viernes, 25 de marzo de 2011

El tipo del espejo






El tiempo que la barba me platea... Leí este verso de Machado y me fui corriendo al espejo. En la cara del otro lado encontré los signos inquietantes de su transcurso. Recordé gravemente la definición del tiempo de S. Agustín: -Si no me lo preguntan lo sé, pero si me lo preguntan, no lo sé. ¿El tiempo? Para Ud., Señora, comprender lo que es el tiempo es mucho más fácil que para S. Agustín. Si no tiene miedo, míreme a la cara, y sabrá con facilidad lo que es. Hoy olvidé afeitarme. Normalmente todas las mañanas cerceno a fuerza de Gillette su manifestación más alarmante: las canas en la barba, la plata que dice D. Antonio. Pero el día que me descuido comienzo a ver en derredor miradas más insistentes, rápidas miradas que reparan en lo que antes no veían, pestañeos de duda, (¿es el mismo y está más triste o es uno que se le parece?). Algún amigo con más confianza me recuerda con una palmada en la espalda que en este mes he cumplido años y que ¡vaya joven que estás! ¡Leches! 
Mi amigo José María decía que a partir de los cuarenta el alma se esculpe en la cara. El tiempo se esculpe en la cara. Paisajes devastados de nuestra alma asoman de forma inequívoca en nuestras facciones. ¡Desdichados si nuestra alma se ha afeado progresivamente desde nuestra hermosa juventud!... porque entonces la gente que nos mira descubre  nuestro peor tiempo, el de nuestros sentimientos más bajos: el desamor, la cobardía, la indiferencia, el egoísmo, la mezquindad, la intemperancia, el fétido aliento de una sensualidad paticoja entre el deseo y la frustración,  el tedio, la impotencia.
El tío que me miraba desde el espejo, parecía decirme: -No te engañes. Todas las horas hieren. La última mata. ¿Todavía no has realizado tu gran obra, la que te justificaría y daría sentido a todo lo que has vivido o soñado? Y si no,  ¿para qué has vivido, para qué has soñado?
-Calla la boca. ¿No ves que me he dejado la barba por ver si me parezco al tío ese de Corrupción en Miami?
La broma sin embargo, no afectó al otro que me siguió mirando con gesto adusto:
-Has cumplido años (no diré cuántos, pero muchos) y deberías meditar un instante en el hecho de que todo se hace de plata en tu alma: las sienes, la  barba y el vello de tu tórax. Todo, pues, se cubre de melancolía en tu apariencia externa, desgraciado: tus labios, tus mejillas y tu mirada. Y en tus sentimientos el oro palidece.
Aquí decidí parar los invisibles pies del hombrecillo del espejo:
-Censor estúpido, imagen vana, falso simulacro. ¿Qué sería de ti si cerrara los ojos, qué de ti, cuando me vaya del espejo?
-Desgraciado, -me contestó. Ante ese problema, amenazas como la mayor parte de la gente que se dedica a la política y toda la gente de poco seso. Amenazas con cerrar los ojos. Allá tú. Pero el avestruz es pájaro del desierto. Y tu gesto de avestruz declara, más que ningún otro, el desierto de tu alma.
Me fui del espejo con enojo. Salí a la calle sin afeitar y con una chaqueta blanca como el tipo ese de Miami vice, por ver si el acto lo transformaba todo en una broma. Pero fue inútil. Llevaba impresa en la cara todo lo feo que el agua turbia de los años deja en los márgenes de la vida. Mecháis en la pena negra. Miré desafiadoramente a la gente que me miraba con curiosidad no más. Saludé de lejos a los amigos que hicieron el intento de parar a saludarme... (-No os permitiré que os moféis de mi alma, desgraciados.) Tampoco este invierno, tampoco este año he dado a mi vida la forma más deseable. Pero pronto llegará mi momento. Pronto alcanzaré a realizar aquello a lo que nadie se ha atrevido. Pronto podré enfrentarme al espejo sin la tristeza de D. Antonio y ver que la plata de mi barba y de mis sienes  es más una corona que el estigma del tiempo envenenado. ¿Qué? ¿Que no? ¿Creéis de verdad que navegando siempre hacia Occidente habré de fracasar, que no habrá una escollera para el pájaro aliquebrado de mi alma? ¿Que caeré algún día al agua como Icaro, ignoradamente, cuando el sol se oculte iluminando todos esos mundos que faltan por descubrir? ¿Lo creéis de verdad, eh?

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