domingo, 1 de enero de 2012

Falsificación

“La expresión de un sentimiento no falseado es siempre banal. Más banal cuando menos falseado, pues para que no lo sea hace falta esfuerzo”. Adorno

Quizá esté aquí el secreto de la ausencia de interés por nuestro cine:  la falta de esfuerzo de los cineístas en la observación de la vida y su reproducción estética. En el cine, la retórica de la exageración para contenidos tan simples, así como la naturalidad del diálogo que no debe distinguirse del de la calle, unido a esa voluntad de “transgresión”-supongo que moral sobre todo- para epatar a un supuesto lector muy dentro de un sistema de valores tradicionales… igualan por lo bajo a todos los espectadores, la mayor parte de los cuales, en venganza, opta por no asomarse a la sala o hacer zapping cuando se encuentra con ese cine en un canal de televisión. Esta es la razón por la que las películas de Almodóvar no resisten una segunda lectura si no es por adictos a ese tipo de imagen de colorines o al mito que se ha creado del autor. Con pretensiones de profundidad y aún de cargas de profundidad, como aseguran algunos, sus películas son irremediablemente banales. Si además llevan un propósito catequético con propuesta incluida de otros nuevos valores éticos (con burla incluida de los venerados por la “moral establecida”) el asunto puede bordear la indecencia que tenían aquellas películas que hace años calificábamos de “españoladas” cuando defendían esa moral establecida (no se sabe bien por quién).  
La falsificación a que se refiere Adorno es la misma que aquella a la que se refería Platón cuando decía que lo poetas eran todos mentirosos. El trabajo de mentir es el trabajo de reproducir según reglas y respetando los materiales y sus legalidades internas. Y el esfuerzo ha de conducir a la reproducción de la esencia misma de la vida: aquello por lo que la vida es vida y no otra cosa.
Cuando lo que trasparece es la vida vana, la cáscara de la vida y su insufrible verborrea, el cine se acerca peligrosamente al reality. Y cuando la imitación versa sobre estereotipos, la falsificación significa sencillamente impotencia de percepción. No otra cosa revelan algunos personajes falsos de Almodóvar: el mariquita emperi-follado, el cura cruel o pederasta, la chica desinhibida, la monja folclórica, o el lenguaje obsceno disfrazado de naturalidad… etc… Pero lo intolerable es la forma directa del lenguaje tanto el observado en la calle como el de la gestual propuesto por el autor. Se trata de un lenguaje simple, carente de sutileza, recitado porque no procede de un mundo interior que quiere revelarse, acompañado de una gestual estereotipada o en función del gag y el humor más inmediato. El cine, así, miente en cada secuencia, en cada sintagma, en cada proposición. A muchos, la sorpresa puede compensarlos y divertirlos (¡ojo! compensarlos de los euros malgastados en la entrada) pero al ojo, analítico muy pronto se le hace patente la banalidad en un bostezo irreprimible.
Es preciso el esfuerzo falsificador capaz de imitar la magia de la vida que late bajo una superficie vulgarmente coloreada. Es preciso esfuerzo de falsificación.

4 comentarios:

  1. Las películas de Almodóvar tienen una estética mezcla del neorrealismo y el cine de colorines de Doris Day, como la vida misma: Así, la chica moderna y hortera presa de la moda, vive en Madrid y va de visita a su pueblo o recibe la visita de sus familiares, como en aquellas películas de pueblerino en la gran ciudad. Pero Almodóvar pone a la moderna y a su madre o su tía del pueblo en un mismo nivel, reflejo de estos tiempos y no de aquellos.
    Sus personajes son los mismos de siempre: gente normal (la mayoría) y gente rara, como recurso que ha sido de siempre en el cine. Y de ese contraste nace la historia que nos pudiera interesar. Los raros pueden parecernos en el cine de Almodóvar los mariquitas, los curas pederastas, o sor yeyé, por ejemplo. Pero podrían haberlo sido un marqués que colecciona vello púbico, su hijo onanista compulsivo o un cura cínico y vividor, por ejemplo, si fuese una de Berlanga. Cada uno pone en escena lo que más le interesa o cree que más va a interesar al espectador. Y en ambos casos, el contraste no es sólo por la relación de estos raros con los demás que no lo son, sino, antes aún, porque Almodóvar y Berlanga los ponen a vivir situaciones tan normales que contrastan con su rareza.
    El “lenguaje obsceno disfrazado de naturalidad”, de lo más natural en la calle, ciertamente, no ha sido muy utilizado en el cine, pero sí en la literatura y en el teatro más popular, del que también bebe descaradamente Almodóvar.
    También bebe Almodóvar del serial radiofónico, que escucharía de niño a las faldas de su madre en la mesa camilla, como tantos de su generación. Y su madre, y sus amigos mariquitas, y los curas del colegio, y sus hermanas, y sor Citroën y las películas y seriales de su vida son sus películas. Nada original es este Almodóvar, desde luego.
    Así, el cine de Almodóvar es producto del pirateo, desde el cine de colorines de Hollywood, hasta Guillermo Sautier Casaseca, pero también del neorrealismo español de Berlanga, del surrealismo de Buñuel, del vodevil…
    No es muy original este Almodóvar, que digamos. Con todo, llena las salas españolas cada vez que estrena película. Pero también en EE.UU. y en Francia y en Japón… porque, seguro, no es Almodóvar un poeta pero, como decía Berlanga “El cine es preferentemente ocio. Somos trabajadores del espectáculo. Habría que convencer a nuestros colegas para que dejemos de pertenecer al Ministerio de Cultura y pasemos al de Industria”.
    Dicho todo lo anterior, a mí también me hace bostezar Almodóvar, pero también Antonioni, Rossellini, Truffaut o el mismísimo Bergman me han servido de somnífero alguna vez.
    En otra ocasión podríamos hablar de “esa moral establecida (no se sabe bien por quién)” y la censura. Pero eso es otra historia.
    Abrazotazos, maestro.

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  2. Es bueno tu análisis del cine de Almodóvar. Sabes mucha historia de las formas cinematográficas. En cuanto al éxito como argumento, nada que decir, porque generalmente prueba lo contrario en lo que a calidad se refiere (los políticos conocen bien ese mecanismo: ¿cómo llenar las urnas sin el ser y sólo con el parecer?). Es el "parecer" lo que cínicamente ha sustituido al Ser. Y es ahí donde el cine tiene un serio compromiso como espectáculo de masas. O es reflejo del mar o es reflejo sólo de su superficie. Tras de "Fanny y Alexander"o "La vergüenza" o "Il deserto rosso" o "Roma" o o o... trasparece todo lo turbio y desasosegante de la existencia. Tras la superficie del "cine español" -naturalmente entendiendo en ese concepto sólo una parte- no encuentro nada, como no lo había en aquel cine americano al que aludes y sus estereotipos. Creo que coincidimos, no sé. Por cierto tu alusión en la última frase a Irma la Dulce nada que ver con lo que decimos, supongo. Quizá me fijé demasiado en Almodóvar y quizá haya que analizar con rigor aquellos elementos del humor que aseguran su calidad y su afilado (otra vez el trabajo) como instrumental del arte. ¡Gracias por tu lección gratuita! Y un abra-azote grande para ti, amigo mío, y que este año te llene de todo lo que deseas.
    Estoy orgulloso de mi anónimo alumno.

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  3. Utilizo el anonimato por respeto: el blog es tuyo. Pero enorme el botín que, sin pretenderlo, me ha reportado: “Estoy orgulloso de mi anónimo alumno” Creo que lo voy a enmarcar para envidia de los amigos.
    Para conocimiento de quienes se asoman a este balcón desde fuera, diré que casi todo lo que sé lo he aprendido de ti, a través de ti o contra ti. Sin embargo, el mal uso que vengo haciendo de ese bagaje es sólo mi responsabilidad.
    Creo que sí estamos de acuerdo esta vez, salvo en lo que dices de Almodóvar. No todas sus películas son reflejo del mar, pero algunas sí. A mí me parece que hay cineastas españoles (Luis Buñuel, Rafael Azcona, Luis G. Berlanga, José Luis Cuerda, Fernando Trueba…) en los que, a veces, el reflejo de la superficie es tan brillante que nos dificulta la visión del mar, pero estar, está. Es el humor, como tú sugieres, ese reflejo que nos encandila. Y a Almodóvar le pasa también en algunas películas. Pero hay mucho mar en “Volver”, seguro.
    El guiño a “Irma la Dulce” es porque creo que es un buen ejemplo de todo lo anterior.
    El orgullo es mío, maestro. (Taurino me ha salido, pero vale)
    Abrazotazos.

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  4. Sí. También en lo de Almodóvar estamos seguramente de acuerdo.
    Muchas veces, por mor de la claridad simplifico de forma extremada. Mi tendencia a la mirada moral sobre la vida y obra de los autores, me lleva o lleva al que me escucha a confusiones graves. Tenía yo ciertos prejuicios contra el Director, como carente de solidez moral y también me parecía que sin ella, no es posible una obra superior. Su paradoja, la de las manifestaciones contra la guerra de Irak y su discursito al recibir el Oscar, me confirmaron en la falta de solidez de las convicciones de Almodóvar. O tal vez, desde otro ángulo, la debilidad ante la golosina del dinero y la fama que implica el Oscar. Lo malo es que este juicio moral pasa a su obra que seguramente no puedo mirar con objetividad. Y aquí parece que interviene el gusto. La diferencia de sensibilidad para la belleza, me lleva a juzgarlo con poca amabilidad.
    Mi juicio sobre el cine español se circunscribía al “nuevo cine”, no a los grandes de nuestro cine, (Berlanga, Erice, Saura, Cuerda, Buñuel!!!!...) ¡No! En ellos la superficie esconde todo el mar de fondo que se presiente. Te contaré una historia que quizá aclare esto: descubrí el mar a los diez y seis años en un viaje que hice a Asturias, a Oviedo. Mi obsesión por el mar me hacía olerlo en Oviedo… Esa percepción hiperexcitada es la que siento en los grandes de nuestro cine. Cada gesto, cada secuencia, cada gag me hace ver en profundidad el alma del país llena de claroscuros. El mar de fondo está ahí bajo una perfección técnica tan alta como la de los grandes cineístas franceses o americanos. Esto es lo que no encuentro en Almodóvar y ese cine que parece que tiene que comprometerse con el Poder, por mor de las subvenciones, sin las cuales ni siquiera hay industria.

    En cuanto al orgullo que siento de haber sido profe tuyo y de tantos otros es bastante natural porque si he de hacer balance, una parte importante de mi alumnado venía a mi clase con un pesado bagaje humano que no necesitaba más que retoques y sugestiones; todos los que como tú han seguido SU camino me hicieron el honor de enseñarme muchas cosas sobre los senderos del alma y también sobre las famosas “sendas perdidas” de Heidegger. Os debo más que vosotros a mí. Estoy orgulloso de vosotros como ando orgulloso de mí, dicho esto modestamente.

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