lunes, 27 de febrero de 2012

Qué verdadero es lo que conviene

Lo que “políticamente conviene o no”, es la formulación enmascarada de “la verdad que en cada momento convenga”. Es decir: la verdad es lo conveniente. ¡Eterno retorno del sofisma!!!
Ante Pilatos, quizá un tanto aburrido de las discusiones  y la sofística farisaica, Jesús hubiera debido responder cínicamente: No es momento de discutir acerca de la verdad, ¿verdad amigo? Tú y yo sabemos muy bien que vas a hacer lo que te conviene. Que vas a interpretar un hecho abominable según conveniencia, como corresponde al político que eres.
Todo es interpretación. Todo lo que ocurre es observado y conocido desde atalayas de valores. Uno desearía sin embargo, que esos valores tuvieran una jerarquía fija, para que nunca hubiera confusión al interpretar los acontecimientos por dispares que fueran y siempre pudieran ser reducidos a discursos sencillos y analizables según criterios lógicos de verdad/falsedad. Pero ni el mundo ni su discurso se dejan analizar así y los valores desde los que se comprenden fluctúan a conveniencia del intérprete… como es natural.
Todo es opinable. Desde luego. Todo es opinión. El hombre se mueve en una especie de nebulosa de opiniones que no se dejan atrapar en una lógica mínima siquiera para poder alcanzar alguna certeza. Y los discurseros parlamentarios y los llamados creadores de opinión, usan la palabra de forma tan irresponsable cuanto indecente, precisamente para que, en la comprensión, haya siempre zonas de sombra y la opinión, por necia, banal, sectaria o mentirosa que sea, sea aceptada sin posibilidad de contraste.
Que el mundo es opinión es verdad. Pero que todas las opiniones sean iguales es una tontería muy extendida y una sencilla mirada sobre el mundo de la opinión certificaría inmeditamente lo contrario. Más aún, certificaría que la mayor parte de las opiniones son infundadas y alocadas y su no-verdad o su positiva tontería no dependen de la relevancia del cargo de aquel que las profiere sino que adquieren gravedad cuando proceden de quien ocupa un puesto de relevancia. Aquella Ministra de Cultura que constataba que en el español había muchos “anglicanismos” es una muestra de lo que quiero decir. Pertenecemos (porque ese es el modelo) a la época del tontaina que al pasear le ponen un micrófono y una cámara delante.
¡OPINIÓN! El mundo es opinión, sí pero no todas pesan lo mismo desde el punto de vista informativo o emocional.
 Hubo un momento hace unos años, cuando se buscó casus belli contra Irak, que la gente se echó a la calle bajo el eslogan “no a la guerra”… un eslogan de tipo político que se apoyaba en la idea de la legalidad/ilegalidad de la guerra. La guerra es siempre una salvajada. Curiosamente la legalidad puede serlo también por muy paradójico que pueda parecer, como testifican los asesinados “legales”.
El eslogan quería ser más de lo que era. Quería ser una especie de axioma, una verdad intuitivamente clara y distinta para que, si alguien hacía crítica de ella, se le pudiera arrojar de la tribu cargado con las tablillas de san Lázaro, aquellas que el leproso tenía obligación de llevar para avisar, con el tableteo, de su presencia. De entre las voces independientes que hicieron crítica es de destacar -¿cómo no?- la del filósofo Gustavo Bueno. Algo de lo que sabiamente decía va a continuación. 
El eslogan decía sin más: ¡no a la guerra!
La pose de pacifismo, aparentemente cándido de los políticos, levantó el eslogan como bandera contra el apoyo español a la guerra de Irak. El eslogan no se apoyaba en  reflexiones lógicas o filosóficas previas, en una teoría verificable del mundo. Era expresión de un sentimiento ni verdadero ni falso, sino conveniente a intereses políticos. Era una expresión poética si se quiere, pero vacía de contenido, de significado. Una exclamación, que naturalmente movía más que cien sesudas reflexiones.
Su carácter absoluto y lo inapelable de su formulación negaba la posibilidad de un sí a la guerra, que sólo un loco podría enarbolar y sería corrido a pancartazos por los gritadores del eslogan. Toda aquella burla pseudomoral se oye en discursos actuales comparando guerras y muertes de soldados en unas u otras.
Junto a la palabra guerra colocan algunos el adjetivo “legal” que parece un talismán y no es más que otra palabra que pretende suplantar a lo que antiguamente se entendía en el término "justa". Pero entre los dos adjetivos, legal y justa, hay una enorme distancia. La legalidad brota de un convenio que, aparentemente, pone orden y racionalidad en ese acto de fuerza bruta que es toda guerra. Es idiota pretender que la legalidad mana de otra fuente que la de la fuerza de un Estado capaz de imponerla con la no-razón del ejército, la violencia o la guerra. ¿Qué legalidad puede imponer la ONU cuya fuerza reside en los ejércitos de los países que la componen? No es la ONU una nación de naciones (interesante que “nación de naciones” sea superlativo judío). Sólo una entidad ficticia creada ad hoc, por las naciones que la componen, sin otra fuerza que la que le den esas naciones de las cuales, unas cuantas tienen derecho de veto. No es la ONU un “Estado de Estados” con autonomía suficiente y con poder (militar) suficiente para imponer la “legalidad de legalidades”. La ONU es una coartada para que los estados más poderosos con derecho a veto, puedan imponer su voluntad a los demás aprovechando, encima, el poder militar y la colaboración de estados menos poderosos.
La legalidad es la violencia ejercida tras un largo adoctrinamiento cultural que la hace aceptable: razonablemente aceptable. La legalidad no es otra cosa que –como la escuela o lo que se llama cultura– un mecanismo de amansamiento de  la natural fiereza humana. De modo que va mal encauzado lo de “esa guerra no es legal”. Por eso, porque la legalidad brota de la fuerza y la capacidad para imponerla al otro. Cualquier justificación de esos términos es cinismo y del más bruto. Lo digo por Afganistán y la previsible de Irán.
Yo no me enfadaría pues, con el hecho de que los gobiernos no busquen legalidad supuestamente más alta (la de la ONU, por ejemplo) para justificar una incursión bélica en otro país, ni andaría cambiando el lenguaje para justificarla. Legalizarla es fácil, justificarla, imposible. ¿Y lo del ejército ONG? ¿A qué viene lo de que “nuestros soldados están en misión de paz”? El ejército está para imponer por la fuerza una legalidad. Y hay algo más. Se olvida que el ejército es un conjunto de profesionales de la guerra y no una ONG que es siempre no gubernamental. El ejército no es un grupo formado por muchachos arrancados de su hogar por levas “violentamente legales”. Son voluntarios, profesionales adiestrados para matar y si llega el caso para morir. El lema “es dulce y honorable morir por la patria” ha perdido su vigencia. Morir es el último acto obsceno de una vida obscena que es toda vida. El morir de un soldado en acto de guerra no es ni dulce ni honroso, sino el resultado de un fracaso personal en la misión encomendada por causa de la fuerza de un enemigo al que se puede llamar de todo: terrorista, asesino, violento o patriota, pero que en realidad ha aplicado su fuerza contra el que considera su enemigo. La elección profesional del soldado le ha colocado en una situación en que la muerte tiene muchas posibilidades de ocurrirle. El distintivo rojo o amarillo son mandangas de “reconocimiento de servicios prestados” que en definitiva eran obligaciones libremente aceptadas. Pretender tener un ejército en misión de guerra o de pacificación, que es lo mismo, sin bajas es un buen desideratum para los mandos y los estrategas. Pero por parte del soldado, está aceptada la posibilidad de la muerte cuando se entrena, recibe la soldada y jura bandera. Son los políticos los que remueven los fondos de inhumanidad que todo ejercicio bélico implica, para convencer cínicamente a los que están fuera de esa tángana, de que hay formas más seguras y “legales” en el matar y más nobles en el morir. No se le da premio al albañil que se mata al caer de un andamio, ni al torero –estúpido- que se pone ante un toro y fracasa, ni al camionero que se mata cuando lleva subsistencias a un mercado. Y es admirable la modestia de los soldados, pues son los primeros en reconocer que no hay mayor mérito en sus acciones que en las de cualquier otro profesional. Y si al azar encuentran la muerte, (pues la vida es un azar, como dice el himno de la Legión) la muerte, su muerte, es un acontecimiento más en la concatenación de hechos ciegos y estúpidos que allí lo han llevado a morir. Pero así tiene que ser, porque el mundo no es ni más ni menos estúpido que siempre. Y la comprensión idiota de un mundo idiota y su formulación cínica, pueden recibir sin sonrojo la calificación de “políticamente correctas” porque el que usa ese sintagma estúpidamente cínico, suele tener cara de cemento armado (valga el adjetivo bélico). 

15 comentarios:

  1. El tema que planteas es muy complejo y con muchas rendijas para la opinión. Me cuelo por una:
    O revelación u opinión: En el llamado mundo occidental e ilustrado se ha optado, para bien o para mal, por una legalidad que surge de la confrontación de opiniones, de ahí que sea tan dinámica como frágil, o tan frágil en tanto que dinámica. Y, en este panorama, lo justo no puede ser sino lo ajustable a esa endeble legalidad. En este caldo nadamos al pairo.
    La nostalgia de una revelación que nos acomode las decisiones siempre está presente, sobre todo en momentos de enorme gravedad como es la guerra. Sin embargo, la toma de postura desde la opinión sólo se acomoda con la obligación moral, con la responsabilidad. Así nos manifestamos muchos contra una legalidad opinable en los días del “no a la guerra”, conscientes, desde luego, de que el slogan no era sino una oportunidad y de que, en la guerra, no hay peor estrategia que la opinión.
    Abrazotazos.

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    1. Sí que es complejo. Ya lo creo. Información y opinión no están muy lejanas porque la información se sirve siempre tras un filtrado que pone el sujeto y la mayor o menor coloración de lo observado será opinión o información. A más color, más opinión. Cuestión de grado. Desde luego que hay confrontación de opiniones en Los Parlamentos, pero la legalidad no me parece que brote tanto de la confrontación como de la conveniencia de los que portan esas opiniones. Triunfará la que tenga más votos que no será necesariamente la que porte más verdad sino la que conviene a los más.
      La opinión debiera ir precedida de desinteresados y profundos estudios (las opiniones sustentadas en teoría lógico-científica parece que serían las más deseables para el bien del hombre y el ciudadano). Sin embargo como no estamos tan lejos del “lobo” (pobrecito, me refiero al concepto de Hobbes), pudiera ser que por ese camino (el poder es una borrachera!) llegáramos al mundo deshumanizado de Orwell.
      No. Lo conveniente. La verdad es lo que me conviene. La verdad nace del egoísmo. La verdad del lobo y la del cordero. Y la verdad del lobo, (utensilio del poder), se sustenta en altos (profundos) estudios de economía y sociología, estadísticas sofisticadas, balances afinadísimos de comercio interior y exterior, cuidadosa planificación armamentística (el lobo afila sus dientes para el momento adecuado), cálculos de recursos de todo tipo, minuciosos modelos de comportamientos sociales, y simulacros y supuestos tácticos militares, comerciales, bursátiles o financieros, verdades todas creadas con fines exclusivamente utilitarios (en el sentido de S.Mill)… etc. Habría una palabra que podría dar esperanza y que se usa mucho, pero creo que ha entrado en el juego infernal de lo que me conviene a mí el lobo, por encima del lo que le conviene a los demás: cooperación. Intercambiemos los bienes que tu necesitas y tengo yo, por los bienes que yo necesito y tienes tú "sans arrière pensée". Pongámonos de acuerdo en una cooperación beneficiosa para ambos de la que ambos salgamos contentos. Pero aquí está de nuevo la verdad como conveniencia, sólo que repartiendo mejor lo que conviene… No creo que el lobo quiera eso que cacarea siempre como cooperación. Por ejemplo: tu necesitas armas para defenderte o machacar al vecino y yo te las doy. A cambio tu me sirves petróleo en el precio que te diga. Ya sé que simplifico mucho pero tengo la opinión confusa de que por ahí anda la realidad de cuyo nombre no quiero acordarme.

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    2. Sí, claro: opinión = conveniencia. Pero es que el sistema liberal no busca ni entiende el interés general sino como la suma de los intereses individuales. No tiene nada que ver el parlamentarismo con la “verdad”. No nace de una verdad revelada o positiva ni la busca ni le importa lo más mínimo. Proponer una corrección sobre esto es ir contra su naturaleza. Así pues, como digo en mi comentario anterior, vale una toma de postura como la utilización de cualquier “no a la guerra” para manifestar una opinión contraria a una frágil legalidad que surge de la confrontación en el parlamento y que, por lo tanto, promueve una reacción contraria. Todos al pairo.
      Que la opinión puede estar inducida desde esos que gobiernan y deciden está fuera de toda duda. También lo está que muchos se dejan influir por la opinión que más les conviene. No es tan ajeno el gobernante del gobernado. Pero también hay opiniones genuinas entre la masa manifestante que, por genuinas, no dan más valor a la protesta, dado el caldo en que se produce: un sistema de sálvese el que pueda. Así que el “no a la guerra” está naturalmente encajado dentro del sistema. No tiene por qué nacer de la lógica ni de la ciencia ni de una obligación moral y sería legítima su utilización como eslogan. Pero también podría ser una genuina, noble propuesta ajena y contraria a la legalidad de la conveniencia. Esto último es lo que me parece que Gustavo Bueno no considera en su crítica a aquellas manifestaciones.
      Por otra parte, no estoy seguro de que la verdad de la ciencia o la revelación deba ser el motor legislador. No estoy seguro de querer que la verdad decida. Me gustaría poder decidir contra la ciencia y la lógica si molestar a nadie. Esta es la cuestión. El bien común como suma de todos los bienes individuales, sin molestarnos los unos a los otros, ya estaría bien. Pero parece que, como decimos en Murcia, nos luce ir jodiendo al prójimo.
      Abrazotazos.

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    3. 1. Acuerdo en que “el parlamentarismo no tiene nada que ver con la verdad”. Tampoco debiera ser el Parlamento el templo de la mentira como dice Unamuno.
      2. ¿Quieres decir que el parlamentarismo liberal está equivocado al considerar el interés general como suma de intereses particulares? ¿Es posible esa suma de cosas tan heterogéneas? Me conformaría con un parlamento verdaderamente representativo, cuyos parlamentarios trabajaran escuchando de sus votantes deseos, necesidades, propuestas, intereses y todo lo que les conviene, en definitiva, para llevarlos a sesión.
      3. La verdad revelada no debiera intervenir nunca, la positiva parece que debería tenerse en cuenta y que eso no desvirtuaría la Naturaleza del Parlamento; si no, habría que decir que su naturaleza está tan torcida que sólo atiende a lo que se decida como conveniente con los peligros que eso encierra de totalitarismo. Cierto que la verdad no debiera ser ucrónica o eterna que no la hay. Pero sí hay verdades fácticas que debieran tenerse en cuenta y que con ellas, no debería mantenerse la mandanga de la mitad más uno, sino conseguir consensos lo más amplios posibles tras sesuda deliberación desapasionada: crisis, aborto, educación, guerra, etc. No sería un funcionamiento ideal pero sería bueno.
      4. ¿Vale de forma pragmática un eslogan contra la frágil legalidad?… ¡claro! Pero el eslogan debiera respetar condiciones de verdad para que no pudiera usarse como instrumento manipulador de opinión y dirección de masas. Los totalitarismos saben muy bien ese uso. Y el totalitarismo es la tentación que vive en el piso de arriba para todos los regímenes del signo que sean.
      5. Desde luego que gobernante y gobernados no son ajenos. Y que los gobernantes pueden inducir opiniones convenientes, claro. Esas opiniones convenientes debieran sin embargo, ser cuidadosamente contrastadas para que contuvieran el máximo de verdad positiva y el mínimo de verdad de la secta.

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    4. 6. “…No tiene por qué nacer de la lógica ni de la ciencia ni de una obligación moral y sería legítima su utilización como eslogan...” Creo que esta afirmación es infundada. Cualquier locura podría nacer genuinamente de la masa y ¿sería legítimo utilizarla? ¿Un linchamiento, por ejemplo? ¿Aznar asesino; González asesino, Gobierno asesino? Creo que los dirigentes deben asesorarse y analizar desapasionadamente esa opinión que quieren sugerir a la masa para fundamentarla lo mejor posible en patrones lógicos, éticos y hasta estéticos…
      7. “Pero también podría ser una genuina, noble propuesta ajena y contraria a la legalidad de la conveniencia”. Creo que sí, con matices. No tendría por qué ser genuina y que brotara de la masa “sabia”. Podría ser inducida perfectamente por los más conscientes de la masa, siempre que fuera sometida a deliberación y se demostrara que la “conveniencia” de la ley era sectaria o falsaria o que encerrara intereses particulares espúreos o que demostrara inconsistencia o falsedad. Pero nunca exclusivamente para obtener beneficios de partido. Ese camino está lleno de trampas para la verdad y la libertad.
      8. “Por otra parte, no estoy seguro de que la verdad de la ciencia o la revelación deba ser el motor legislador”. (ver punto 2) De la revelación no. De la ciencia sería insensato no tenerla en cuenta. No sé que sucedería si en la legislación para la fabricación de aviones, no se tuviera en cuenta la ley de la gravedad y el legislador ignaro se metiera a diseñar las alas. En agricultura, industria, vivienda, economía comercio… etc. la verdad de la ciencia es preciso tenerla muy en cuenta, so pena de catástrofe.
      9. “Me gustaría poder decidir contra la ciencia y la lógica sin molestar a nadie”. Ni siquiera el riesgo de manicomio puede impedírtelo. No. Hay enfermos que no siguen directrices médicas, sexo sin protección, niños que hacen novillos etc, “y no passsa naaada”(Mota). La ciencia puede decirte cuál es el camino más corto. Lo seguirás o no según necesidad Que la ley siga dictados de ciencia, nos protege de envenenamientos masivos, pobreza indeseable, Estupidez general y otros males.
      10. A mí no me parece mal lo de la suma de bienes individuales como bien social. Puede ser deseable. Quizá hubiera que decidir cuidadosamente sobre la naturaleza del bien y la de esos bienes y si lo son realmente y las formas lícitas de conseguirlos. ¿Qué sé yo?
      11. Me ha hecho reír la expresión murciana, por verdadera y por espontánea: nos luce ir jodiendo al prójimo. Versión política: “hay joder legislativo, joder judicial y joder ejecutivo”. ¡Bastante exacto, también.
      No quería que fuera decálogo ni número apostólico sino número futbolístico (forma pacífica de guerra) Un abrazo grande, amigo.

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    5. Ya sabes de la torpeza de mi verbo, así que permíteme una última aclaración sobre el final de mi comentario que tú enumeras 8 y 9.
      Digo que, ciertamente, el que sepa cómo hacer un avión deberá convencernos de que sabe. Después debatiremos los demás sobre la conveniencia de su fabricación.
      La ciencia nos demuestra que el señor X es un ser humano y que está vivo. La lógica, que es muy malo, fatal para la colectividad. Entonces, Gustavo Bueno lo condena a muerte. Sin embargo, otros deciden, a pesar de lo demostrado, que no.
      No sé si me he explicado mejor ahora. Me parece que no. A ver ahora: Hamlet dice: “Hay más cosas en el Cielo y en la Tierra de las que pueda soñar tu filosofía, Horacio” Pascal dice: “El corazón tiene razones que la razón desconoce”
      Lo demás, escrito queda.
      Abracísimos, maestro.

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    6. Nada que objetar a tu primer párrafo: únicamente que como prueba de su buen "hacer aviones" deberá subirse a él y probar que se sostiene. De su fabricación puede decidir el ministerio de turno y el Parlamento si se quiere, desde luego. Acerca de subirse en él habrá debate interno entre el miedo, el precio, la moda, etc.
      Gustavo Bueno, no sabemos si es partidario de la pena de muerte, sino que hace análisis sociofilosófico de la pena de muerte y llega a la conclusión de que los argumentos contra la pena capital no son consistentes, creo. Digamos que se entretiene en deshacer estereotipos de moda, con argumentos sólidos y de gran coherencia dentro siempre (con las limitaciones que se desprendan de ella) de la teoría materialista. El argumento de los que deciden sobre el no a la pena capital, es fáctico, y se limita a decir eso de "es lo que hay" por mucho que teorices. El filósofo mueve la cabeza y dice: -El mundo es "ansí" de irracional. Nosotros en algunas cosas, decimos: -Por Suerte!!!!
      Un abrazo.

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  2. Pues si Venancio: es cierto que las guerras suelen ser fruto de las conveniencias que perpetúan el poder de ciertas personas, familias, empresas, clanes, con intereses diversos: económicos, territoriales.. "geoestratégicos", ideológicos- finalmente todo es hambre de poder ¿no?. La gente se mata entre sí por muchas razones, por muchas emociones. Cuando esta actividad se torna rutina estructurada y oficio, y especialmente cuando los representantes electos de un "estado" promueven la práctica del matar, entonces aparece en los medios de comunicación con el calificativo de "guerra".

    Mucha tinta se ha usado para dilucidar el alcance de la guerra justa y la actualidad y juventud del término es impresionante con los añitos que ya tiene. Justicia es una cuerda floja, realmente no tan difícil de recorrer como parece en el hacer diario de nuestras sociedades . Pensemos ahora en una moderna concrección de la justicia: los derechos humanos, hijos de muchas madres (y padres), sólo por nombrar algunos: la Sociedad de Naciones y la frágil ONU. Los derechos humanos me parecen unos conceptos no tan complicados, fáciles de aprehender y nada abominables en su formulación. La gente no suele gritar al oir sus nombres, aunque a veces se rien de ellos - literalmente- por considerarlos irrealizables. Cuando hay conflictos de derechos, ahí sí, tenemos fuertes diferencias de parecer. Pero los derechos no son todos iguales, - como se dice en el mundo legal-, según el bien jurídico que protegen existe una jerarquía normativa.. y el primer bien jurídico, el primer derecho, que retórico suena decirlo a día de hoy, es la vida.

    Las manifestaciones que dicen "no a la guerra" se mueven por lo tanto recordando una demanda básica, positivista por excelencia y reafirmadora de lo que considero la cima de nuestro desarrollo histórico contemporaneo: la afirmación de la universalidad de derechos humanos. Y de veras creo que "no a la guerra", debería ir mucho más lejos. Tal vez la debilidad de cómo se aplica el eslogan esté en reaccionar "in extremis", en centrarse en rechazar el envío de soldados de un lugar a otro de este planeta. Si digo "no a la guerra", pienso ahora sí en el derecho a la justicia de cada ser humano de este planeta. Pienso en el derecho de cada víctima de pedir cuentas a sus verdugos, que obran frecuentemente conforme a una larga y tortuosa cadena de decisiones.
    Me decía un piloto de las fuerzas armadas de Guatemala que bombardeó, a mayor honor del ejército que le contrató, las comunidades indígenas: "era un trabajo limpio, yo solo tiraba las bombas, nunca bajé a tierra y sólo obedecía órdenes".

    No me convence tu afirmación de que un político hace lo que "políticamente conviene" sin más. Un persona que ejerce un cargo público es una persona que tiene un marco de actuación, recito ahora como escolar, orientado en primer lugar por la Constitución y los Tratados Internacionales ratificados por España. La Declaración Universal de los Derechos Humanos es el tratado por excelencia entre estos últimos. Resumiendo: "no a la guerra" y pidamos responsabilidad para arbitrariedades en la actuación de quienes gobiernan- incluyendo arbitrariedades como fomentar la guerra.

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  3. Mi querido anónimo. Sería bueno comenzar con una definición de lo que se entiende por la palabra guerra y por la palabra violencia que va implícita. Ya el propio lenguaje, por el que se define al hombre lleva como componente una violencia elemental; primero por el ejercicio de someter la realidad a conceptos y palabras encorsetándola y reduciendo su ser a fenómeno. El diálogo encierra violencia y confrontación (sana porque se trata de ver que percepción es más aproximada y segura). Quiero decir que la violencia está en el mediastino humano. Pero el ejercicio de la violencia tiene mejor expresión en la fuerza que se hace a la naturaleza cuyo ser es percibido como violencia (terremotos, huracanes, inundaciones…) No hay técnica ni arte sin violencia. Y no hay avance cultural sin violencia. Ya no hay arquitectura sin previa demolición o preparación violenta del solar. Relee Gustavo Bueno La vuelta a la caverna pág. Edic. de mayo 2oo4 pág. 74 y ss.: la guerra como violencia institucionalizada, tiene por allí su tratamiento enriquecedor conceptualmente por su sólida fundamentación filosófica.
    “No a la guerra” supongo que se refiere a la guerra “injusta” pero esa expresión que parece salir del iusnaturalismo ingenuo de Rousseau no resiste análisis afinado. Un estado, según el mismo derecho Natural, tiene "derecho" a expansión para mejora y bienestar de sus miembros y otro tiene derecho a defender su equilibrio interno… etc. El enfrentamiento podría ser regulado o impedido por leyes internacionales de organismos superiores con fuera para imponerlas. ¿Es la ONU ese organismo? No, evidentemente, porque es supranacional, pero no tiene fuerza más que la que le dan los estados que la componen y con derecho a veto por parte de algunos! ¡Manda narices! La ONU se convierte e una alcahueta cuando dictamina sobre estas cuestiones. Se trata de una convención que se usa cuando conviene.
    ¡La declaración de los derechos humanos!... (Es redundante lo de humanos, porque no existen otros que sólo el hombre, creador del derecho como utensilio de organización, se da a sí mismo.) Pero ¿quién tiene fuerza suficiente para imponerlos? Su promulgación es un hermoso destello de racionalidad humanitaria. Pero hasta tanto no exista organismo superior capaz de imponerlos son papel mojado y refugio de idealistas. (Basta echar una ojeada a la Siria actual) Idealista es la palabra que me gusta y que me gusta porque te define, amigo mío. Es ingenua (al final de tu entrada) la definición de la persona que ejerce “un cargo público”. Tan ingenua que te pondría en serio aprieto el que intentaras dar nombres de ese político ideal que describes y sus derechos. En Asturias dicen para esa cosa insólita “nunca lo vi”. Pero me gusta que al menos en el terreno teórico, (como no puede ser de otra manera) se hagan esas pequeñas construcciones utópicas. Y haya gente que las sostenga con vehemencia (sin violencia) como nostalgia de lo que pudo ser y… nunca lo vi. En cuanto a lo de los derechos humanos… ya sabes. No hay derecho si no hay una fuerza capaz de promulgar y sostener. Podemos estar de acuerdo en que así debía ser, pero el deber-ser anda muy lejos siempre de la realidad. Como ves, soy pesimista y estoy en desacuerdo intelectual contigo, pero tengo un acuerdo emocional con lo que dices y con las personas que defienden semejantes posiciones. Un abrazo.

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  4. Querido Venancio, me permito compartir algunas observaciones ¿ingenuas?, ¿idealistas?, sobre el ejercicio de los derechos humanos- también les podemos llamar derechos fundamentales si te gusta más el término. Mis argumentos no se basan en el idealismo o la ingenuidad, me gustaría contar más reserva de ambos. Hablo desde la más prosaica observación de lo que hacen o dejan de hacer seres humanos a los que he conocido y cuyo hacer he seguido durante muchos años.

    La declaración universal de derechos humanos durmió el sueño de los justos hasta que personas individuales cuyas vidas estaban siendo desgarradas, se dieron cuenta de que podían hacer uso de este instrumento para poder enfrentar la violencia de que eran víctimas. Estas demandas encontraron eco en movimientos sociales de otros países y así empezó un largo camino. Desde entonces, muchas personas han hecho valer los derechos fundamentales. Frente a gobiernos que niegan estos derechos. Te dejo abajo una entrevista a una entre estas personas, ¿la consideras idealista?.- mira la última frase de la entrevista...

    Blanca Isabel Martínez
    Directora del Centro Diocesano para los Derechos Humanos Fray Juan de Larios, A.C. | Saltillo (Coahuila)
    «No sabes qué es lo que vamos a ganar ni quién va a ganar qué, y son miles y miles de víctimas»

    Es difícil decir cuándo empecé a definirme como defensora porque vengo de un proceso de militancia social, y en algún momento de mi caminar se enriqueció la demanda social con la propuesta de derechos humanos. Pasé diez años en Chiapas, seis de ellos como directora del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas [Frayba]. En el contexto del conflicto armado, en el ‘94, empecé a colaborar también con la Comisión Nacional de Intermediación para el conflicto en Chiapas. Allí, con todas las demandas de derechos, de atención a las causas estructurales que estaban generando las condiciones de marginación, discriminación e injusticia estructural con los pueblos indígenas, se reafirmó, potenció y, quizás, visibilizó más mi identidad de defensora.
    Los tiempos fuertes del conflicto armado fueron muy muy difíciles. Fueron experiencias muy dolorosas y muy fuertes humanamente porque dices: «¿Cómo es posible que alguien haga esto?, ¿por qué vienen a masacrar, desplazar, desaparecer a la gente?»
    Yo lo comparo mucho con este momento que vivimos ahora porque es también una guerra, una guerra diferente: un contexto diferente, actores, procesos sociales y esperanzas diferentes. En el conflicto chiapaneco, yo veía algo de esperanza, aquí veo mucho caos. No sabes qué es lo que vamos a ganar ni quién va a ganar qué, y son miles y miles de víctimas. Desapariciones, ejecuciones, secuestros masivos, desplazamiento forzado, cuestiones muy similares a lo que me tocó vivir del ‘94 al ‘99.

    Cuando recién llegué a Coahuila, dije: «Híjole, este país es una haciendota». Por la lógica de organización social, el control económico y el tipo de relación laboral muy parecida al acasillamiento [sistema de sujeción del peón a la hacienda], sobre todo en la zona carbonífera. Te preguntas: «¿En qué año estoy?» Viven en unas condiciones de pobreza tremendas que no te lo esperas de un estado del norte. No hay familia a la que tú hables en la zona carbonífera que no tenga a alguien que murió en algún siniestro de una mina. Es una realidad que pocos conocemos en el país. Como poco se sabe qué pasa en Coahuila y qué pasa con los desaparecidos.
    ...
    Después de estar varios años trabajando con comunidades indígenas, donde su lógica de organización comunitaria es muy natural, aquí la gente yo creo que se organiza de otro modo, y es más lento. Entonces los procesos de organización para la defensa de los derechos humanos tienen otro nivel de complejidad.
    Creo que la defensa de los derechos humanos no es individual, no se reduce a lo jurídico y fundamentalmente es social. Si los sujetos del derecho no se organizan, nadie va a defendérselos. Y los derechos, de una u otra forma, se defienden colectivamente.

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    1. Tengo miedo de haber herido tus sentimientos cuando hablé de ingenuidad e idealismo. Acaso no tenga yo palabras ni conceptos que los superen en hermosura. Y quizá tu respuesta esté diciéndome o incluso reprochándome el que me dedique a aclararme tantas cosas cuando hay tanta gente que está luchando por hacerlas realidad.
      Creo sinceramente y con mucho dolor que ese tipo de manifiestos –los derechos humanos- hablan de fondos sagrados de humanidad que es preciso preservar, como se quiere preservar la Amazonía, dentro de un mundo que sin cesar se destruye.
      La violencia a que se está sometiendo el planeta, nos pasará factura más pronto que tarde (ojalá no lo vea) y la violencia que se hace al hombre por el hombre es hoy lo mismo de horrible que en el III Reich o en las Canteras de Sicilia en el siglo III a. de C. o en el seno de una familia donde se apalea a la mujer, o en la más sórdida sacristía donde se corrompe a un niño o en la pantalla del ordenador desde la que se hace violencia a una niña que despierta al erotismo. Por eso es tan emocionante que haya luchadores como los de Green Peace o como Blanca Isabel o tantos y tantos de Médicos sin Fronteras o Misioneros de los parias luchando contra la pobreza más atroz. Muy lejos de mí negar esas realidades o devaluarlas con un gesto crítico de petición de principio lógico a sus propuestas.
      Pero, la realidad bruta es como es y lo más sublime puede ser usado cínicamente por estados, naciones o predicadores.
      El “no a la guerra” es un slogan eficaz, desde luego, para reunir gente tras una pancarta (por cierto ya podemos ir pintándola ante la previsible tormenta que se cierne sobre Irán.) Yo sólo quería decir que esgrimir la “idea de los derechos humanos, fundamentales” es inútil cuando no es posible una Nación de Naciones absolutamente independiente, con poder para protegerlos frente a cualquier agresión y con tribunales que juzguen las transgresiones. Sólo eso. Los franco-tiradores de esos derechos son admirables, desde luego. Que se agrupen en sociedades para combatir con más eficacia la injusticia es muy loable. Que el mundo entero tome conciencia de ese valor que debe defenderse es un noble ideal. Pero que en la naturaleza humana reside el egoísmo como motor de los actos y que la inteligencia acomoda las verdades a su conveniencia, y que esa hermosa lucha está condenada al fracaso, me temo que también es verdad descarnada que por el momento no puede ser refutada por la realidad (ojalá).

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    2. En cualquier caso, es más una cuestión de jurisprudencia (efectiva) que se justicia (declamativa), de poder ejecutivo más que legislativo. Porque las leyes ya están ahí, falta que se cumplan y se respeten. Decir, por ejemplo, que los millones de niños que mueren de hambre sin cesar "tienen derecho" a comer es, por motivos que todos sabemos muy bien, una vergonzosa infamia.

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    3. Errata: quise decir "DE justicia..."

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  5. Tal como dices los problemas están identificados y falta un ejecutivo "capaz". El derecho a comer, de cualquiera, llega hasta el plato de los demás y ¿qué hacer con los que no tienen plato. Vuelve a aparecer el lobo que se pone toda clase de disfraces para que su gran plato se respete. "Es una vergonzosa infamia" exacto. La misma de Maria Antonieta: "que el pueblo no tiene pan... que coma galletas". ¿De Justicia?... ninguna definición satisfactoria, ni en el diccionario ni en la selva.

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