viernes, 2 de noviembre de 2012

Don Nadie


Don Nadie es nadie hasta que un día empieza a opinar. ¡Curioso! Don Nadie cree en la originalidad de sus propias opiniones que, sin embargo, están en el ambiente como tópicos de la conversación, y las sostiene con terquedad. Incapaz de crear otras por sí mismo, acepta el regalo que procede de lo que Sartre llama “charlería” y que nosotros podíamos traducir a nuestro gusto como “opinión pública”. Son los Media quienes regalan esa opinión a troche y moche. Cadenas de radio y televisión difunden ese discurso vacuo y se dan a sí mismas el indecente nombre de creadores de opinión. Don Nadie es una esponja en lo que a opinión pública se refiere. Absorbe opiniones contradictorias, defiende hoy lo que ayer aseguraba que repugnaba a su inteligencia; mañana defenderá con testarudez la opinión que hoy rechaza y es amigo del latiguillo: “yo soy de la opinión de que”. Tiene además un argumento estúpido como la mayoría de los que usa: cambiar de opinión es de sabios. Porque en el mundo de la opinión cambiar de opinión es de tontos o de sabios. El tonto cambia de opinión, sin considerar que las dos valen tanto como ninguna y según sople el viento de la veleta, y el sabio lo hace sopesando la solidez de la misma por pequeñita que parezca. Pero él se colocará en el lado de los sabios. ¿Por qué no piensa en fundamentar racionalmente su opinión? Primero por pereza, vicio compatible con el activismo. Luego, porque cree en ella (cuestión de fe), y la da por buena y sólida, justa y ridículamente, porque no es suya.
Poco a poco, con el paso del tiempo, va consolidando un suelo de opiniones incoherentes, de tal modo que aquel que era nadie y llevaba una feliz vida apartada, desconocido de todos, ya es don Nadie lleno de opiniones, incapaz de otra cosa que de hablar, como vulgarmente se dice, por boca de ganso. Desde ese momento don Nadie está capacitado para ser presidente, ministro o parlamentario, alcalde, concejal o jefe de sindicato y, en general, alcanzar los altos puestos de la política reservados a don Nadie. Y no es posible quejarse porque Don Nadie ya no escucha otras opiniones y, a cualquiera que se digne pensar por sí mismo y con razón quejarse, le sacudirá un discurso hecho de lugares comunes que llama “políticamente correcto”. Y el pueblo se quedará embobado de lo bien que habla. Al fin y al cabo es el mejor representante de la opinión pública que lo eligió. 

7 comentarios:

  1. Es la primera vez que entro en este blog. Qué belleza de fotografias y de textos. Me apetece comentarlos todos. He dedicado esta mañana a leer y ver todo el año 2012. Merece la pena.Hecho en falta algo más de optimismo. Enhorabuena, de verdad.
    Paco Ansón

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  2. Maravilla de las nuevas tecnologías que permiten la comunicación instantánea! Sí que es verdad que me falta optimismo. Y hasta este reconocimiento me parece pesimista. Debe de ser que allá en el fondo (después de mirar lo que llamamos realidad) no encuentro razón de algún optimismo cuando por otra parte hay tantas maravillas en la naturaleza. Será que en el alma (zona de sensibilidad a la izquierda) también hay puntos ciegos como en la mácula del ojo? Un abrazo, Paco.

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  3. Lo mejor de los Don Nadie es que no hay que hacer carrera. Resulta cómodo decir lo que dicen otros y quedarte tan tranquilo. Además te dan el "Don", ¿qué más quieres?

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  4. Vanidoso parlanchín o sufrido cartujo, ¿hay otra alternativa?

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  5. Sí, hay otra. El buda, el dharma. Y otra más: Diógenes Y otra: Epicuro. Y otra que no aconsejo: el monte (y no la aconsejo por el aire; ¡demasiado frío para el pensamiento!).

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    1. Es cierto, Diógenes, pero sólo él. Los otros son fundadores, vanidosos parlanchines.

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