miércoles, 11 de enero de 2012

Hincheta


Fui al Ayuntamiento y lo encontré cambiado.
Ya sé que el pueblo ha crecido. Ya sé que si crece tengo que pagar más y que si disminuye tengo que pagar más. Lo uno, porque si crece, las necesidades aumentan y lo otro, porque los ingresos disminuyen. Pues bien. El Ayuntamiento  estaba vacío pero lleno. Quiero decir que no había ciudadano que gritara, reclamara educadamente o se mantuviera silencioso y cabreado. Persone! Nobody. (Mierda que no sé en que hablo y ganas me dan de convertirme al catalanismo, no más por avergonzar a Montilla chapurreando un catalán infecto pero mejor que el suyo). Sin embargo, ¡oh, milagro! La gran sala estaba llena. En dos legislaturas y como cada edil coloca los suyos, los ayuntamientos que jamás despiden se llenan.
Me habían mandado al buzón un aviso de carta con toda la pinta de ser una notificación de multa -el Ayuntamiento o manda notas de recaudación o revistillas de cuché (que las pague de su bolsillo el cabrón) para alabanza y gloria del alcalde y sus obras-. (¡Por sus obras los conoceréis! ¡Cuánta más obra, más cuerno y más saca!)
Y ahí comienza un peregrinaje duro:
-Tengo una notificación que no he podido recoger en correos: ¿me querrían decir si hay alguna multa impagada? Había tres chicas en el mostrador que acudieron solícitas.
-Verá es que nosotras somos de servicios sociales. ¿No sabe de qué es la notificación?
-No sé pero tiene pinta de multa de los aguerridos polis de esta casa.
-Ah, pues la que lleva eso está de vacaciones…
-¿Ah, o sea que no están todos los que son? –pregunté asombrado. –
No. Hay unos cuantos de vacaciones. ¡Pregunte a aquel chico que está en aquella mesa!
El chico que se estaba comiendo el bocadillo in situ por miedo a perder el puesto en un ERE intempestivo, me dijo limpiándose los morros con un pañuelito, farfullando con la boca llena:
-Perdone. ¿En qué puedo ayudarle? Era educado el chico y tenía encendido el ordenador.

–Pues vera… Y le expliqué mi problema. Lo siento mucho pero mi compañera es la que lleva eso y está de parto… Cuando vuelva… Pregunte en aquella otra mesa a ver si le pueden ayudar.
 Allá me fui a exponer mi lacrimosa querella. La chica me miró atentamente. Tenía el ordenador encendido y el periódico medio abierto al lado:
 –…Claro, es que si no sabe de que departamento procedía… Este es el departamento de juventud… La tía dijo esto con recochineo porque sin duda adivinó mis años.
–Verdaderamente es difícil… Mire a ver si… Marina –dijo levantando la voz. ¿Puedes atender a este señor?
Fui hasta la mesa de Marina ti voglio al più presto sposare.
-¡Dígame! Era guapa la cría y dudé de que pudiera atenderme…
-Este es el departamento de la mujer –me dijo abroquelándose tras el título.
-No es posible sin datos saber qué notificación es esa. Pero sí. Tiene pinta de multa. ¿Loli puedes tú atender a este señor? Loliii…
Loli la de deporte, festejos y cachondeos  varios no estaba, había salido al café. Y para que se viera que su ausencia era momentánea había dejado el ordenador encendido y el periódico abierto sobre la mesa.
-Si quiere esperar un poco… Me hubiera quedado un ratito no más por mirar aquella sílfide “edílica”.
–Es que ando con un poco de prisa, porque mi mujer se ha quedado en el coche al sol y a lo mejor la encuentro convertida carbón.
–Ya… Pues mire vaya a aquel otro mostrador a ver si allí le pueden ayudar. En el otro mostrador  había un señor de los de antes:
 –Este es de los míos! –pensé.
Bigotito compensador de calva, regordete y con cara de mala uva de esas con la que algunos intentan disimular la poca educación. Le faltaba un diente delantero y también faltaban los manguitos, pero se conoce que ya no los necesitaba porque en su mesa había un ordenador apagado. Me acerqué y antes de abrir la boca me ladró: -Esto es el mostrador de maltrato a las mujeres.
–¿Las maltrata usted mismo?  -iba a preguntar, pero me contuve.
–Pregunte en recaudación… -me dijo.
-Es que allí no hay nadie…
-Y a mí qué me cuenta…
-Este es de los míos. Es el único que no me ha despedido con una sonrisa… Así me gusta. La autoridad es la autoridad y el maltratar a un hombre discriminación positiva. En la pared había un póster con un tío agachado sobre una mesa con un rótulo disuasorio. “Aquí trabajamos para usted. No levante la voz. No se admiten malas caras, todo puede arreglarse con una sonrisa.”
Debí de poner cara de gañán atocinado y me vino a la garganta el grito de Tarzán en el tono de carcajada. Pero me contuve. Fui hasta la puerta y le pregunte al poli:
-¿Podría ver al alcalde?
Con la barbilla me señaló un mostrador vacío sobre el que pendía el letrero de “información”. Lejos oí una cisterna y pronto apareció una señora gordita y frescachona:
-¿Qué desea?
-Pues verá… -
¿Tiene la nota de correos?
–Si claro pero la casilla marcada indica que es notificación del ayuntamiento. 
-¿Y no le dice más? 
-No.
–Pues no podemos hacer nada pero puede ir a la policía a ver si allí eso...
Y el alcalde ¿puedo ver al alcalde?
–El alcalde, señor, ¿para qué quiere verlo? -Pues… -No está. Y  no creo que vuelva en toda la mañana. Se ha ido con el de urbanismo a recalificar…
-¡Diantre! Así.
Al salir me encuentro a un amigo que viene con un papel dispuesto a informarse.
-Vamos. Protégeme de mi mujer que debe de estar hecha carbón en el coche y te invito a una cerveza. –No. Espera que voy a ver si veo…  -No te canses. Todo está perdido. Ya lo dijo Sartre u Ortega y si no lo dijo ninguno debieron haberlo dicho: -El infierno es cualquier Ayuntamiento. Mi amigo puso cara de resignación. -Es cierto. Y lo malo es que tenemos que sostener a toda esta jarca. 
(No me atrevo a poner aquí el letrero de "continuara" por que no me acusen de pesimismo.)

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