frase más práctica: Es dulce y honroso morir por la patria, pero es más dulce vivir por ella y más dulce aún beber por ella.  ¿Otro poco de vodka?
El estado en que quedará el campus universitario será parecido al de un campo después de la batalla, pero sin cadáveres: sólo basura. Te lo digo amigo solitario que llegas tarde, sin ánimo de ofenderte. La cultura de masas te ha puesto en su diana. Ya no habrá rebelión: como máximo, indignación ciega. Ya casi no necesitas libros-fusiles, te bastan unos apuntes degenerados, un poco de alcohol y un refresco americano.  ¿Americano? Sí hombre. Antes de ir a esta reunión ya te habías reunido… ya habías contactado con la manada. Te reúnes por que ya te has reunido en un mundo americanizado. ¿No llevas pantalones de Cowboy y el rótulo de tu chándal dice University of Illinois? ¿No te llevan tus zapatillas de diseño americano con frecuencia a Mac Donalds o al Burger de la esquina? Entra amigo en el grupo. El grupo se mueve pero es como se mueve el rebaño; por patrones que ninguna oveja controla sino el perro del pastor. El pastor se llama "Cultura de Masas" y el perro del pastor se llama Gobierno.
¿Pero la Universidad no es el centro vigilante de la cultura, de la “formation de cadres”, de la creación de élites rectoras para el mundo de la investigación y la política? Si hijo, sí. Eso era, pero ahora es también la sede del botellón. Y el rector de la Universidad ha de ser tolerante y comprensivo con la cultura de masas. Tiene que colaborar con ella o, por lo menos, no debe oponerse, porque de todas formas, ha de considerarse vencido.
Ya has recibido las primeras sonrisas, ahora, amigo, busca tu grupo; únete a tus colegas, míralos porque en su mirada encontrarás el alivio de la soledad; porque, en ella, verás que te reconocen como suyo,  a cambio de que los reconozcas como tuyos; vive y bebe; beber es vivir en la comunidad. Y brinda una y otra y mil veces por la patria que era el solar de la inteligencia y la cultura, el camino de la diferencia, el campus. Levanta tu copa por la tolerancia. No necesitas gran cosa para un título. Tu título será igual a cualquier otro título. En las películas, un botellazo en la cabeza nunca suele matar a nadie, contra toda razón porque, bien dado, hunde el hueso del cráneo y te hace cliente de Serfunle. Aquí, en el campus, has recibido el botellazo justo en mitad del alma. Y la Universidad se ha vuelto cómplice. Ahora, sonríe acá, allá, y acullá. Es la forma de la descarga y la masa será mansedumbre. El reino del limbo dentro de ti, lo tienes. No, no. Aún no le han cambiado el nombre: intentaban ponerle el nombre de Limbo de los Gilipollas, pero parece que todavía no es prudente el cambio.