lunes, 5 de septiembre de 2011

El poder

Antiguamente se decía que una persona educada era una persona leída y escribida.  Hoy hay que decir: ‑Que no, mamá, que se puede ser imbécil en tres carreras y gilipollas en cinco idiomas. Es decir; el conocimiento opera sobre la inteligencia pero no sobre la sede del poder, la voluntad. El Dios de la teología era inmutable porque era todopoderoso. El poder no cambia, es un dios. El poder dice: ‑¡Quiero continuar aunque tenga que adaptarme! y lo dice en esa jerga peculiar suya que maneja clichés a troche y moche. El poder, cuando de veras quiere permanecer, es decir siempre, lo hace desprestigiando a la oposi­ción y asegurando que sin los que actualmente lo ejercen la vida será el caos. No repara en que sólamente un buen enemigo dará la dimensión de su valía. No es bueno desprestigiar a la oposición, pero, no hay que apurarse, en la medida que quiere el poder la oposición tiene la misma ética. Porque cambian los individuos pero no la legalidad del poder. Todo ha cambiado desde la muerte del Señor, todo, menos el Señor que ya no se llama Franco pero ha ocupado la misma poltro­na. Pensábamos que los famosos cuarenta años iban a cambiarse de un plumazo y que el Poder lo iba a lograr. ¡Qué error! La dictadura dejó impresas en el alma imáge­nes deformadas de la libertad. En ellas perdura la dictadura. A esa manera interiorizada de la dictadura le vale  aquella idea  evángelica: ‑El Reino, dentro de vosotros está. Han de pasar muchos años para que perdamos esos feos modelos que transmitimos a nuestros hijos.

     La jerga del poder es siempre la misma y se apoya en un pequeño conjunto de dogmas que llaman pomposamente teoría políti­ca, o peor, filosofía. Lo que diferencia a un político de un intelectual es que, aquel tiene una jerga llena de certezas y verdades, porque nada tiene que ver con la verdad o la autentici­dad, mientras que éste, porque no usa jerga, sino un lenguaje cada vez más sutil que se refiere a lo verdadero o lo bello, es un tipo inseguro. El político cuando analiza el lenguaje de su oponente no es para buscar en él lo poco o mucho de verdad que pudiera hallarse, sino para descalifi­car a la persona que lo usa, como necio, incompetente, estúpido, corrupto, indigno de ostentar el poder que pretende. Los políti­cos están muy preocupa­dos por la moralidad... ajena. Ellos no necesitan moralidad sino imagen. No les preocupa robar, sino que la prensa canalla los pille con el pastel en la mano. Cuando eso ocurre suelen decir que confían en la Justicia ... etc. Cuando ocurra lo peor se mantendrán un tiempo apartados para maquillarse y cambiarán de imagen, Suelen aprovechar la imagen de los demás: Unas pinceladitas de Machado pueden darme aire inte­lectual. Un poquito de piano puede darme apariencia de alma sensible y político culto y diferente. De uno aprovechan el aire meditativo, de otro el chiste fácil, la frase ingeniosa. Del de más allá el porte aris­tocrático. De aquel otro, el desgarro y la camiseta sucia de obrero... Son hábiles y rápidos en el cambio de máscara. Ahora se comportan con escepticismo, ahora con intransigencia. Todo son máscaras y guiños de perillán y el teatrillo de bubulú, que tanto les gusta, es el Parlamento. En cuanto a las citas con que suelen apoyar sus asertos tienen la más variada procedencia, pero sería conveniente que el Parlamento editara un manual de citas para evitarles la vergüenza del error; una cita mal hecha echa abajo un discurso y subraya la mentira y estupidez del mismo. Los po­bres las toman de donde pueden y no se paran nunca a comprobar­las. A veces, tras una frase rotunda destinada a tapar la boca o a hacer reír a  los amigos bajan el micrófono con un gesto rubri­cante. Otras cogen el micro como si fueran a masturbarlo y en efecto su discurso es una pobre eiaculatio. Como se ve, la gente del poder está muy mal educada pero ¿a qué persona cultivada se le ocurriría reclamar poder para sí como si fuera un beneficio? Ahora les preocupa no la corrupción y su eliminación sino la imagen fea que esa sombra da de ellos. Pero no corregirán su conducta sino que tratarán de que los ciudadanos cambien de opinión. Y aquí termino. ¿Qué se puede esperar de gente así?


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