martes, 8 de noviembre de 2011

El apetito de Negrín



18 de noviembre de 1937. Antes de entrar en Madrid, por donde anda el Gobierno de visita, se detiene este a comer en Vicálvaro y el anfitrión es el general Miaja. Los invita en una casa requisada para el ejército cerca de su puesto de mando. La casa tiene el nombre de El mío rinconcín y Azaña nos aclara: -Miaja es asturiano. Después sucede la anécdota del bando. Miaja colocó un bando en la puerta de su Rinconcín y alguien lo ha quitado, quizá para que el Presidente no lo viera. Pero Miaja lo exige y se lo muestra a Azaña. El bando tenía dos artículos: por el uno, se prohibía a la oficialidad mantener conversaciones obscenas durante las comidas; por el otro se multaba a los infractores con multa de cinco pesetas que se destinarían “a un fondo para fines benéficos (champagne)".
-Con esta gente joven no se puede, -dice el General. En una comida recaudé 125 pesetas”.
-“¿Usted no ha pagado ninguna multa, general?”
-“Yo no, señor Presidente”.
-“Veo que conservan ustedes el buen humor. Me alegro”.
Madrid vive horas de hambre y penuria insoportables, porque el abastecimiento está  cortado y esa es una situación que a Azaña le angustia… Se necesitarían mil camiones diarios. En varios lugares de su Diario, pregunta por qué no avanzan las obras de un pequeño tramo de ferrocarril entre Tarancón y San Fernando que subsanaría el problema, pero no halla respuesta. Azaña subraya la ineptitud y el abandono de los responsables.
Mi tía Trini allá por los años 60 me contaba la penuria y el hambre de Madrid, las colas eternas desde las cinco de la mañana, muerta de frío, para conseguir un chusco y un poquito de aceite, y yo pensaba que era exageración. La dueña de la pensión donde mi mujer residía, entonces novia, le contaba cómo su hermana y su tía murieron de inanición y después supe que no eran casos aislados los de ese tipo de muerte. Madrid sufre de hambruna y mucha gente cae muerta de hambre irremediablemente. Besteiro las llama "muertes blancas". Contrasta esto con la indecencia de los sindicatos que, del abastecimiento general, hicieron acopio de alimentos para sus afiliados, dándose el caso de que para comer, había que ser de la CNT en algunos distritos. Y contrasta esto con la abundancia en que vive la gente del gobierno y la inmoderación y despilfarro simbolizado en el champagne.
Entran pues en El Mío rinconcín y se sientan a una mesa bien provista. Todos comen con apetito pero la mirada crítica de Azaña repara en la avidez del Presidente de Gobierno, Negrín:

La copiosa comida, reto a la voracidad de los estómagos, fue honrada cuanto podía soñarlo el anfitrión. Había allí gente de muy buen saque, pero a todos nos dejó atrás y con mucho, el presidente del Gobierno. ¡Qué robusto apetito! Para empezar se tomó dos platos de sopa, muy colmados. Nunca había visto yo cosa igual. Junto a Negrín, don Lope de Sosa es un inapetente. (…)

Don Lope de Sosa es, como sabes, el personaje de Baltasar de Alcázar en el poema de la Cena jocosa, que devora ricos manjares describiéndolos desde su voraz apetito.
¡Tenían que visitar el frente de Cuenca, pero ya no les quedaba tiempo! ¡A la tropa muerta de hambre y en alpargatas, discursitos!
No soy historiador. Sólo soy lector y seguramente un mal intérprete de un testimonio histórico de primera mano. Me complace saber el dolor de Azaña patente en muchos lugares de sus Diarios y la urgencia con que requiere que se solucione el abastecimiento de la ciudad. Azaña, da testimonio de cómo comen los privilegiados mientras, al lado, toda una ciudad se muere de hambre. Dejo constancia aquí de que lo que me escandaliza es ¡el champagne de la oficialidad y el apetito de Negrín! como más tarde el lujo y el despilfarro de los privilegiados del régimen nazi. De todas formas la responsabilidad de ese martirio de Madrid, la República la cargará sobre los sublevados y no sobre su indiferencia, su falta de coordinación, el despilfarro en el presupuesto y sobre todo la ineptitud ante la urgencia del "comer hoy" que la ciudad tiene. Y las dos cosas son verdad. Pero tengo para mí que de Franco no podían esperar nada y Madrid, en cambio, lo esperaba todo del Gobierno por cuya legalidad resistía bombardeos, piojos y hambre. ¿No es una tragedia?

Nota:  Indalecio Prieto tiene un artículo en El Socalista del 6 XII 1956, ya en Toulouse, que cruzado con este de Azaña, ilumina ese ángulo de inmoderación del personaje. El artículo se titulaba "Juan Negrín un hombre singular". Allí  dice Prieto: "Comía y bebía lo que puedan comer cuatro hombres juntos, pero, a fin de eludir testigos de tamaños excesos, cenaba dos o tres veces en distintos lugares. Muchas noches hizo su primera cena en mi casa, para luego hacer la segunda en un restaurante y más tarde la tercera, si venía bien, en cualquier cabaret. Educado en Alemania, adquirió allí ciertas costumbres remedadas de la Roma neroniana, como evacuar el repleto estómago enjuagarse la boca y continuar vaciando platos y botellas." No es muy generoso Prieto con un hombre que había muerto no hacía un mes.

Todo esto no es más que un escorzo, una mirada desde un ángulo. Pero un hombre tiene miles de perspectivas. ¡Qué sé yo! Temo que mi mirada no sea muy piadosa. Pero Azaña lo cuenta así.

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