domingo, 11 de noviembre de 2012

Una vida menos fea



El ritmo y la rima ponen dificultades, a veces, a la marcha del pensamiento; otras, le dan la luminosidad y la sutileza que le faltaría en su expresión prosaica. Un objeto cualquiera, bajo el chaparrón de la luz, carece de la sugestión que tiene el mismo objeto entrevisto en la penumbra, bajo la falsa luz de las candilejas. Una idea de tres cuartos, bajo el efecto ventana, es más sugestiva, que expuesta en una fórmula de precisión formal absoluta. Así en la vida. Un desnudo a la cruda luz del mediodía carece de la sugestión de un desnudo suavemente iluminado, con zonas de penumbra y densa sombra, sombra que no quieren revelarlo todo. Un desnudo que oculta es más eficaz artísticamente que un desnudo que todo lo muestra. La vida es así. Un llanto imitado en el escenario es más eficaz que un llanto real. El arte lo sabe muy bien y el juego de luces de la escena genera en el espectador, emociones que potencian el pathos de la misma. Y el ritmo… El ritmo impone reglas, aísla, separa, aleja, acerca, hiere, reduce y silencia—por innecesarias—, palabras que creía imprescindibles. Sombras. En el ritmo, el pensamiento se baña de luz y se llena de sombras y la vida se carga de tono y tensión, de serenidad y placidez, de angustia y tierna alegría. 
¿Y la rima? Ese susun molesto como zumbido de mosquito, que pone cinturón de hierro a la idea, dirigiéndola por caminos que no hubiera deseado; que constriñe el pensamiento imponiéndole sentidos modulados que quizá no esperaba; que añade resonancias emocionales insospechadas a la voz del pensamiento; que vierte sobre la idea unas cuantas notas musicales; que, a veces, lo llena de riqueza musical, otras de humor y otras lo rompe impidiéndole que llegue a perfección como quien rompe un bello jarrón casi terminado; que lo ilumina a veces y a veces lo llena de sombras…
Es fea la vida. Nadie me lo negará sino el optimista impenitente o el que espera otra mejor. Es fea. Pero la poesía, con sus artilugios de escultura de la palabra y la idea, pone en la vida esa sombra que necesita para ser amable.  Claroscuros, escorzos, tensiones, pérdida del espacio y el tiempo cuando la experimentamos, —¿Dónde estamos cuando escuchamos música?— luces y sombras, densas sombras y falsas, hermosísimas luces para ver mejor la vida. No. No soy optimista, pero confieso que sin la poesía, la vida sería no fea, sino insoportablemente fea.

2 comentarios:

  1. ¿Es fea con carácter retroactivo,
    o solamente cuando piensas que lo es?

    ¿Dónde estás cuando piensas que la vida es fea?

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  2. Sí, sin poesía. Si reparas en la frase, donde poesía significa belleza, la última de la entrada es tautología. A=A.
    ¿Dónde estoy cuando la pienso sin poesía? Metido de hoz y coz en todo lo horrible de la vida. Metido en el espanto de vivir. Pero es verdad, que casi nunca la pienso así, porque se necesita el consuelo de la belleza para no tirarse al tren o como dice mi amiga Teresa, al maquinista que es peor. Es lo que la vida tiene. Lo más horrible es verla horripilante y querer seguir en ella y "pensarla". ¡Paradojaaaa! Abrazos

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