viernes, 14 de enero de 2011

CINISMO EN LOS MEDIA


La necesidad ancestral de información para sobrevivir en un mundo hostil, se ha transformado en la necesidad idiota de entretenerse con información banal que los media nos sirven como lo más relevante de lo que acontece en el mundo. Ayer mi cuñada me informó de una de esas noticias: por lo visto una mujer a la que llaman Campanario había estafado a la hacienda pública. La gracia residía en que esa señora, cuyos otros méritos desconozco, está embarazada y es la esposa de un tal Jesusín, torero por más señas. ¿No es fantástico?
 ¿Es bueno estar informado de la marcha del mundo? Bueno… si antes nos ponemos de acuerdo en qué sea “el mundo”. ¿Qué es el mundo? Un amigo periodista me dijo: ¿Pero en qué “mundo” vives, colega? El mundo es lo que nosotros decimos que es. Así que, amigo mío, si quieres conocerlo, tienes que comprar todos los días los principales periódicos e hincharte a ver la tele.
Todos los días me compro cuatro periódicos: El País, El Mundo y ABC y el Diario y me siento a ver la tele a partir de las tres de la tarde como hace cualquier currante ¿Qué veo? Anuncios. Soporto anuncios en tandas de pavor, asombrándome de por qué el país no está ya saturado de descerebrados. Hasta el título del programa se me mete en los anuncios con un anuncio tal que: -El detergente X le ofrece este programa. Por suerte no añade: … y que le den a usted por el saco. Pero ¿es que se puede llamar programas a  lo que es una riada de anuncios para idiotas con un trocito de película de vez en cuando, con un trocito de debate de vez en cuando, con trocito de noticias o de concurso de vez en cuando?
-Remaldito, me dijo mi abuela, a la que no le gustaba la televisión un pelo –metiste el demonio en casa por tu dinero. Pero mi abuela se equivocaba. Lo que he metido en casa es lo que los periodistas llaman “mundo”. Y mi encefalograma ha tomado la forma de la pantalla. Se ha hecho plano. La inteligencia o la sensibilidad que no se enriquece, se adormece y se embrutece. Y el plano de la pantalla es metáfora del encefalograma plano. No necesitamos pensar. Basta, ver. Pero si usted tiene la perversa manía de pensar, los medios le lanzan un desafío: atrévase a pensar con los datos que le damos, nosotros los informados. Eche una ojeada a la televisión. En el programa de Erquicia, se presenta un periodismo de investigación que previene de los peligros de la “química” presente en todos los productos que hacen más llevadera la vida doméstica, pero son peligrosísimos potencialmente. Entonces el programa se interrumpe y viene una larga serie de anuncios donde se canta la excelencia de esos mismos productos. En un lejano país ha ocurrido lo que recibe el nombre idiota de “desastre humanitario”. Ah, no se preocupe. Ya España ha enviado un avión con medicinas y productos de primera necesidad. ¡Duerma tranquilo! ¿Bombardeos en Líbano? Duerma tranquilo, ya hemos enviado a Moratinos y la ONU dará pronto su opinión. Además, nosotros no estamos de acuerdo con esa guerra, ¿verdad? Duerma tranquilo. Y volviendo a casa: fútbol, fútbol, fútbol.
No quiero aburrirle (ya tiene usted bastante con la tele), pero ¿sería usted capaz de hacerse su propia opinión sobre el mundo con la información que recibe de esa cajita o de un periódico cualquiera?
Aquí hay una conferencia contra el sida. Allá se estrelló un avión. El precio del petróleo sigue en escalada. Se casan dos famosos ante la prensa. Otros dos,  disfrutan juntos de la imbecilidad/felicidad que sugieren las revistas llamadas del corazón. Un poquito más allá se casan dos maricones, marido y marida ya, que así se hacen famosos, aunque eran políticos desconocidos. Gresca en el ayuntamiento, gresca en el parlamento. Los alcaldes opinan. Los alcaldes roban, la oposición miente, los cayucos llegan, Moratinos viaja, no se sabe para qué, pero viaja. Aquí, la Pantoja está preocupada, allí, el ladrón de Marbella, allá, la carroña de un alto mandatario se entierra con música, acullá un choque de trenes. La Bolsa sube, las compañías se fusionan, la Opa no progresa, el presidente declara, la anciana vicepresidenta dice dos paridas. Una empresa hará inversiones en su ciudad, unos jóvenes asesinan a una mendiga, en una sala expone un pintor, la ley de educación es la mejor ley pensable, la alianza de civilizaciones está en marcha, en Ponferrada han exhumado unos cuantos cadáveres de la guerra, este año fulanito ha conseguido la trucha más gorda, una fábrica ha derramado en el río un producto tóxico, fiestas en Villalquite, elegida una reina de las fiestas de Boñar, un futbolista asegura (como Solana) que, lo que hay que hacer es seguir trabajando, otra víctima de la violencia doméstica con suicidio incluido del violento, unas esquelas, unos anuncios, los programas de la radio y la tele, el horario de misas y Pedro Trapiello, cabreado con razón, hablando para sordos, etc. etc. Cierra usted el periódico y trata de construir con esos datos, una imagen del mundo. ¿Cómo organizará usted esa avalancha informativa para sacar una idea personal de lo ocurrido tal día? No sea ingenuo. No es posible. No hay ningún hilo que permita conectar esos hechos en un sistema de pensamiento y si lo intenta, el asunto es grave, porque, si lo intenta, corre peligro de desarticulación intelectual, de locura, vaya, si es que todavía no está loco.
Pero usted, como no está contento, se para, pone el dedo en la mejilla y piensa con algún pico despistado de su cerebro pintadito de verde en el  encefalograma: -Es un hecho que el tiempo transcurre y que me estoy muriendo. He ahí un pensamiento serio y más seguro que la ley de la entropía: cómo enfrentarse a la propia muerte. No hay problema. Usted lo desechará enseguida… Usted no es un pesimista. Usted es optimista… usted es bobo. ¡Ande, siéntese ante la tele, no se le vaya a despertar la conciencia! Póngase un güisqui con hielo que es como más elegante que el vinazo que bebía su abuelo, o mejor, como está cansado, pídaselo a su esposa que ella ya se ha hinchado de anuncios y telenovela. Aduerma su conciencia. Agote la fuente de su inquietud.

miércoles, 12 de enero de 2011

PASEO POR EL PATIO DE MONIPODIO




Hay una palabra usada de manera idiota que surge constantemente cuando se habla de política. Es la palabra “picaresca”. Mal usada está, porque es adjetivo que sólo califica determinada novela… novela de pícaros. A lo que se suele referir el usuario es a conductas de pícaros más frecuentes de lo que quisiéramos en la vida política. Bah. Esto lo sabe cualquiera.
Querido lector yo quería llamar hoy tu atención sobre esta cuestión aparentemente baladí. La picardía parece permear muchas de las conductas de algunos de nuestros políticos. Y la palabrita “picaresca” nos hace sonreír y hasta decanta nuestra simpatía hacia el pícaro actual metido como una chinche golosa, como una garrapata insaciable en el tejido político e institucional.
¿Por qué en lugar de sonreír no nos indignamos? En el fondo, las conductas del pícaro nos resultan simpáticas, porque la novela las ha mirado siempre con humor. Así se comprende que en España se admire a determinados ladrones y se ponga en ellos una simpatía que revela quizá, admiración y deseo secreto de parecernos a ellos. Dudo mucho de que, en otros países, el Dini, el Vaquilla o el Solitario fueran personas admirables por sus acciones delictivas, pero aquí llegan a ser héroes de película o de las tardes infernales de la telebasura. ¿Farruquito, héroe de las tardes asquerosas de la tele por cometer un crimen? España, como dicen en Andalucía tiene mu mal apaño.
Cuando decimos que España es el país de la “novela picaresca” decimos que España es un país de pícaros, porque la novela no hace otra cosa que reflejar en síntesis la esencia misma de nuestra vida común  e individual. ¡Qué le vamos a hacer!
En lugar de imitar al “Tío la vara” y liarnos a garrotazos con los pícaros que se esconden en nuestras instituciones, callamos, sonreímos y si nos indignamos nunca va nuestra indignación más allá de un discursillo moral profundamente anclado en el cinismo. Porque como pícaros, denostamos al pícaro, de boquilla, pero admiramos y envidiamos su conducta. Un abogado amigo, un buen abogado, indignado con la banca me decía: -Te juro que si supiera que no me detenían y que no tendría consecuencias… mañana mismo, igual que ese “Solitario” atracaba tal banco. En mi amigo había surgido el pícaro que quería  robar a otro pícaro, con la agravante de que él era un defensor de la ley y el otro un ladrón blindado por la ley.  Admiramos al grullo o gurullo cuya poca valía es conocida, pero que se ha metido en la política y allí ha medrado y se ha llevado todo lo que ha podido del ayuntamiento. Admiramos al tontolpijo que ayer andaba  tomando vinos por el Húmedo con otros pícaros y hoy alcanzó un alto puesto en la administración con un sueldazo que te cagas, como dicen los chicos desgarradamente.
¡En el fondo, lo admiramos! En el fondo, hay un juicio intimo que lo exonera y que se reduce a la expresión perversa de “hizo bien”. ¿Roba? ¡Hace bien! ¿Engaña? Hace bien. ¿Intriga, malversa,  calumnia, miente el muy bellaco? Hace bien.
¿Hay castigo para el pícaro? No un castigo que así pueda llamarse. El pícaro es ladrón en tal arte, que nunca su culpa tenga la pena que merece. ¿No anda ya por los platós de Televisión aquel pícaro alcalde que vació las arcas de Marbella? Hizo bien entonces y hace bien ahora, cuando el personal como decía Umbral, lo admira. ¡Lo admira y lo compadece! ¡Es terrible! Lo compadece no por lo que de compadecer tenga, sino porque, por lo visto, su novia le ha dado calabazas. Y el personal añade: ¡El pobre! ¿No te joroba?... ¡Coño con el pobre!
Amigo lector, mu mal apaño. Este país tiene mu mal apaño.
Los impuestos son la sangre del pueblo. ¿No habría que protegerlos de la pícara garrapata? Pues bien, estudien nuestros políticos sanciones disuasorias para la garrapata. Cuando se encuentre a alguien chupando de esa sangre aplíquesele cárcel abundante y sin remisión de pena… Algo totalmente disuasorio como treinta años sin remisión de pena, ni tercer grado ni mandangas. Pero qué digo. Los políticos no propondrían ley semejante porque entre ellos hay pícaros (no es fácil dar números) y no van a permitir leyes duras para “compañeros” de los de “hoy por ti y mañana por mí”. Además, que sisar del dinero público que, como llegó a decir una ministra, deficientita la pobre, no es de nadie, es tarea simpática, donde se prueba la habilidad y el donaire del pícaro. En fin,  es carácter de nuestra democracia que sus gobernantes  malabaraten la sangre del pueblo. Es época de novela picaresca, esa que desenmascara las trapacerías de los pícaros, pero las editoriales edulcoran la situación publicando novelas  pseudohistóricas, o bien de esas de truco y de taller en la red, con su recetita y su buen tono, su poquito de sexo y su sorpresita final. ¿Los periódicos? Uy, lector. De eso habría mucho que hablar. Por el momento andan levantándose las faldas unos a otros, según el poder que defiendan. Estamos condenados a la picardía que no a la picaresca y estamos totalmente indefensos porque por un lado, el picaro, como una chinche, está metido en el tejido del poder y orienta en su beneficio la fuerza del mismo, la ley; y por otro, porque el pícaro forma parte de nuestra cultura y nuestra educación. ¡Qué se le va a hacer! Mu mal apaño. Hasta luego, pícaro lector, que he visto tu pícara sonrisa 

lunes, 10 de enero de 2011

LA VIDA ES MÓVIL. (ATAQUE DE MISANTROPÍA)


Misantropía, no es ninguna miss de concurso, señora, sino un “cierto talante”de aborrecimiento y negativa a parlar con el hombre inmediatamente dado. Ese que está ahí y que pulula… con un móvil colgado de la oreja, la mayor parte del día. Ese que, como decía el anuncio, cree a pie juntillas que la vida es móvil, o mejor, un móvil.
Hay tantos hechos pasmosos en la tecnología, que uno está tentado de creer que, los productos de la misma son el elemento clave de la educación. Me temo sin embargo, que internet y el móvil son artilugios a los que hay que acceder desde una sólida base educativa y no al revés, o en lugar de ser un útil se convertirán en mecanismos de una contagiosa estupidización globalizada, como no puede ser de otra manera, que dicen los políticos.
Tanto el móvil como internet, -frecuentemente ya, dos en uno- han despertado un curioso fenómeno que podríamos denominar “la llamada de lo lejano”. A primera vista diríamos que estamos ante un neorromanticismo, pues, en el Romanticismo lo lejano era el contenido de la nostalgia. La amada lejana, un mundo perdido, la flor azul, eran el objeto de la nostalgia y la nostalgia era la forma del amor, inalcanzable por definición, porque era ideal. Pero aquella tensión era una enorme fuente de riqueza desde cualquier punto de vista humano: artístico, psíquico, filosófico o científico.
Pero el móvil… Dejando aparte la conversación de negocios, generalmente rápida, por eso, por negocio, el móvil se ha vuelto un mecanismo de nostalgia vana, idiota, sin contenido. Uno espera una llamada, un mensajito, un ruidito cualquiera del móvil e interrumpe lo que está haciendo para ver qué es. Lo coge, lo abre, lo manosea, mira si hay llamadas perdidas, lo deja sobre la mesa y… a esperar.
Hace tiempo que no veía a un amigo y me lo encuentro en Ordoño II: muestras de alegría de todo tipo. De repente suena el móvil y -¡Perdona un momento! ¡Ajá! ¡Sí, sí, sí! ¡No me digas! ¡Ajá! Bueno, bueno. Nos vemos. Recuerdos. Un abrazo. Reanudamos la conversación y suena el móvil: es un toque. ¡Perdona un momento! Etc… 
-Oye, que me alegro mucho de verte, pero ando con un poco de prisa.
-Yo también; a ver si nos vemos y charlamos un rato… Y uno se va, moviendo la cabeza: este idiota pierde lo cercano por lo lejano. Que le den. Y eso que era un chico inteligente…
Una chica sentada en la cafetería está inmersa en su móvil. ¿Juega? ¿Escribe mensajes llenos de faltas de ortografía? ¿Sigue una historia de telebasura?
Un jovencito llama por su móvil: -Hola… ¡Aquí! ¡Estuve con Marga! ¡Ji, ji, ji! ¡Hostiaaaa! ¿Quedamos luego en el cíber y te lo cuento? Sí. Una pasada. La tía tiene una marcha… Joder tío.
 No entendemos nada, pero la conversación de estos dos intelectuales discurre por el sendero de la tontería, el latiguillo, la palabrota, hacía el camino real de la idiotez.
Un niño graba imágenes de una pelea y ríe divertido repasando el vídeo.
Una adolescente, a quien un chico lleva abrazada con la mano entre el pantalón y la nalga: -Hola, mamí. Aquí, con Silvia. Vamos a estudiar a casa de una amiga. Sí, no me esperes. Nos vemos mañana. Chao, mamí. Un besito. Y la madre llena de felicidad: ¿Ves, Antonio? Con el móvil, la niña siempre está controlada. ¡Toma del frasco!
¿Se lo habían olvidado en la chaqueta del difunto? Un móvil sonó en la caja de un muerto y seguramente dejaron un mensaje en el buzón: Manolo, cuanto tengas un rato, llámame. Un rato… Manolo tenía delante una eternidad. ¡Esperemos que no contestara!
Hay casos llamativos en que los interlocutores hablan casi con monosílabos. Hay casos en que la gente gesticula en plena calle, sin la discreción que requiere la conversación. Hay casos en que la misma naturaleza del móvil es el sentido mismo de la vida… oh, se trata de un móvil de la última generación con unas prestaciones que te cagas… Y, el colmo: se PRESUME de móvil. ¡Santo cielo! El neorromanticismo no era tal sino una neo-gilipollez. Y no faltará sicólogo que a esta gilipollez le dé el nombre de adicción.
Y he aquí, cómo un instrumento que reúne una cantidad enorme de posibilidades se convierte en un juguete que nos absorbe y terminamos dándonos de morros con la realidad inmediata que, con frecuencia, es una farola o una señal de tráfico, y que nos hace olvidar ese otro mundo inmediato de alegría, placer, primavera, tristeza, pasión, belleza, muerte, dolor y amor a lo más lejano: esa imagen de nosotros mismos que va delante de nosotros y debería ser el ideal seductor de nuestro mejor yo.
La verdad es que soy un jodido misántropo, como diría una peli de americanos. Cuando pienso esto, oigo al del móvil de al lado que dice como el eco de otra película de los mismos: -...Pues mueve tu culo y vente. 
No quiero insistir, porque se me ha puesto la cara de color verde. Estamos perdidos, y eso hablando con optimismo.
 El hombre occidental es un ser mimado. La ciencia en todos los terrenos ha avanzado de forma deslumbrante, para proporcionarle una vida más cómoda, con gran parte de sus necesidades satisfechas; pero el hombre actual, no ha reflexionado nunca en los bienes que se le dan gratuitamente, ni en el esfuerzo de creación tecnológica que lleva ese instrumento tan familiar que es el móvil. Cree que tiene derecho a todo, que todo se lo merece, porque él lo vale (como ha aprendido en la publicidad) o lo puede pagar. Tiene en sus manos un prodigio tecnológico, pero todo lo que ha aprendido es a apretar los botones que le alejan de la realidad más bella, la que le está rodeando, reclamando, mirando con ojos atónitos.
En fin. No es cuestión de seguir porque la cólera es el resultado de está reflexión si no se detiene uno a tiempo. Quede la alegría cínica del espectáculo y en el aire la repetida y nauseabunda frase de incitación a la imbecilidad: no se pierda esta oferta; llame ahora mismo y reserve… o bien ponga un sms a este número y recibirá… ¿Qué recibirá? Como respuesta a su estupidez, recibirá más estupidez hasta convertirlo en un cretino total, con un aviso, tristemente célebre: -Pásalo. ¡Y… Dios le ampare, imbécil, porque la imbecilidad es como la gripe: se contagia!


jueves, 6 de enero de 2011

JESÚS BRINGAS

En el principio fue la escritura. Acaso no seamos más que un libro cuyo primer capítulo se titula "pecado original" y los demás vienen condicionados por aquel. Todas las experiencias van marcándose en la piel del alma y de allí salen convertidas en formas de poesía. Poesía, en efecto, no es otra cosa que traducir esas marcas, descubrir para los demás la piel del alma. A veces cuando una persona influye profundamente en nosotros, aseguramos que nos ha marcado. Lo que sigue es traducción de esas marcas especiales y  homenaje a quienes las escribió en la piel de mi alma  con bella caligrafía en el instante fugaz de mi niñez y adolescencia. Tal como salen, van disueltas en muchas otras experiencias que quieren voz y les dan toda la sinceridad que la poesía necesita.


UN HOMBRE AGONIZA

Postrado parece decir: -Hoy no estoy ni para llevar dos mandamientos. Y son diez.
Una llamada de teléfono. Una noticia triste: un hombre agoniza. Y la noticia lo que me dice es: prepárate para lo más triste porque sonará el teléfono de nuevo y te dirán: -Jesús ha muerto. ¿Tan grave está? ¡Esa costumbre de llamar Jesús a los cristianos…! En este Jesús muere de nuevo Jesús porque, al fin y al cabo, vida y muerte en el cristiano han de ser las de otro Cristo.
 Ahora, en una residencia de Madrid, ignorado como son ignoradas también las estrellas que se destruyen en inimaginables cataclismos, sube a su Gólgota y seguramente le asaltan dudas, porque la muerte ata los últimos hilos de la tela de araña de la soledad total, y por muy firmes y seguros que fueran los fundamentos del vivir, la soledad lleva aparejada la herida suplementaria de la duda. Pero la duda es el subsuelo de la verdad y de la luz.
Se cierra el círculo de la soledad y se abre el de las preguntas, porque la muerte las plantea todas, pero en su rostro enigmático no hay ninguna respuesta.
Se quiebra un hilo y, cuando se quiebra, de todos los ángulos de la existencia, surgen preguntas al vacío porque la muerte, además de la soledad, impone el tiempo del silencio absoluto. ¿Qué fue su vida para sí mismo? ¿Cómo repercutió en la de los que le rodeaban? ¿Cuál fue la brújula ética y estética que puso norte a sus pasos? ¿Fue el salto religioso, la renuncia, un gesto revelador de una voluntad de afirmación y proyección humanas, temprano y definitivo o fue una renuncia calculada, progresiva, negadora de un mundo que destruye la intimidad y con ella el cielo estrellado de los ideales? ¿Cuánto tuvo de fogata de inmolación y cuánto de lento sacrificio en el altar de un Dios posible? Afirmar a Dios ¿cuánto tuvo de zozobra y angustioso arañar en el vacío, en el abismo? ¿Dio el salto religioso con toda lucidez o fue un progresivo entrenamiento para caer confiadamente en las manos de un Dios posible, que se siente como verdad absoluta y realidad suprema? Y su forma de amar lo lejano, el hombre que será mañana ¿cuánto tuvo de esfuerzo autoeducador, de fidelidad al postulado que lo arrojó en ese camino hermoso y tortuoso a la vez? Ya no hay respuestas y el hombre agoniza con un angustiado Elí, Elí, lamma sabactanni en sus labios resecos. El espíritu no está tan dispuesto como deseara y toda la biología se concentra en el combate, que eso significa agonía.
Y tú, amigo que me das la noticia, imagina que su afirmación rotunda respecto a la Existencia de un ser que todo lo justifica, fuera una afirmación sin sentido ¿acaso pondría la más mínima sombra en su vida? O dicho de otra manera: el hecho de que Dios no existiera cambiaría la belleza y la santidad de una vida entregada a su afirmación mirando en los demás la cara de Jesucristo? Todos los nobles actos que dieron grandeza a su existencia ¿perderían un solo ápice de su nobleza y su grandeza? Estas preguntas sí que llevan una respuesta dentro: ¡no! porque, para la grandeza del Caballero ¿importa algo que los molinos no fueran gigantes?
Ese hombre que agoniza construyó una vida enorme y se constituyó sin pretenderlo en modelo para todos los que lo conocimos. Todos los que vivimos a su lado por algún tiempo llevamos en el alma impresa su firma de alfarería. De alguna manera sus manos intervinieron en el modelado del pobre barro que somos. Él no lo sabe, pero ninguno de sus actos dejó de tener consecuencias en el alma de los que lo conocimos.
Pero ahora agoniza. Y todos, incluso los más lejanos, estamos a su lado poniendo un poco de bálsamo en la llaga de la despedida y decimos: -Mira, amigo. Vete tranquilo porque te acompañan tus obras. Vete tranquilo porque a nosotros nos queda en el alma la serenidad y sencillez de tu afirmación fundamental. No podemos ni debemos imitarte pero estate seguro de que andamos cerca y dentro del camino que nos enseñaste con tu extraña-preciosa y ya enigmática manera de vivir. Y sabe además que tu rastro se prolonga en el alma de todos los que contactan con nosotros y encuentran en nosotros vestigios del modelo que trazabas, como Jesús tu maestro trazaba signos enigmáticos en el suelo mientras pensaba una respuesta sencilla a un arduo problema. Vete. Ingresa y quédate en el sueño que realizaste durante toda tu vida como en una ingrávida burbuja.
Un amigo me lo dijo. Jesús Bringas está muy malito. Se muere…
-¿Te refieres a aquel profesor que conocimos en El Pilar de Valladolid? No. Te engañas. Jesús es inmortal. No mueren los hombres que esculpieron su vida en obras de amor. Por suerte no mueren. Sólo agonizan en una cama, en unas cenizas y en nuestra alma. Los demás, los que vivieron exclusivamente para sí mismos tienen el privilegio de no agonizar ni morir porque ya estaban muertos.
Vete tranquilo, Jesús. Que tu madre te recibirá en la puerta y te dirá con ternura: - Te estaba esperando, hijo mío. El tránsito es muy duro. ¿Estás muy cansado?



martes, 4 de enero de 2011

Ángel Díaz Chomón

Los hombres de excepción pasan a nuestro lado y  nos falta atención y agudeza visual para, mirándolos y escuchándolos, conocernos mejor a nosotros mismos. Hace muchos, muchos años, conocí a uno, pero su modestia y timidez eran altas y yo era vanidoso y un poco miope. Hoy se ha ido en el fogonazo de luz de un crematorio y la muerte ha puesto un muro insalvable dejándome huérfano de su palabra sencilla y ben temperatta. Desde aquí le deseo un camino feliz por la otra ribera. Se llamaba Ángel Díaz Chomón y me ha dejado con la palabra en la boca: es una frase confusa con la  fonética sobresaltada del cariño, que le diré esta noche en la hora del silencio absoluto,  por si todavía, en algún punto de mi tristeza escuchara el amigo.
Para su recuerdo esta entrada en la que resuena el batir de alas de su nombre y mi dolor incomunicable.



Elogio del hombre que echó a volar con el año.


La eficacia de la muerte reside en que la historia personal concluye de manera abrupta, cerrándose todas las posibilidades de ser otro, cerrando todos los proyectos. Dice un joven filósofo alemán que, venir al mundo no es otra cosa que venir al lenguaje. Por tanto, el mutismo en el que nos arroja la muerte es el acto cruel con que nos saca del mundo de forma definitiva.
En la noche, las confidencias a la esposa llenas de amor, de solicitud, de inquietud, de propuestas sobre los hijos o los nietos se aplazaron; temores o timideces las impidieron. A la mañana constatamos horrorizados que ya no habrá una oportunidad de contrastar criterios, de proponer acciones, de solucionar juntos los problemas que no planteamos. Ha aparecido el silencio.
  Unos días antes conversó con el amigo: hablaron juntos de un pasado ya remoto, de una infancia y adolescencia luminosas. Aplazaron hablar de un nuevo proyecto que diera cohesión a fuerzas dispersas de otros amigos, con una resultante beneficiosa para todos. Pero ya no pudo hablarse más del proyecto, porque intercedió la muerte y todo lo desbarató. Sucedió el silencio.
Entre aquella luminosa adolescencia del colegio de Valladolid o el noviciado de Gredos y el fogonazo de luz por el que, hermanado con el fuego, ingresa en su silencio definitivo ha transcurrido una vida cuyo enigma ya no está permitido descifrar, porque nos ha retirado dulce y serenamente la palabra con la que podría corroborar o disentir de lo que dijéramos. De tal manera que, quizá, la crueldad de la muerte reside en la orfandad de la palabra en que deja sumidos a los que lo quisimos. No volveremos a oír su voz. No volveremos a escuchar su consejo mesurado, el tono ponderado de su opinión, la sencillez con que su inteligencia superior podía enfocar un asunto complicado. No percibiremos las dudas que asoman en toda conversación con una poderosa inteligencia y que dan el matiz definitivo a su opinión llena de modestia. No. El amigo Ángel nos ha dejado huérfanos. Y porque lo hemos querido mucho le perdonamos. El aguijón de la muerte es así. Pero no todo queda aquí.
A nuestro amigo Ángel, que por eso lleva ese nombre, le crecieron alas desde chiquillo y al final se echó a volar con ellas un día de invierno apenas entrado el nuevo año. Quizá hubo revuelo en el ejército de los mensajeros… -¿Ha llegado el nuevo?  Quizá se limitaron a llevarlo a la puerta… -¡Anda, entra. No seas pesado. Deja fuera la modestia y la timidez y coge tu corona. Estaba reservada para ti desde siempre, pero tú te la has ganado a pulso.
Puede que Ángel se quede perplejo y pregunte: -¿Pero qué he hecho? Y algún compañero alado le diga: -“Has esculpido un alma hermosa y luego la has perfeccionado durante tu vida. Has dado vida y proyectos a cuatro hijos que prolongan tu ser en el mundo. Has rechazado la barbarie amablemente cuando te presionaba con desprecio o cuando te adulaba. Cultivaste el talento que se te dio y lo has multiplicado exponencialmente. Te has mantenido fiel a principios éticos que no te han permitido caer en la injusticia, el egoísmo ciego, el provecho injusto. Has regalado tu voz afectuosa y tu acción solidaria a los amigos que querías y te querían. Has entregado a tus hijos ayuda, ejemplo y consejo cuando lo han necesitado. Has amado a tu esposa y compartido con ella el hermoso proyecto que se ve realizado. Resumiendo y no admitiré otra pregunta: has amado y edificado; has puesto fundamento a muchas cosas y la rectitud ha sido tu norte en cuantas encrucijadas profesionales tanta gente se pierde. Entra de una vez y ocupa el lugar de amor que te haya reservado el reino".
No sé si esto será así, pero si no lo es, no importa, porque todo esto se ha quedado aquí y eternamente. Es decir mientras vivamos, permanecerá en nuestra memoria tu figura, como queda en el cielo el rastro de un cometa cuya belleza de luz se prolonga millones y millones de kilómetros durante millones y millones de años.
Si venir al mundo significa venir al lenguaje y la muerte es un regreso al silencio, también te puedo asegurar que tu palabra no se apagará mientras vivan tu mujer, tus hijos y nietos, tu hermano Carlos y tus amigos. Cierto que no volveré a hablar contigo, pero siempre puedo hablar de ti, mi buen amigo.
Que la luz en que te has convertido no deslumbre tus ojos claros, Ángel, (ya sabes que no me refiero al color) y sabe además, que todos, como el poeta, sentimos más tu muerte que nuestra vida.