jueves, 10 de noviembre de 2011

A dónde vamos a parar.

Ahora que se acercan las elecciones, esa frase de popular asombro, muestra esquinas y perspectivas en las que sopla el viento del desamparo y desde las que surgen sombras y amenazas que hacen difícil aquella calma y aquel sopor en el que, la confianza en la tripulación nos daba la tranquilidad de que el barco llegaría a buen puerto. Pero... ¿a dónde vamos a parar?
El momento de la urna ha llegado. Hasta aquí, la tripulación te dio la tranquilidad de no preocuparte por ningún destino: “¡Disfruta del bienestar! Esto es un crucero en el que la tripulación está a tu servicio. No preguntes por el destino porque lo que importa es el viaje de placer”. En esta situación, la pregunta no surgía, porque el ambiente era adormecedor. Sólo algunos viajeros atentos miraban al horizonte y alcanzaban a ver nubes inquietantes. Enseguida aparecía un tripulante o la megafonía del propio capitán que desautorizaba al vidente con la acusación de “catastrofista”. ¡Duerma usted tranquilo que no pasa nada!
Parece que sí pasaba y que el capitán y la tripulación no interpretaban bien las señales lejanas del temporal y el temporal ha estropeado el crucero que tenía el nombre de “Bienestar”. Después, los mensajes se han ido sucediendo, cada vez más rápidos, cada vez más acezantes: Señores pasajeros les habla el capitán del Crucero Bienestar: por razones de seguridad pónganse los salvavidas que encontrarán en el armario de su camarote. Señores pasajeros, un cañonero llamado “Mercachifles” amenaza con disparar a nuestra línea de flotación, suban a las lanchas de salvamento. No contábamos con los piratas. Señores pasajeros, vuelvan a sus camarotes pero no se quiten los salvavidas porque se acerca una tormenta del copón no detectada por nuestro radar. Señores pasajeros, prepárense a evacuar el crucero Bienestar, porque se han abierto importantes vías de agua. Señores pasajeros, parece que de momento, se han taponado las vías de agua, pero no abandonen la cubierta. Señores pasajeros no se alarmen demasiado porque estamos en contacto con barcos que ya han rescatado otros cruceros.  Señores pasajeros, el capitán está bajo una gran depresión, ¿hay algún pasajero que sepa cómo se dirige un barco?
En esto un grupo de pasajeros indignados gritan hasta enronquecer: La tripulación nos está dando por la popa. La tripulación se ha llevado las subsistencias. La culpa la tiene Aznar. La culpa la tiene Zapatero. El sistema de navegación está podrido. Uno grita: “Un socialista me ha robado la cartera”. Otro dice: “He visto en la popa la sombra de Aznar y de Bush” Otro grita en valenciano: miren, miren: Camps en calzoncillos para disimular. Dos carcamales de la política intentan resucitar a Pablo Iglesias y tres encapuchados pasan perorando no sé qué y si sé qué sobre armas y presos.  Y no hay quien entienda nada: sobre todo si miras las tertulias que se han colocado a babor y a estribor, a proa y a popa. ¿a dónde vamos a parar?
Llegan las elecciones y volvemos a votar el capitán y la tripulación que ha de llevar el barco. A ver si en lugar de votar al que nos cae más simpático o el que promete más bienestar, votamos al que sabemos que tiene mejor talante de barquero. A ver si una vez elegido el mejor no resulta que era Caronte, el barquero de los infiernos grecolatinos. No hay muchas opciones. Uno, el conocido contramaestre del Crucero que debió de interpretar mal el viaje y el otro, uno que dice que él puede llevar el barco a buen puerto y que tiene un montón de gente preparada para interpretar el estado de la mar y el trabajo que hay que hacer para dirigir el timón. El primero tiene en contra que estando al lado del capitán, ni ha sabido sostenerlo ni le ha orientado cuando el timón se le resistía. El otro parece que ya condujo el Bienestar en otras situaciones y asegura que lo hizo bien.
Y todos nos preguntamos ¿a dónde vamos a parar?
Cosa rara. La tripulación y muchos de los pasajeros de primera tienen magníficas lanchas rápidas y no un simple salvavidas. Cosa rara. Una gran parte de la tripulación se ha descubierto que es un lastre para el Crucero y han conseguido camarote de lujo para toda su vida. Cosa rara. El propio capitán dice que abandona el mando para no ser carga pesada para su equipo, para la tripulación y para los pasajeros. Cosa rara. Los barcos de rescate están poniendo unas condiciones que parece que pueden ahogarnos más que rescatarnos. ¡Estamos buenos! ¿A dónde vamos a parar?
Quizá cuando nos rescaten, si nos rescatan, podremos decir aquello de “como pa habernos ahogado”. De momento hay uno que dice que el esfuerzo es de todos (los de siempre) y otro que dice que lo que se necesita es la confianza. Ay, Dios. Y el timón se mueve, no por la mano de un capitán, sino por la fuerza del viento Norte. O con el máuser o con el euro. ¿A ver si están en ese juego? A ver si lo que no lograron con el máuser lo logran con el euro?
Cuando vayas a meter el voto en la urna, chulona mía, amigo mío, hazlo con temor y temblor y pregunta directamente ¿a dónde vamos a parar? O como en las ateas películas americanas donde siempre hay alguien que grita: ¡Que alguien me ayude! Y si no ves a nadie, amigo, desespera. No te indignes. Desespera conmigo porque si sale bien, eso que ganamos, y si sale mal no te dolerá tanto porque es lo que temías.

5 comentarios:

  1. Solamente nos queda confiar en la llegada de un futuro mejor.

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  2. Si que es cierto. Pero si es cierto también que cualquier tiempo pasado fue mejor, el asunto se vuelve peliagudo.

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  3. El futuro es ese lugar donde nunca estaremos.

    Magnífica metáfora marítima, tan sólo añadir que el buque es de bandera china. ¡Yo voy a votar a Fufi!

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  4. Un futuro mejor es siempre el futuro imperfecto. Suele dársele el nombre de Utopía. Perdonen este pesimismo.

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    1. Que pidan perdón los optimistas, ¡miren adonde nos han llevado!

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