viernes, 5 de agosto de 2011

Mi pasillo (Riendo con Sloterdijk)

Durante mucho tiempo, tuve una preocupación extraña que me mantenía desazonado. En los inicios de la vida espiritual (yo era por entonces ingenuo novicio de una orden religiosa), después de leer la poesía de san Juan de la Cruz y haber meditado mucho en el pecado, la miseria humana y en la grandeza de los grandes; después de ver al papa Pío XII en lo alto de su silla gestatoria, con sus finísimas gafas y sus pulcras y estilizadas manos bendiciendo a troche y moche llegué a una conclusión insólita. Los santos no van al retrete. Con esta convicción no sin dudas, me fui a mi maestro espiritual y le pregunté directamente: -Padre. Una obsesión me perturba en estos días. Puede parecer absurda pero para mí es importante: ¿Iba Jesús de Nazaret al retrete?
Mi maestro espiritual un viejecito ascético y pulcro, una brizna intolerante con el pensamiento atrevido, me miró, me remiró, brilló en su ojos un rayo de cólera, sus mejillas enrojecieron. Me señaló la puerta y antes de que estallara su santa indignación yo ya lo tenía decidido: Jesús de Nazaret no iba al retrete. Retrete significa retiro. Jesús se retiraba de la visión de los suyos, pero era para orar y nada más o, como mucho, para arreglar los caminos del reino. No. Jesús de Nazaret no iba al retrete. Y me paré en medio del pasillo y concluí: el miedo condiciona el conocimiento del mundo.

En otra ocasión se me presentó, como dificultad de fe, una posibilidad absurda. Absurda en el sentido de que, puesto que no había ocurrido, su sola imaginación carecía de sentido. En las clases de teología, la demostración de que Jesús era Dios discurría por los argumentos de la Escritura, la Tradición y los Santos Padres y finalmente la Razón, como exigía el tomismo más rígido. Aquí entraba mi sentido crítico un tanto infantiloide pero atinado. Si el Hijo tenía la Naturaleza del Padre y el padre era Dios, el Hijo era Dios.  –Padre, -dije a mi maestro- si Jesús de Nazaret que era Dios hubiera tenido un hijo –un suponer con María de Magdala o de Cleofás o con cualquiera otra u otra cualquiera- ese hijo sería también Dios?
-Hijo mío -me dijo mi maestro un tanto mosqueado, pero sin argumentos-, tienes que controlar la imaginación que como decía santa Teresa es la loca de la casa o se nos va a llenar el cielo de dioses otra vez. Y en el pasillo, concluí: la burla y la ironía deciden también sobre la forma de conocimiento. 

Perdóname, lector, por estos arrodeos que no son otra cosa que dar vueltas sin juicio. No te irrites conmigo si te cuento otra peripecia de mi pensar de entonces. Leyendo el Génesis, me encontré con el célebre pasaje de Caín y Abel. ¿Recuerdas? Aquellos dos hermanos, uno bueno y otro malo (no sabemos por qué) uno pastor y otro agricultor. Los dos ofrecen a Dios sus bienes en sacrificio. Abel las primicias de su ganado (¡Pobres corderos sacrificados!) y Caín las primicias de sus campos (con lo caras que están las cerezas del Jerte, sobre todo las primeras) Pero el humo de los sacrificios de Abel subía recto a las narices de Dios y Dios debía de aspirarlo con fruición y simpatía mientras que el de Caín (¡menudos humos!) no alcanzaban a elevarse hasta Dios… en fin que a Dios le complacía más Abel que su hermano, cosa natural por eso de que el amor no tiene porqué justificarse ante nadie. Así que Caín, cabreado o mejor, hortalizado porque las cabras eran de su hermano, y muerto de envidia “se alzó contra su hermano Abel y lo mató. Preguntó Yavé a Caín: -¿Dónde está Abel, tu hermano? Contestóle:- No sé. ¿Soy acaso el guarda de mi hermano?”

Ya no me atreví a ir al buen maestro de novicios, pero me quedé muy pensativo en mi pasillo sin ventanas. El tal Yavé  seguro que era gallego para preguntar tan capciosamente. Y Caín si no era de Lugo, era de Pontevedra por que el tío responde con otra pregunta. Podía haber dicho: Le prefieres a él porque sí. Desprecias el sacrificio que te hago con todo lo que me cuesta trabajar el campo mientras mi hermano toca la flauta bajo una palmera. Depositas en mi corazón la envidia, me pones en la tentación, me dejas caer en ella y luego me preguntas algo que ya sabes. Vete a freír espárragos de los que te ofrecí en mi último sacrificio o a hacer una barbacoa con mi hermano Abel y su rebaño. Lo que hagas me importa un pito. Pero no. Caín responde cínicamente a la pregunta cínica, porque tiene miedo (A ver qué me va a hacer este… ) y le contesta a la sombra del paseante solitario,  a la gallega:“-¿Soy acaso el guarda de mi hermano?” ¡Vamos, que le sigue el juego con absoluta desvergüenza!  (Me ha divertido mucho leer esto en un filósofo alemán. El castigo, por lo demás, es bastante bobo. “La tierra te negará sus frutos y andarás por ella, fugitivo y errante.” Yavé ni siquiera le aplica la ley de Talión sino que al contrario, le marca para que nadie lo mate. Le condena a ir fugitivo y errante por el mundo, y que la tierra le niegue sus frutos, Entonces apareció en mi pensamiento una idea que me dejó indefenso: -Yavé está viejo o agotado del esfuerzo creador del cosmos y los asuntos humanos se le escapan. Chochea. Caín es un tipo símpático. Un asesino simpático, como tantos otros, más tarde, de esos que salen en la tele y la gente dice que tenían cara de buenas personas. Además, Caín poseía un raro sentido del humor pero le molestaban las bromas y las preferencias del poder. (La administración está llena de enchufados)
Y dice Dios: -La tierra que labores te negará sus frutos… y Caín: Gracias por el aviso porque va a trabajarla Rita.  Y Dios: -Andarás fugitivo y errante… Y Caín: -Y ¿adónde voy a ir si todavía no hay hay una puñetera agencia de turismo? Me iré tan ricamente al este del Edén y a vivir que son dos días.
En la soledad de mi pasillo sinteticé: el cinismo es una forma preciosa de comprender el mundo y escabullirse de muchos de los golpes con que la vida parece vengarse de nosotros. Los gallegos son sabios.
Amigo lector. Que esta pequeña parodia no te parezca idiota. Si acaso una brizna irreverente pero se justifica por una lección que sacaremos otro día y que te anuncio ahora. El mundo no es más que interpretación. El texto sagrado, tan hermoso, ha sido interpretado tantas veces, que es posible que no quede palabra sin analizar en el microscopio del interés personal o de grupo. Cada cual lo entiende a su manera… cada cual… pero de eso hablaremos otro día con otras dudas que tengo, cada vez mayores, desde que me quedé sin maestro espiritual. Quédate tú con estos hermosos y sabios versos de Campoamor que tan bien resumen lo que te quiero decir: En este mundo traidor/ nada es verdad ni mentira/ todo se ve del color / del cristal con que se mira. 

1 comentario:

  1. Sin duda eran gallegos. Nos hemos reído tanto leyéndolo... Sobre todo Hooker, nuestro pequeño Caín.

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