A Mateo porque Rosalía –su madre- le regaló un reloj,
previniéndole sobre la fugacidad de todo menos del amor.
Cuando siento en mi pulso tu latido,
una luz por mis venas se derrama,
y es mi brazo la flor de la retama
en un tictac de prado florecido.
Un otoño de cielo amanecido
entra con tu voz por mi ventana
y tu amor es la esfera que reclama
presencia contra el agua del olvido.
Vine a tus brazos y me diste el tiempo[1]
y fue feliz el tiempo entre tus brazos.
Ahora en mi muñeca pulsa el cielo
que abriste ante mis ojos y el desvelo
que el reloj me señala con sus trazos.
Y tú vives en mí, signo del viento[2].
Tercetos Variante 1.
En tus tiernos brazos aprendí todo
cuanto puede aprenderse en unos brazos.
Agora[3] en mi muñeca pulsa el cielo.
Cántaro frágil soy, ardido lodo:
al lodo he de volver hecho pedazos.
Más llegaré a tu vuelo en sólo un vuelo.
Tercetos Variante 2.
Tercetos Variante 2.
Vine a tus brazos y en mi brazo siento
cuánto es el gozo santo de unos brazos.
Pulsa en mi pulso insomne tu desvelo
y el reloj me señala un nuevo cielo.
Soy un pobre botijo hecho pedazos
más tú vives en mí, signo del viento.
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