viernes, 4 de mayo de 2012

Brindis de jubilación


Quizá debiera haber publicado antes estas notas, esta despedida de la vida docente. Pero nunca es tarde y hoy después de nueve años de jubilado, mis palabras para el claustro puedo volver a firmarlas.

"Antes que nada, quería deshacer el viejo topos que asegura que jubilado viene de júbilo, como estado al que uno accede por méritos de vejez después de unos años de trabajo. Cuando se mete por medio la palabra júbilo, tocamos la tecla del optimismo un tanto bobón y olvidamos que se trata de un participio pasado. Es decir: –Si lo hubo, es júbilo pasado. Seguro que eso estaba en la mente del creador de esa palabra, para aplicarla al estado al que accedemos al final de la carrera docente. Y, en efecto, el júbilo es pasado. Porque, desde luego, fue hermoso tratar con muchachos de alma virginal. Muchachos que empezaban a descubrir su alma, a abrir los ojos de la inteligencia y afinar los canales de la sensibilidad. Allí, nos dijeron, teníamos que estar para ayudarlos. Durante treinta años hemos estado allí y ese tiempo pasado ha sido para todos un dilatado ejercicio de alegría y riqueza. De modo que fue jubiloso el trabajo porque, señalando caminos con el dedo, descubrimos caminos también para nosotros; aprendimos nuevos caminos hasta ayer mismo y esos caminos eran, todos, inicios que, de forma misteriosa mantuvieron nuestra alma en estado juvenil. Pero fue tiempo de júbilo, además, porque, en él, os encontramos a vosotros y con vosotros hemos compartido ese tiempo de nuestra vida. ¡Cuantas veces el compañero y amigo se convierte en un maestro cuya mirada señala una forma de hacer que nos gusta; cuya estética orienta la nuestra y cuya inteligencia estimula la nuestra! ¡Cuántas veces, en momentos de dolor, desaliento y tanteo lleno de dudas, el amigo que da clase al lado, se convierte en un apoyo moral y un letrero orientador en mitad de la niebla más espesa! Queridos amigos, de verdad, el tiempo pasado a vuestro lado y al lado de tantos alumnos que ya nos han olvidado, ha sido de júbilo. Y eso no puede arrebatárnoslo nadie.
Pero si júbilo y alegría son pasados, el nuevo horizonte ¿será de tristeza? Puede ser.
Hay personas para las que el trabajo era una especie de anestésico que aliviaba su angustia y sus tensiones internas; era una necesidad absoluta de huida del interior. Se trata de una enfermedad mortal que aqueja a mucha gente y que ha producido destrozos en muchas almas. Es lo que Marx llamaba alienación. Entre los enseñantes, no es tan infrecuente como podría creerse, porque nuestro trabajo es altamente humanizador, pero también entre nosotros aparece de forma brutal; privado de esa actividad que llenaba su día sin fisuras y vaciado al mismo tiempo por ella; viviendo durante años de rutinas, alejado de los libros o tomando de ellos, no lo que es riqueza personal para él, sino leyendo para llevar unas cuantas ideas a clase o tratando las ideas exclusivamente por su vertiente pedagógica; disfrutando a veces de la pequeña vanidad del que sabe frente al que ignora, entusiasmado con lo que hace pero sin guardar reservas; “tontiheroicamente” entregado a la actividad docente sin cautelas, sin reflexión reposada, si la rumia delicada fuera de la institución, sin la asimilación sosegada del pensamiento que se elabora y crece y engrandece, algunos profesores, al jubilarse, pueden quedarse en un doloroso estado de vacío. Asustados, suelen prolongar la edad de la actividad hasta el límite legal y caen luego en el estado depresivo de quien se ha quedado sin pie firme y sin fondo. ¡Doloroso! Pero no es nuestro caso. No es nuestro caso. La actividad jubilosa a la que aludía, nos fue llenando la vida de tal forma que al final de nuestra actividad docente, decimos no sin cierta nostalgia, desde luego: -Ahora sabemos todo lo que hubiéramos tenido que saber cuando empezamos. Las ideas universitarias, lejos de quedarse anquilosadas, fueron creciendo y vivificándose en la experiencia diaria. La estética, todavía roma de los recién titulados, ha ido depurándose en el trabajo diario y en contacto con los libros, los chicos y con vosotros, queridos compañeros, de tal forma que podemos decir: - El trabajo nos ha humanizado. Ahora nos hemos hecho maestros en el más hermoso de los sentidos. Y ahora, justamente ahora, la administración un tanto cegata nos permite alejarnos del aula. Pero este es el momento de alejarnos del aula. Si hubiera querido hacernos daño, jubilándonos, ya no podría, porque nos llevamos del aula y del claustro de amigos que sois, una inmensa riqueza, que hemos logrado a su pesar. El mecanismo ha sido idéntico al de esos políticos que salen de su puesto enriquecidos con dinero del ciudadano que sufre, pero al revés. Nos vamos sin dinero, como entramos. Pero nos llevamos un inmenso caudal de experiencia e ideas a las que nunca hemos traicionado.  Nos vamos con una inmensa satisfacción, no del deber cumplido por ser deber, como hacen muchos funcionarios, sino del delicado deber-placer cumplido que fue, durante mucho tiempo, un ejercicio artístico de enorme altura. La administración nos hace sin querer el mejor de los regalos: un precioso tiempo de ocio, por si deseamos entregarnos a nosotros mismos en uno de los momentos más bellos del día de la vida: ese en que se inicia de forma imperceptible el dorado de la luz.
La educación ha sido, a pesar de las sombras feas que ahora se ciernen sobre ella, una fuente de riqueza, alegría y placer. ¿Sinsabores? ¿Ingratitudes? ¿Silencios? ¿Vaciedades? ¿En qué profesión no las hay? Todavía guardo una placa de plata que la administración me envió por correo, con un mensaje anónimo: En agradecimiento de los servicios prestados. Una vaciedad. Debe de ser una frase de esas que hacen lo que dicen en el momento y se vacían inmediatamente como las que se ponen sobre la lápida de una tumba. Una frase sin contexto, porque ni el que la grabó ni el que mandó grabarla nos conoce y por tanto es frase sin sentido. ¿Qué nos pueden agradecer?
Somos nosotros los que damos gracias a la administración un tanto ciega, bobalicona y ajena al significado hermoso de la palabra educación. Y damos las gracias:
a)  por haber tenido este destino, que es un trabajo de alta estética en una vida oculta, lejos de la fama, en una delicada mediocridad económica y lejos de las alharacas de los llamados intelectuales de oficio.
b)  damos gracias por la alegría de haber conocido tantas almas que, junto a nosotros, se abrieron al desasosiego intelectual y estético que guarda la semilla del espíritu.
c)  damos gracias por la alegría de haberos conocido y haber tropezado con almas tan despiertas y generosas como las vuestras a lo largo y ancho de nuestra carrera docente.
d)  y damos gracias hasta por la parte tediosa del oficio y su técnica que tantas veces nos aflige: (evaluaciones, papeles, horarios, reuniones, claustros, inspectores, guardias (!) ¡qué horror! partes de faltas (¡santo cielo! cómo pervive, a veces, en las instituciones el léxico militar de la dictadura) recepción de padres, banalidad, inanidad de las reflexiones sobre los alumnos, etc.) También esa parte tediosa ha ayudado a configurar nuestra alma dirigiéndola a la plenitud que cada uno de nosotros haya alcanzado.
Por todo ello y por esta deliciosa comida-homenaje, -que no despedida- damos gracias a la existencia (¿a Dios?) que nos colocó junto a vosotros en esa tarea en la que vosotros continuaréis con la antorcha, iluminando todas esas sombras que el nuevo siglo arroja sobre el alma de los niños. Por ellos ha merecido la pena todo. Por ellos y por vosotros y por nosotros que nunca nos iremos de vuestro lado, levantamos ahora esta copa, para beber juntos en ella todos nuestros sueños de un mundo en paz, libertad y belleza. Por ellos y por todos nosotros, ¡brindemos!"

2 comentarios:

  1. Es un excelente artículo, lleva a la reflexión de la tarea docente. Ardua, sacrificada, poco reconocida, pero sí bien cuestionada por políticos de turno y de acuerdo a intereses ¿Qués es lo que realmente quieren o pretenden?; creo que para nosotros los docentes, a pesar de todo, seguirá siendo una tarea maravillosa, incomparable, que satisface y llena y eso es lo importante.Asimismo, el legado que dejan docentes que hoy deben acogerse a la llamada "jubilación" es no cuantificable, su obra rebasa límites de materialidad.

    ResponderEliminar