sábado, 19 de febrero de 2011

MADERA DE BOJ Camilo José Cela.

El Callejón del Gato

Cela, el mejor prosista del siglo XX, es el heredero directo de Baroja y de Valle Inclán. De Baroja aprendió el hermoso desorden y el tratamiento de los personajes que tanto irritaba a Ortega: unos cuantos rasgos trazados a vuelapluma, una opinión personal del narrador,  un puntapié en el trasero y a escena. Lo que pasa es que, lo mismo que aparecen, desaparecen tan justificada o injustificadamente como en la vida. Si reaparecen vuelven a ser descritos de la misma manera con una nuevo matiz en la opinión que el narrador ya tiene de ellos.
En el Esperpento, Valle aseguraba que (es preciso usar la traída y llevada frase del autor) los héroes clásicos habían ido a pasear al Callejón del Gato. En Madera de Boj y ya en la Mazurca, y Cristo versus Arizona, Cela hace que sus héroes den un paseo por ese callejón, también. Algún pilluelo sin embargo ha apedreado los espejos cóncavos y convexos y a la deformidad del reflejo se añade el fragmentarismo que es el carácter esencial de arte del siglo XX. En lastimoso desorden,  cada uno de los minúsculos espejuelos esparcidos por el suelo refleja nada más que una partecita  mínima de la realidad, de la ominosa realidad de la vida, de la deforme realidad que es España. Cela ha llevado al extremo la idea del fragmento como elemento mínimo de composición novelesca. –Podréis reconstruir la realidad que os doy, pero os va a costar dios y ayuda, - parece decir y, justamente, porque la vida no se deja apresar por el orden de la mente. En efecto, Madera de Boj no es un libro fácil, porque todo anda un poco revuelto como reiterativamente se dice, pero no tanto; o bien al revés: como el orden es una pretensión bastante tonta de la vida, todo está un poco ordenado; según se mire. Si se consiguiera reordenar los espejuelos rotos es posible que se consiguiera una realidad ordenada tan zamba, zurda y delirante como la que nos da el libro. Ni una concesión al lector y a los restos de orden que queden en la mente crepuscular del siglo XX. Nada. El delirio: el rap. 

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