Visto lo visto, el Gobierno necesita y está obligado a
trazarse con urgencia una política catalana, que no podría ser la de
abandonarlo todo. El gobierno anterior ha incurrido en el gravísimo error de
desentenderse de los asuntos de Cataluña limitándose, como mucho, a lamentar
algunos abusos de la Generalidad. Lo hacía así, en parte por la inclinación
natural hacia la línea de menor esfuerzo, por evitarse nuevos quebraderos de
cabeza, teniendo ya tantos, por rehuir un conflicto grave, refugiándose en lo
de “allá los catalanes”. Por muchas y muy enormes y escandalosas que hayan sido
las pruebas de insolidaridad y despego, de hostilidad y chantajismo que la
política catalana ha dado frene al Gobierno, no son razón para inhibirse, sino
para lo contrario. Con Autonomía y todo, siempre hay materia de gobierno allí
que incumbe al poder del Gobierno como es por ejemplo lo económico lo social y la educación. El
Gobierno debe restablecer en Cataluña su autoridad, en todo lo que le compete,
manteniéndose estrictamente dentro de la ley, para que nadie se queje con
nosotros de extralimitaciones ni invasiones y, dentro de la ley, adelantar con
firmeza sin perder día ni hora. En
Cataluña el Gobierno debe respetar la Constitución, el Estatuto, las leyes
generales del estado que según la Constitución y el Estatuto son aplicables en
Cataluña; las leyes dictadas por el parlamento catalán en uso de su potestad;
los decretos de traspasos de servicios y las disposiciones y decretos de la
Generalidad en cuanto no violen ni contradigan las disposiciones legales
enumeradas, que es lo vigente en Cataluña. Manteniéndose dentro de este cuadro,
la actividad del Gobierno en Cataluña sería irreprochable e inatacable y muy
bien recibida por la opinión pública catalana, que está harta de abusos, de
locuras y de traiciones, y no se manifiesta porque la aterrorizan. Todo el
sistema (en el que se basa la Autonomía) ha sido destruido. No puede admitirse
que la autonomía se convierta en un despotismo personal, ejercido por su
presidente y por grupos irresponsables que se sirven de él. Al derrumbarse el
sistema, el Estado no debe acudir a enterrarlo sino a resucitarlo. Ninguno de
los funcionarios que durante estos años ha tenido nominalmente a su cargo
funciones que según la ley corresponden al estado, puede seguir en su puesto, porque no tienen autoridad, ni espíritu, ni muchas veces ganas de servir
fielmente al Gobierno.
¿No hay foto? Nos podía haber puesto Vd. a Fufy engalanada de barretina*, por ejemplo, ya la vemos frotarse las patitas de la ambición...
ResponderEliminar*Léase barretina con toda esa gala que le dan los "más ilustrados catalanes" remontándola al gorro frigio y nos, por lo mismo, al rey Midas.
Me temo, mi querido D. Venancio, que el estado ha dejado durante demasiados años que los partidos catalanistas se apropien de Cataluña haciendo higas a las Constitución y al resto de las leyes de ambito general. Poco se puede hacer; El PSOE no existe allí (dejaron el socialismo en manos del PSC desde las primeras elecciones)y al PP hace ya muchos años que, entre unos y otros, lo han laminado. Me parece que el futuro no reserva nada bueno en lo que respecta a Cataluña y al País Vasco. Saludos cordiales
ResponderEliminarMe temo yo también, amigo, que tienes mucha más razón de lo que desearíamos. El texto pertenece a Azaña quien, no sin ironía y con la barbaridad que encierra esa forma de decir, asegura que Cataluña debe ser bombardeada cada cincuenta años. Ya ves. Los problemas que no se solucionan, las apetencias culturales, que no se satisfacen, vuelven y vuelven como las moscas. Si el independentismo se mantiene como posibilidad de trabajo, sin una meta final es lícito, pero ¿por qué no declarar fuera de la ley el secesionismo que busca su atropello?
ResponderEliminar