viernes, 16 de marzo de 2012

Una necesidad de Negrín


Parece que el Presidente del Gobierno doctor Negrín  echaba con frecuencia canas al aire y olé. Era sabido de todos. ¡No está mal! Me gusta ese gesto libertario. Es cierto que se degrada algo a la mujer pero, entonces no había tanto feminismo reivindicativo y… ¡Bah! Pelillos a la mar. Todo por la República. Franco en ese terreno era un mojigato. ¡Ah, el erotismo del poder! ¡Negrín, el Presidente del Gobierno, se va de putas! Me divierte mucho el socialismo putero que rompe el tabú y,  en atuendo de descamisado obrero se mezcla con el pueblo más allá de lo que la moral pública de la derechona considera honesto. Hoy para el socialismo que eleva la transgresión a categoría estética y signo de tolerancia e inteligencia, lo cutre consistiría en ir a misa al estilo de Bono y vivir en pecado mortal como él, ji, ji, o como el navarrico: por la mañana la misica, por la tarde partida, cafetico y copica y de noche rosario y putica. El cinismo común siempre ha tomado la careta de la discreción. Izas, rabizas y colipoterras. Madrid, 1937. Burdeles de todo tipo. Putas de toda condición. Costosas putas graves es decir, señoras putas,  y explotadas putillas baratas que, durante la mañana, esperan en las colas de abastecimiento una ración que alivie su hambre. El señor Negrín era un buen fisiólogo y me imagino que le gustaban hermosas, entradas en harina, digo en carnes y bien dispuestas. Había hambre en Madrid. ¡Qué, digo hambre! Se moría de hambre la gente en Madrid, ¿Qué digo en Madrid? en la calle; y ya se sabe lo que hace el hambre. No. Las mujercillas de la vida del señor Negrín tenían que ser relucientes y bien comidas. Me gusta pensar que Negrín por fisiólogo y buen socialista no gustaría de putillas baratas que se vendían por un plato de cocido con tocino rancio. ¡No! Ese no era talante socialista ya con un montón de años de honradez. 

Alguno de la Fundación hoy día, me dirá que no descontextualice las cosas. De modo que me voy a un texto de Azaña que coloca el contexto exacto. El Gobierno está en Valencia. La guerra se prolonga pero los ejércitos rebeldes parecen imparables. El panorama político es desolador. La batalla y el martirio de Madrid continúan. Poco a poco los ejércitos de Franco van acorralando y reduciendo a la República… Día 16 de octubre del 37.

A última hora de la tarde me trajo ayer Bolívar unos decretos que le había enviado Negrín, diciéndole que él no podía venir porque se marchaba a Madrid. Ni del objeto del viaje ni del viaje mismo tuve otra noticia. (La presentación de un decreto a la firma era indelegable, debía ser hecha por el Jefe de Gobierno.)
Al recibir la prensa de la noche encontré en la primera plana de La Voz Valenciana, la noticia  de que el Presidente del Consejo a las 10,30 de la noche de hoy, pronunciaría por la radio un discurso dirigido a la opinión mundial dando cuenta de los trascendentales acuerdos tomados en Consejo de Ministros. (…)
Como los periódicos pasan por la censura, supuse que el anuncio era oficioso. Yo no tenía noticia de que el Consejo hubiera tomado acuerdos trascendentales. Ni había visto al Presidente después de su celebración. Me pareció demasiado. Llamé por teléfono a Giralt, le participé mi sorpresa y le encargué que averiguase el paradero de Negrín en Madrid, para que se comunicara conmigo. Poco después de las doce el Presidente me llamó. Le pregunté qué significaba lo que decía el periódico, qué acuerdos eran esos y qué discurso el suyo dirigido a la opinión mundial sin que yo supiera nada.
Negrín no conocía el suelto de La Voz. Su discurso no tenía importancia. Era uno de tantos como pueden pronunciar los ministros. Pensaba dedicárselo a los madrileños(…)
Giral cree saber que el viaje a Madrid se debe a una “mocedad” del presidente.

El director de La Voz Valenciana era amigo de Negrín y esa noticia es voz de alcahueta, tapadera de escudero no por escudo sino por escudilla. Pero dejemos a Negrín en alguno de los abundantes burdeles madrileños, o en discreta casa particular de tapadillo. Lo que ahora mismo me impresiona es el viaje a Madrid, para un discurso sin importancia, uno de tantos como pueden pronunciar los ministros, dedicado a los madrileños. Bla, bla, bla para madrileños hambrientos.  Lo de ir de putas está bien. No hay que cargar las tintas. La prostitución de la palabra es lo horrible. La tapadera de un discurso dedicado a los madrileños es lo obsceno, lo indecente, mucho más que el rosario del navarrico. Madrid hambrienta, martirizada ciudad bombardeada por los fascistas… engañada, entretenida con el discursito “para madrileños” de su presidente de Gobierno. ¡Puta y apaleada! ¡Hay que resistiiiiir! ¡Madrileños, hasta la última gota de sangre! ¡No pasarán! ¡Madrid será su tumba! ¡Hay que resistir! ¡Mierda, mierda y mierda! Y aquella especie que tanto molestaba a Azaña: “¡Pronto habrá guerra en Europa y el fascismo será derrotado; hay que resistir!”... donde se pretendía que el mal de España se solucionaría con un mal mucho más grande.
Cómo me gustaría conocer el contenido del discurso para ver el cinismo abisal del doctor que, en ese momento concreto, dirigía los destinos de España desde una casa de putas. Todo un símbolo.
  Sé lo mucho que el doctor trabajaba y que ni él ni Azaña, ni Indalecio escatimaban su tiempo. Lo sé muy bien. Pero la  coartada del discurso en ese momento, es una indecencia. La prostitución no está en el burdel elegante o barato sino en la palabra. No me lo discutas. La prostitución no está en la palabra “puta”, sino en la “palabra” en el discurso para madrileños muertos de hambre, con el que se trata de justificar la ausencia del puesto de trabajo. Eso que hacen tantos funcionarios hoy en do menor sostenido: “Manoli, tengo que hacer un poco de compra. Si me llama el jefe dile que estoy en el piso de abajo buscando un expediente”…
Azaña lo narra con frialdad, sin simpatía pero sin acritud, quizá con melancolía, porque era enormemente sensible a los símbolos. El hombre tiene sus necesidades.

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