Quizá debiera haber publicado antes estas notas, esta despedida de la vida docente. Pero nunca es tarde y hoy después de nueve años de jubilado, mis palabras para el claustro puedo volver a firmarlas.
"Antes
que nada, quería deshacer el viejo topos que asegura que jubilado viene de júbilo, como estado al que uno accede por méritos
de vejez después de unos años de trabajo. Cuando se mete por medio la palabra júbilo, tocamos la tecla del optimismo
un tanto bobón y olvidamos que se trata de un participio pasado. Es decir: –Si
lo hubo, es júbilo pasado. Seguro que eso estaba en la mente del creador de esa
palabra, para aplicarla al estado al que accedemos al final de la carrera
docente. Y, en efecto, el júbilo es pasado. Porque, desde luego, fue hermoso
tratar con muchachos de alma virginal. Muchachos que empezaban a descubrir su
alma, a abrir los ojos de la inteligencia y afinar los canales de la
sensibilidad. Allí, nos dijeron, teníamos que estar para ayudarlos. Durante
treinta años hemos estado allí y ese tiempo pasado ha sido para todos un
dilatado ejercicio de alegría y riqueza. De modo que fue jubiloso el trabajo
porque, señalando caminos con el dedo, descubrimos caminos también para
nosotros; aprendimos nuevos caminos hasta ayer mismo y esos caminos eran,
todos, inicios que, de forma misteriosa mantuvieron nuestra alma en estado
juvenil. Pero fue tiempo de júbilo, además, porque, en él, os encontramos a
vosotros y con vosotros hemos compartido ese tiempo de nuestra vida. ¡Cuantas
veces el compañero y amigo se convierte en un maestro cuya mirada señala una
forma de hacer que nos gusta; cuya estética orienta la nuestra y cuya
inteligencia estimula la nuestra! ¡Cuántas veces, en momentos de dolor,
desaliento y tanteo lleno de dudas, el amigo que da clase al lado, se convierte
en un apoyo moral y un letrero orientador en mitad de la niebla más espesa!
Queridos amigos, de verdad, el tiempo pasado a vuestro lado y al lado de tantos
alumnos que ya nos han olvidado, ha sido de júbilo. Y eso no puede
arrebatárnoslo nadie.
Pero
si júbilo y alegría son pasados, el nuevo horizonte ¿será de tristeza? Puede
ser.
Hay
personas para las que el trabajo era una especie de anestésico que aliviaba su
angustia y sus tensiones internas; era una necesidad absoluta de huida del
interior. Se trata de una enfermedad mortal que aqueja a mucha gente y que ha
producido destrozos en muchas almas. Es lo que Marx llamaba alienación. Entre los enseñantes, no es
tan infrecuente como podría creerse, porque nuestro trabajo es altamente
humanizador, pero también entre nosotros aparece de forma brutal; privado de
esa actividad que llenaba su día sin fisuras y vaciado al mismo tiempo por
ella; viviendo durante años de rutinas, alejado de los libros o tomando de
ellos, no lo que es riqueza personal para él, sino leyendo para llevar unas
cuantas ideas a clase o tratando las ideas exclusivamente por su vertiente
pedagógica; disfrutando a veces de la pequeña vanidad del que sabe frente al
que ignora, entusiasmado con lo que hace pero sin guardar reservas;
“tontiheroicamente” entregado a la actividad docente sin cautelas, sin
reflexión reposada, si la rumia delicada fuera de la institución, sin la
asimilación sosegada del pensamiento que se elabora y crece y engrandece,
algunos profesores, al jubilarse, pueden quedarse en un doloroso estado de
vacío. Asustados, suelen prolongar la edad de la actividad hasta el límite
legal y caen luego en el estado depresivo de quien se ha quedado sin pie firme
y sin fondo. ¡Doloroso! Pero no es nuestro caso. No es nuestro caso. La
actividad jubilosa a la que aludía, nos fue llenando la vida de tal forma que
al final de nuestra actividad docente, decimos no sin cierta nostalgia, desde
luego: -Ahora sabemos todo lo que hubiéramos tenido que saber cuando empezamos.
Las ideas universitarias, lejos de quedarse anquilosadas, fueron creciendo y
vivificándose en la experiencia diaria. La estética, todavía roma de los recién
titulados, ha ido depurándose en el trabajo diario y en contacto con los
libros, los chicos y con vosotros, queridos compañeros, de tal forma que
podemos decir: - El trabajo nos ha humanizado. Ahora nos hemos hecho maestros
en el más hermoso de los sentidos. Y ahora, justamente ahora, la administración
un tanto cegata nos permite alejarnos del aula. Pero este es el momento de
alejarnos del aula. Si hubiera querido hacernos daño, jubilándonos, ya no
podría, porque nos llevamos del aula y del claustro de amigos que sois, una
inmensa riqueza, que hemos logrado a su pesar. El mecanismo ha sido idéntico al
de esos políticos que salen de su puesto enriquecidos con dinero del ciudadano
que sufre, pero al revés. Nos vamos sin dinero, como entramos. Pero nos
llevamos un inmenso caudal de experiencia e ideas a las que nunca hemos
traicionado. Nos vamos con una inmensa
satisfacción, no del deber cumplido por ser deber, como hacen muchos
funcionarios, sino del delicado deber-placer cumplido que fue, durante mucho
tiempo, un ejercicio artístico de enorme altura. La administración nos hace sin
querer el mejor de los regalos: un precioso tiempo de ocio, por si deseamos
entregarnos a nosotros mismos en uno de los momentos más bellos del día de la
vida: ese en que se inicia de forma imperceptible el dorado de la luz.
La
educación ha sido, a pesar de las sombras feas que ahora se ciernen sobre ella,
una fuente de riqueza, alegría y placer. ¿Sinsabores? ¿Ingratitudes?
¿Silencios? ¿Vaciedades? ¿En qué profesión no las hay? Todavía guardo una placa
de plata que la administración me envió por correo, con un mensaje anónimo: En agradecimiento de los servicios
prestados. Una vaciedad. Debe de ser una frase de esas que hacen lo que
dicen en el momento y se vacían inmediatamente como las que se ponen sobre la
lápida de una tumba. Una frase sin contexto, porque ni el que la grabó ni el
que mandó grabarla nos conoce y por tanto es frase sin sentido. ¿Qué nos pueden
agradecer?
Somos
nosotros los que damos gracias a la administración un tanto ciega, bobalicona y
ajena al significado hermoso de la palabra educación. Y damos las gracias:
a) por haber
tenido este destino, que es un trabajo de alta estética en una vida oculta,
lejos de la fama, en una delicada mediocridad económica y lejos de las
alharacas de los llamados intelectuales de oficio.
b) damos
gracias por la alegría de haber conocido tantas almas que, junto a nosotros, se
abrieron al desasosiego intelectual y estético que guarda la semilla del
espíritu.
c) damos
gracias por la alegría de haberos conocido y haber tropezado con almas tan
despiertas y generosas como las vuestras a lo largo y ancho de nuestra carrera
docente.
d) y damos
gracias hasta por la parte tediosa del oficio y su técnica que tantas veces nos
aflige: (evaluaciones, papeles, horarios, reuniones, claustros, inspectores,
guardias (!) ¡qué horror! partes de faltas (¡santo cielo! cómo pervive, a
veces, en las instituciones el léxico militar de la dictadura) recepción de
padres, banalidad, inanidad de las reflexiones sobre los alumnos, etc.) También
esa parte tediosa ha ayudado a configurar nuestra alma dirigiéndola a la
plenitud que cada uno de nosotros haya alcanzado.
Por
todo ello y por esta deliciosa comida-homenaje, -que no despedida- damos
gracias a la existencia (¿a Dios?) que nos colocó junto a vosotros en esa tarea
en la que vosotros continuaréis con la antorcha, iluminando todas esas sombras
que el nuevo siglo arroja sobre el alma de los niños. Por ellos ha merecido la
pena todo. Por ellos y por vosotros y por nosotros que nunca nos iremos de
vuestro lado, levantamos ahora esta copa, para beber juntos en ella todos
nuestros sueños de un mundo en paz, libertad y belleza. Por ellos y por todos
nosotros, ¡brindemos!"
Σας τοστ!
ResponderEliminarEs un excelente artículo, lleva a la reflexión de la tarea docente. Ardua, sacrificada, poco reconocida, pero sí bien cuestionada por políticos de turno y de acuerdo a intereses ¿Qués es lo que realmente quieren o pretenden?; creo que para nosotros los docentes, a pesar de todo, seguirá siendo una tarea maravillosa, incomparable, que satisface y llena y eso es lo importante.Asimismo, el legado que dejan docentes que hoy deben acogerse a la llamada "jubilación" es no cuantificable, su obra rebasa límites de materialidad.
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