miércoles, 17 de agosto de 2011

La moda y la Señora Gonzalez-Sinde

Tengo que reconocer mi debilidad por la Señora Ministra de Cultura. Mi debilidad por ella no es un gesto machista como le podría parecer a alguna miembra de esa tontería que algunas féminas poco cerebradas  llaman feminismo, así, como si le lanzara un velado piropo a la Señora Ministra. No. Nuestra ministra es modosa equilibrada, sencilla, de manos recatadas, acompañadas de un dulce mirar; una mujer casi garcilasiana. Ella se niega a lucir bobamente ropas que provocan esa curiosidad  la pregunta: -¿Es de Balenciaga? ¿Es de Dior? Aunque  se siente orgullosa de que algún hombre “exquisito” le pregunte por su abrigo y con un puntito de vanidad responda: “¿Le gusta? Es de Jesús del Pozo.” ¡Bah, pequeña vanidad!La Señora Ministra no tiene gustos “ostentóreos” como aquella vicepresidenta llena de foulards y perifollos coloristas donde los brillos ocultaban por desgracia su viva inteligencia. ¡Qué gracia!

Lo que pasa es que la Señora Ministra se inclina a pensar que la moda divide el mundo femenino en dos: las mujeres desastradas y las emperifolladas. Como si en el mundo femenino, no hubiera mujeres que prefirieran otra división en mujeres de inteligencia y sensibilidad señeras, para las que cualquier moda es asunto secundario y aún banal es decir frívolo, y mujeres emperifolladas y desastradas, donde los modelos de su vestir y abrigarse vienen de la firma de un modisto o de la propia firma del mal gusto.
Pero las hay “desastradas” como ella dice que hacen el esfuerzo de disimular su desastre con ropitas discretas de diseño del Jesús de Medinaceli, digo de la calle Almirante, digo del Pozo. Ella es de estas últimas y eligió bien.
Yo quiero llamar la atención de la Señora Ministra sobre la definición de frívolo. A las mujeres de inteligencia y sensibilidad elevadas no les debe de gustar (insisto) que la Señora Ministra de Cultura divida así el mundo, dejándolas fuera con su brillante inteligencia, su sensibilidad y sensualidad no menos brillantes.
-Son frívolos los que consideran frívola la moda- así dice la Señora Ministra en El País del día 14 en su personal homenaje a Jesús del Pozo. Yo alabo el homenaje porque Jesús se lo merecía, creo. Pero no puedo estar de acuerdo. La moda es frívola por natura.
El vestido se ha convertido en una forma de comunicación tan ligera, banal, veleidosa e insustancial como la cháchara que genera entorno, tanto en el papel cuché como en la telebasura. Más. Creo que la moda es el ideal de la veleidad en sí misma porque cambia con las estaciones e incluso en el “entretiempo”. Es ligera y superficial porque se ocupa de la superficie del cuerpo y porque falsea la forma natural en que uno debería querer ser comprendido. Sin querer ser pedante, habría que decir que, la comunicación del vestido ha pasado a ser la forma radical del engaño y habría que pensar que, la que viste a la moda “habla por boca de ganso” que es la voz de otro: el modisto. Es como si yo me empeñara en hablar con las palabras y las frases de don Quijote y pretendiera que el discurso me pintaba bien y me reflejaba psicológica y culturalmente. No. La comunicación tiene que ser personal, con la voz y con el cuerpo. Pero hay más y resulta imperdonable. La exhibición de los modelos se hace sobre una belleza desnaturalizada en el andar, el peinarse y maquillarse, bajo luces artificiales y escenario falseado. Puro engaño, conversión de la imagen femenina en objeto de consumo. ¡Antifeminismo!
Ahora, donde la moda, por muy seria que crea ser pierde el norte es en la necesidad de que el vestido sea sensual. ¡Lo sensual carácter esencial de la moda! No me lo negará, Señora Ministra. Y lo “sensual”, carácter de la frivolidad, es la condición en que se mueven modelos y “modelas” que diría Aído (Por cierto, ¿se fue lejos con sus frivolidades feministas? Eso también es de agradecer). 
Si yo fuese ministro de cultura reformaría las pasarelas o las suprimiría como espectáculo de la memez. Y la frivolidad, claro. Aunque sopesaría, y mucho, su valor industrial y su cotización para la Hacienda Pública.
Luces, decoración, perchas humanas, belleza falseada y fosilizada y deshumanizada, para destacar la belleza de unas bragas o un sostén, ten, ten, tengo para mí que es espectáculo frívolo por más profundidad que quiera uno darle. Otra cosa es el ejercicio de la llamada alta costura, ejercicio personalísimo que quisiera eternizar bellas formas de vestir trabajando, ay, sobre materiales ligeros en cuanto a resistencia, color, etc. ¿dije eternizar? Ya se sabe: la eternidad en este terreno tiene de cuatro a ocho límites temporales. Mi respeto por Jesús del Pozo y mi respeto por la Señora Ministra que le rinde homenaje aunque sea hiperbólico en su afán de dar seriedad a la frivolidad. Del dinero que mueve la moda no hablaré por no descubrir lo que de bobería contiene la fidelidad a esa arte menor. Y el oxímoron que yace en el fondo de esa forma de mirar la vida, donde todo es moda e imagen, es el de que, el pensamiento más serio es el frívolo. Así nos luce el pelo –lo dice un calvo-. ¡Oye! ¿Y por qué no reconocer que España se ha vuelto frívola y que, emperifollada en todos los terrenos, no la conoce ya ni la madre que la parió?

2 comentarios:

  1. Ahora, por fin, nos va mucho mejor, ¡dónde va a parar! Con la Cospedal de castiza mantilla y riguroso luto, con los vivas a la Virgen del Rocío (que nos va ha sacar de la crisis), con la vuelta (todo se andará) al tétrico crucifijo presidiendo las aulas y a las amenazas del Señor, mucho más pedagógicas, sin duda, que el cuerpo vivo y gozoso... etc.

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  2. Sí. Pues como no confíes en la oración, tendrás que confiar en Bankia.

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