sábado, 24 de noviembre de 2012

LA CASA Y LA ESCUELA, SEDES DE LA IMPIEDAD


Tanto se habla de la escuela, que parece que todo debe de estar dicho. Pero como todo maestro sabe, repetir es uno de los secretos seguros de la enseñanza. Por eso, lo que digo tiene que sonar a escuchado… o no, como dicen algunos políticos, (¡perdonen que los nombre, que ya harta y huele mal el propio nombre), pero no está mal decir las cosas que deben volver a sonar… o soñar.
La casa se ha vuelto lugar de impiedad y la escuela también. ¡No se molesten en discutirlo! ¡Las cosas son así! Y no es menester demostrar sino sólo mostrar con el dedo. La piedad es la virtud que inspira actos de amor y compasión entrañable a los padres y al prójimo. Díganme si la misma definición no suena ridícula o por lo menos anticuada…
Desde que se anunció la muerte de Dios, todas los antiguos valores que en él descansaban como el agua en el manantial, desaparecieron. Desapareció pues, la piedad y, como aseguraba la fina intuición nietzscheana, se avecinaban guerras de proporciones desconocidas. El siglo XX echa todavía el humo acre de las antiguas hecatombes; ya saben, sacrificio de cien bueyes         quemados en el altar de los dioses. Pero es humo laico, porque el olimpo o el cielo se ha quedado vacío. ¿Llenar ese vacío? ¡Constitución, ley, democracia… ¡solidaridad!!!!
La salida de una dictadura en que no se mató al dictador (recordemos las veces que se alude a “padre Stalin” quizá el asesino más grande de la historia y al paternalismo de Franco) ha hecho que esas palabras llenen la boca hipócrita de la política y provoquen el desvergonzado, el cínico discurso que aturde, incluso a aquellos que viven cómodos en una sociedad también impía. Nadie como los dedicados a la política asegura con tanta vehemencia y repite hasta la náusea, palabras como “libertad o democracia” que sólo son mugidos que defienden el pesebre y alejan al que se lo disputa.
Y la libertad y la democracia entraron en la escuela. Algún lector empezará a mirarme de reojo. ¡Ya, claro, se me ve el plumero y tendré que resignarme a la fácil acusación de fascista porque, para el tonto de la democracia, sólo existen él y la dictadura! ¿Pero qué libertad entró en la escuela? Entró la palabra vacía de contenido y expulsó a patadas a la piedad. El maestro dejó de lado el amor al chiquillo, la piedad que cuida con energía y ternura de enderezar sus instintos desordenados con el fin de que conquistara la libertad y tuvo que aceptar que aquel chiquillo esclavo del gusto personal era libre ya. Así se dio como conseguido desde el principio lo que era el objetivo final de la educación. Padres y niños miraron al maestro como alguien  “discutible y discutido” que podía obstaculizar la “carrera” del chiquillo. Y así también se olvidó el principio de aptitud y selección cuidadosa que había de hacerse de los maestros, dando ese precioso título a tanto ganapán, a tanto perillán como anda por la escuela. El que todavía queden tantas excepciones es una suerte. Que aún haya maestros que guardan la piedad como un tesoro y que entiendan que la libertad es el objetivo último del proceso educativo hecho de esfuerzo y disciplina, de ternura y exigencia, es una suerte. Pero un estado impío por naturaleza ha entrado a organizar la escuela imponiendo la ideología del poder que gobierne y el partido que lo sostenga. ¿Que no? ¿Que esto hay que matizarlo? ¡Claro!
Pero hay algo más grave. El poder ha entrado en la familia, el otro ámbito de la educación. Y ahí están los jueces para garantizar la libertad de los niños en el espacio en que la piedad tenía su sede por definición, aunque hubiera excepciones. Primero se atacan los pactos de fidelidad del matrimonio y se disuelve este a la menor contrariedad. Después se protege a la sacrosanta infancia… Y los niños protegidos por un conjunto de sandeces legales se han vuelto, con frecuencia, gatos asilvestrados contra los que no es infrecuente, que muchos padres tengan que pedir auxilio a los jueces preguntándose con perplejidad: ¿quién le pone el cascabel al gato, al botellón andante que es mi niño? Y muchos niños, si tuvieran conciencia, preguntarían como el Segismundo de Calderón: ¿Qué pecado cometí, contra vosotros naciendo?
-¡Será carca el tío!
Sí. Esa es la objeción que veo en tu cara, lector, pero ya contaba con ello. Yo sigo en la creencia de que la educación es un arte (que contiene la palabra “sensibilidad” para la belleza, el amor y la inteligencia) y tú piensas que es el taller… (¡vaya palabra!) de la libertad donde hay que ser libre desde que se entra en la escuela. Tú estás convencido de que la escuela es fábrica de ciudadanos para la democracia (también, rediós, hay jueces para la democracia antes que para la justicia) y yo creo que es el lugar de la piedad, donde se debe conseguir que los niños lleguen a ser niños plenamente y plenamente individuos: hombres para sí mismos o para la muerte, vaya.
Por suerte todavía hay padres que miran con piedad a sus hijos y tratan de poner corsé a la manifestación libre del instinto, y hay hijos que, cada vez que se les pregunta por la madre o el padre aquejados de Altzeimer, responden con alegría:
-¡Bien, están felices en casa! Dan un poco de trabajo e imponen sacrificios… pero están tan felices.
-¿Y no estarían mejor en una residencia? Total, no os conocen, ya.
-¡No! Están mejor en casa, porque nosotros los conocemos muy bien.
En cuanto al poder, padres y maestros les propongo un eslogan para cada vez que se manifiesten: -Tachín, tachín, tachán, ¡mucho cuidado con lo que hacéis! Tachín, tachín, tachán. ¡A Garbancito no piséis!

20 comentarios:

  1. Tampoco a mí me gusta la escuela de hoy. Y coincido contigo en que los maestros no estamos bien seleccionados, seguramente porque no se acaba de definir bien la función del maestro de tanto intentar definirla.
    “El poder ha entrado en la familia, el otro ámbito de la educación” dices, como si acabara de ocurrir, como si en los tiempos anteriores a la democracia el poder hubiese permitido a la familia el libre ejercicio de la educación de los hijos. Ni en la familia ni en la escuela ha dejado nunca de intervenir el poder, y mucho menos en esos tiempos previos a la actual democracia. De la legitimidad y necesidad o no de su intervención, podríamos hablar también en otro momento. Pero lo cierto es que en esta democracia la escuela española está hecha un lío, como la sociedad española mismamente. Sin embargo, no veo a la escuela de la democracia actual ajena a la piedad, al menos en sus planteamientos teóricos, aunque a partir de ahora, con la nueva ley promovida por el ministro Wert, a tenor de su preámbulo, se puede esperar cualquier cosa. Pero en las leyes de educación de la democracia anteriores, la piedad era el centro motor de la labor del maestro al que se le exige empatía, comprensión, acompañamiento en el sentimiento, respeto a las peculiaridades (que no de los gustos) de cada alumno para mejor educarle como un hombre libre a través de la exigencia y la disciplina. Otra cosa es que los maestros, elegidos muy malamente, seamos capaces. Yo lo dudo.
    Sin embargo, no veo en el pasado próximo el remedio: En esa etapa anterior a la "entrada de la libertad y la democracia en la escuela" a la que te refieres, fui niño alumno en cinco colegios diferentes, y por más que rebusco en mis recuerdos la piedad de mis maestros no encuentro el más mínimo gesto de amor o compasión hacia mí. Debe de ser que tuve mucha mala suerte en los cinco colegios de mi infancia, uno de ellos de PP. Franciscanos, para más inri. O también es posible que ese niño que yo era no supiera ver la piedad disimulada tras aquellos gestos agrios, aquella violencia verbal o aquellos crueles castigos físicos a un niño, te aseguro, tonto de tan bueno o bueno de tan tonto como era este malvado adulto que suscribe. El miedo a aquel maestro que jamás abandonaba su asiento sobre la tarima es mi recuerdo de los cinco colegios por los que pasé. Seguramente tu experiencia es bien distinta, pero la mía es bien generalizada.
    Abrazotes.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Qué acertada y reconfortante reflexión la tuya, Anónimo!
      Un acento ponderado y generoso la impregna de principio a fin.
      En lo concerniente a la experiencia de "aquella etapa", formo parte de esa generalidad a la que aludes, y no exagero al afirmar que dejó en mí más estigmas que recuerdos. El proceso inverso, el de deseducarse, ha sido la doble y ardua tarea de cuantos -pese al empeño de aquel aparato disuasorio llamado escuela- caminamos en sentido contrario hacia el conocimiento. Tu reflexión reconforta (sana) orientando la memoria y dándole sentido a la experiencia.
      Gracias, amigo, y un abrazo. Anónimo (+-)

      Eliminar
    2. Parece que en lo que diferimos, aparte de matices, es en el hecho de que la impiedad resulta cuando el poder entra en la familia y en la escuela… Que siempre fuera así, no invalida su verdad. Pues bien y por entrar en materia, el socialismo y el nacional socialismo no han hecho otra cosa en cuanto alcanzan el poder. El ejemplo alemán o soviético no me dejarán mentir. Los himnos nacionalistas en la schule alemana y el canto de libertad en el patio de la Universidad de Tubinga compuesto por Schiller, que tienen que llamar Himno a la alegría, son dos testimonios de lo que ocurre: los niños aprenden en la escuela el nacionalismo que opera sobre los sentimientos y los universitarios más lúcidos se sienten oprimidos y cantan la liberación que va a suponer la revolución francesa y su expansión napoleónica. La impiedad nace en la escuela invadida por el poder y tendrá su expresión horrible en la primera y su forma más demoledora en la segunda guerra. Y me refiero al poder político exclusivamente como ejemplo (no religioso o de otro tipo cualquiera)
      Dices: “no veo en el pasado próximo el remedio” Claro, hombre. El pasado es pasado y trae lo que trae, nuca un remedio y menos nuestro pasado porque somos herederos de épocas de sangre. Es posible que sea verdad el axioma bíblico (la letra con sangre entra), pero no lo creo. La sangre no es maestra de nada. Volver a describir los males de la escuela franquista no es procedimiento adecuado ni debería hacerse en examen pulcro. ¿Para qué? Curiosamente sin embargo y por seguir en esa línea, una escuela cuyas perversiones se han descrito con dureza, (excesiva a mi juicio) no debió de ser tan mala cuando dio maestros que rompieron con ella y pretendieron una escuela mejor, como sin duda es tu caso. Acaso han sido las leyes de la logse, lode o lonce las que te han ayudado o por el contrario tu sentido de la belleza y la piedad las que te han impulsado en el trabajo y te han compensado del esfuerzo. Quiero decir lo que en la entrada digo: la educación es un arte, no un taller que alude al trabajo en cadena. No es fábrica de ciudadanos a los que se educa, sino porque es lugar de desarrollo humano donde piadosamente se entregan al alumno ideas con las que él mismo modele su alma. La educación no se hace sobre alguien.
      Los preámbulos de las leyes por luminosos que sean no son otra cosa que declaración de intenciones que luego no se compadecen con las leyes aplicadas, las órdenes ministeriales y la normas de orden interno, donde el poder sabe muy bien lo que quiere. La escuela no debe hacer otra cosa que lograr que los niños sean plenamente niños en desarrollo de sensibilidad progresivo, los adolescentes plenamente adolescentes etc. (continúa)

      Eliminar
    3. En cuanto al cruel maestro que no abandonaba la silla de la tarima… hombre… un poco tópico sí es, aunque no digo que no sea real en tu vida y en tus cinco colegios… y en más. Yo padecí algo de lo mismo pero tuve un maestro duro pero amable, que el sábado no abandonaba su silla, bajo la mirada impasible de los retratos del Caudillo y José Antonio y ese día daba la clase más maravillosa. Adrados, Lapesa, Aranguren o Dámaso, Mariner y García Calvo, fueron mis maestros y no abandonaban la tarima y sin embargo sus clases eran maravillosas, en mitad de una cruel dictadura.
      ¿Cómo se seleccionaban esos maestros? Sus oposiciones fueron limpias y diría que deslumbrantes. Y si recibieron presión del poder, sus alumnos no lo notamos. Es decir, eran grandes maestros que sabían como anular el poder en el aula con una alta exigencia. ¿Cómo se selecciona hoy el profesorado universitario?
      Nada que ver, la tarima la silla o las técnicas pedagógicas con el arte. El arte de enseñar brota de esa fuente que digo. Y mi percepción es que esa fuente se ha secado. Muy interesante que al chico que no tiene condiciones de pintor, pianista o escultor, el buen maestro le da buena orientación: No pierdas el tiempo. Pero en la enseñanza no se disuade al futuro maestro (cuando sus conocimientos son deficientes, su educación baja, su cultura general mediocre o su axiología moral vacilante –copia, estudia la última noche, es mendaz o simula saberes…etc.) no se le disuade, digo, se le dan técnicas pedagógicas. Querido amigo sobran maestros en un momento en que se necesitan más maestros. El descenso en las ideas y capacidades que las encuestas detectan revelan que algo falla en la ley, en la selección de maestros, en el alumnado o en la familia.Y la piedad es la virtud de la familia y la escuela… nunca del poder.

      Eliminar
    4. La escuela, la escolarización, siempre ha sido una herramienta del Poder. La familia, como institución, también. No seré yo -enemigo acérrimo de la resignación- quien de pertinencia a tu declaración preventiva; "tendré que resignarme a la fácil acusación de fascista porque, para el tonto de la democracia, sólo existen él y la dictadura". No voy por ahí etiquetando a la gente -que, por otra parte, suele etiquetarse sola-, pero tendremos que convenir que los tontos no son patrimonio exclusivo de ningún sistema político (ni los listillos tampoco). Las leyes, incluidas claro está las de la enseñanza, fallan (nos fallan) precisamente porque no se legisla democráticamente (en este punto me vuelvo un poco más tonto de lo que soy). No existe una "comunidad docente", sino simplemente una comunidad secularmente traicionada por las élites que se arrogan el poder de legislar al margen de los auténticos intereses de dicha comunidad. Como bien dice Montaigne: "Y es el caso que las leyes se mantienen vigentes no porque sean justas, sino porque son leyes. Es el fundamento místico de su autoridad; no tienen otro". No sobran maestros, en mayor o menor medida maestros somos todos, lo que sobran son los aparatos coercitivos que hacen del maestro un Procusto obediente a las consignas del Poder.
      Anónimo (+-)

      Eliminar
  2. COINCIDO con mi segundo y querido anónimo, en lo de la bella exposición que hace el primero. Tanto, que casi desearía que la descripción fuera verdadera en todos los extremos, en el sentido de que coincidiera con la realidad. Puedo citar sin embargo promociones enteras de alumnos de colegio de la época franquista, que disentirían terminantemente y desde luego, no pueden olvidarse las limitaciones en que aquella enseñanza se desenvolvió ni las causas históricas que la condicionaron. Habrá que revisarlo todo.Pero hay algo que me inquieta: Quizá me deformó aquella escuela y no me di cuenta. Ahora quiero generalizar como en la entrada. El esfuerzo de enderezarme podría torcerme por el otro lado. Socorro. Que alguien me ayude.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno... no dije "bella" exactamente, pero si de la lectura de mi comentario deduces belleza, ¡miel sobre hojuelas!, señal inequívoca de que me expresé propiamente.

      La descripción a la que aludes coincide con la realidad propia de unas experiencias singulares, pero generalizadas. Es lo que tienen los regímenes totalitarios, cuentan la gente, pero no cuentan con ella, no forman, conforman. Evidentemente, no puede haber consenso -tampoco en lo que a experiencia educativa se refiere- entre las capas sociales dirigentes y las dirigidas, entre los adscritos al régimen y quienes lo padecen, estando, además, privados de los conocimientos necesarios para poder siquiera articular una mínima crítica del mismo. Hay personas inmunes al adoctrinamiento, y personas muy sensibles y reacias a él, por eso se veía -y aún se puede ver- gente humilde y explotada exaltando las bondades del régimen que le oprime. Por eso la realidad es vista y relatada según el cristal, más o menos doctrinario, con que se mire.
      Anónimo (+-)

      Eliminar
    2. Donde dije personas "inmunes", quise decir personas "vulnerables", sino se me desbarata la dualidad que pretendía establecer. Anónimo (+-)

      Eliminar
  3. Una opinión de un cuarto de siglo:

    Cada año del S.XXI que pasa, somos más "libres" y más estúpidos, porque somos menos disciplinados. La libertad sin lucidez, educación, y una disciplina básica (primaria, ya que hablamos de escuelas) no es tal, sino una tergiversación grotesca. Tenemos más posibilidades que nunca, más recursos, más riqueza potencial, etc. Sin una educación adecuada no puede haber libertad personal, cósmica. Las normas dan las medidas a la libertad. Si no hay normas, ¿qué libertad podemos esperar? No me refiero a leyes de estado. Reglas propias, biológicas, humanas, morales, históricas; reglas personales. Herramientas que la escuela debe proporcionar guiándonos y disciplinándonos, para combatir el mundo, cuando somos adultos. Es el punto de vista de un chico joven, que con su cuarto de siglo se da cuenta que no recibió la educación que hubiera requerido. Quizás de pequeño no la hubiera "querido", pero ahora, mirando unos años atrás, sí.

    Un saludo afectuoso a mi antiguo profesor, don Venancio,

    Marcos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Querido Marcos. Te diría lo que decía un pupilo del Domine Cabra de Quevedo al Buscón y su Señor. "En lo gordo se os ve que sois nuevos". Pero tus reflexiones nuevas y tan antiguas están llenas de la pureza de quién carece de prejuicios y "arrière pensée" y por eso me gustan. Seguramente, si yo hubiera podido darme una educación mejor que la que recibí en su momento de los que colaboraban en ella, me la hubiera dado. ¿Cómo fue nuestra educación para que pasados tan pocos años nos demos cuenta de que hemos sido víctimas en alguno de sus efectos? ¿No será la pedagogía una reflexión sobre torceduras y éxitos en nuestra tarea personal de educarnos? ¿Cuando comenzó ese proceso y cómo mejorarlo? En todo caso profecías a toro pasado son inútiles.Un abrazo, Marcos. Un abrazo grande.

      Eliminar
  4. Aquí Anónimo primero:
    Yo no me he referido al franquismo en mi comentario. Venancio dice: “Y la libertad y la democracia entraron en la escuela […] El maestro dejó de lado el amor al chiquillo, la piedad que cuida con energía y ternura de enderezar sus instintos desordenados […]” y yo me refiero a la etapa anterior a esta entrada de la libertad y la democracia porque deduzco de lo leído que en ella reinaba la piedad en la escuela. No califico ni descalifico esa etapa en virtud de la política. Me limito a exponer mi experiencia que, aun pareciendo “un poco tópico”, es el recuerdo de un niño limpio de prejuicios, y así he intentado transmitirlo, como recuerdo que es de un niño que no sabía más que lo que sentía. Además, ahora sí sé que esos modos que describo de los maestros de mi niñez no son exclusivos del franquismo, sino propios de la escuela y la educación de otros países europeos de la época donde no había totalitarismos. Por lo tanto, insisto, no culpo al franquismo. Yo estaba en el asunto de la piedad e intentaba razonar que la democracia actual, tonta o lista, no es responsable de la impiedad que Venancio ve en la escuela o en la familia actuales.
    Dicho lo cual y hablado ahora de regímenes totalitarios, digo que suscribo lo dicho por Anónimo (+ -), pero esa es otra historia.
    Abrazotes.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡La duración no se limitaba a durar sino que vivía! Por pequeño que fuera el fragmento considerado (aquella pizca de yeso entre mis dedos), bastaba un examen microscópico para leer en él una multiplicidad de acaecimientos; siempre bordados, nunca tela; siempre sombras y reflejos en el espejo inmóvil del río, nunca la corriente límpida. Como la sustancia, la duración no nos envía sino fantasmas. Duración y sustancia incluso representan, una respecto a otra, en una desesperante reciprocidad, la fábula del burlador burlado: el devenir es el fenómeno de la sustancia, la sustancia es el fenómeno del devenir.
      Esta cita (con entreparéntesis propio) es del libro "La intuición del instante", de Gaston Bachelard.
      Abrazos a ambos. Anónimo (+-)

      Eliminar
  5. Dos cositas muy chiquitas porque ahora te entiendo mejor y porque cuando uno se extiende como yo es señal de inseguridad argumental. Probablemente el maestro que describes, como bien pareces decir, no pertenece a ningún régimen, ni a un tiempo, sino que está más allá o acá del tiempo y tiene mucho que ver con su deficiente educación y la desdichada selección que le llevó al aula. Ahora bien, los males que la democracia trae a la educación están perfectamente descritos por Platón, oponiéndola naturalmente a la de los valores aristocráticos. Sí que interviene la democracia en la pérdida de la piedad: por ejemplo en la consideración que tenga de lo que debe ser un hombre: en eso es despiadada. Porque la educación es un fin en sí misma, como la poesía no tiene un fin fuera de ella misma, o como la pintura de nuestro amigo no tiene fin fuera de él y de ella. Cualquier autoritarismo y también la democracia lo tiene, afecta a la educación del maestro y subsidiariamente a la del alumno, ya positivamente poniendo doctrina (una impiedad) ya negativamente imponiendo UN modelo humano (otra impiedad); pues el modelo debe ser construcción personal al que el alumno tiende en el proceso de educarse. Respecto a que en todos los países se cuecen habas quién podría objetarte. ¿Podía algún país erigirse en modelo en estos terrenos? Puede que alguno ponga más énfasis en la transmisión de conocimientos... pero eso no es necesariamente mejor, ni siempre las ideas generan mejor calidad humana, aunque es un buen medio si va acompañado de otros. Y hay otra historia. La necesidad de reconstruir un nuevo rostro humano desfigurado por el cinismo y la brutalidad de la sangre, pero como tú dices, esa es otra historia, porque parece que hay una condena: la historia del hombre y la morcilla de Olleros se hacen con sangre y se repiten, como diría A. González. Un abrazo grande.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si la democracia se entiende como un fin en sí misma, tenderá al adoctrinamiento, obviamente. Pero la democracia no es un fin (o no debe serlo), sino el camino en el que es posible el ensayo, la búsqueda, el acierto y el error. Por lo tanto, en ella cabe “… construcción personal al que el alumno tiende en el proceso de educarse” Y en esto es en lo que yo estaba en mi primer comentario cuando te decía que las leyes de educación de la democracia actual en España contemplan este “modelo de construcción personal” a la vez que la “educación en valores democráticos” (ya sé que te aborrece esta expresión), pero no sería posible lo primero sin lo segundo y, en cualquier caso, estas leyes no hay que tomarlas sino como un ensayo democrático susceptible todas las modificaciones que se vean necesarias.
      Y en este tránsito democrático sin imposiciones sería posible ese nuevo rostro humano alejado de la brutalidad de la sangre, siempre y cuando los argumentos no se expongan como pedradas, como parece estar de moda.
      De la ignorancia y golfería reinante tras la máscara de democracia podríamos hablar mucho, pero esa es otra historia.
      (A propósito de morcilla de Olleros: el sábado nos inventamos un montadito de morcilla especial para golosos que te chupas los dedos)
      Abrazotísimos

      Eliminar
    2. Querido Anónimo: ¡cuánto me complace tu fe en la democracia! Dame esa democracia que no tiene un fin en sí misma y me haré creyente. Lo mismo que me resulta maravilloso que hombres y mujeres como Juan de la Cruz o Pedro de Alcántara o Teresa... la in Bernal Teresa de Ávila, lograran su altura humana en medio de la dogmática de su tiempo, me resultaría maravilloso encontrar demócratas que llegaran a su mejor altura humana en y contra la democracia real. Seguramente los hay. No lo sé. Difícil, sin embargo, cuando una democracia llega a generar jueces para la democracia, escuelas democráticas o curas democráticos. El abuso de esa palabra griega la ha vaciado de contenido y ya pocos reparan en que llamar a otro fascista para oponerse a él como demócrata, es acto fascista. Al final la palabra deja de significar algo. Si quitaras el condicional "SI" de tu primera frase quizá. reflejara lo que llamamos realidad, mejor que nadie. Los teóricos de la democracia, si los hubiera volverían a ser como los sofistas, educadores de los demagogos con un único tema teórico-práctico en el currículo:Cómo conducir al demos haciéndole creer que es él el que dirige.(Quito la palabra pueblo por demasiado contaminada desde el siglo XIX). Nadie puede negar que "educación en valores democráticos" tiene cierto atractivo. La palabra democráticos, sin embargo introduce ese componente social por el que justamente el poder se introduce sin invitación en la construcción del "modelo" humano que, el que se educa debe poner ante sus ojos. Yo creo que sí sería posible la construcción personal sin los valores democráticos o si no, tendríamos que negar la grandeza humana de tantos y tantos hombres que no conocieron ese régimen. Por otra parte, una ley nunca tiene el carácter de ensayo sino que es regla que obliga y que en el mejor de los casos busca virtud en la necesidad con que se impone. Tampoco estoy muy seguro de que haya una escala fija de valores humanos en la que todos pudieran verse como educandos, porque creo que cada cual debe elegir la prioridad de los mismos según sus condiciones. En cuanto a la golfería y la máscara de democracia, no es menester hablar: está en la conversación cotidiana de la calle.
      Montaditos a mí, gritó don Quijote, dádmelos que yo los descabalgaré a dentelladas. Cuánto me gustaría estar allí con vosotros y mandar a paseo el ácido úrico por unos momentos.

      Eliminar
  6. Queridos don Venancio y Anónimos,

    Permítanme aclarar que aún reconociendo lo afortunado que soy por vivir esta época añoro, quizás, ciertos aspectos "menos democráticos" (subrayo "ciertos") de la educación de mis padres, o de mis abuelos. Viendo cómo afrontan la vida, cómo la miran, desgrano cierta educación básica que les guía (y lo ha hecho hasta ahora) con aplomo; y cuando la busco en mí, me encuentro desnutrido. Un aplomo yuxtapuesto a la piedad, que contrasta con la educación tan "libre" de Hoy, que nos empuja a movernos, por desgracia y paradójicamente, con inconsciente crueldad. Lo decía el otro día Antonio López en una entrevista: "hasta en las manifestaciones, nos hemos ablandado".
    Ante todo, disculpen mis insolentes ideas; tan sólo quiero exponer mi punto de vista, que es pobre y joven.

    Un atento abrazo,

    Marcos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Querido Marcos. La educación "tan libre de hoy" va muy bien entrecomillada, con su punto de reticencia. Hay ciertos "por que sí" que ayudan mucho frente a la incertidumbre y la vacilación. Y tu punto de vista, es joven pero no pobre ni insolente, porque tiene toda la riqueza del que tantea caminos, sopesa con cuidado conductas y busca certeza, o por lo menos certidumbre, frente a lo que podría llamarse el abismo humano en cuyo borde hay que vivir. Yo también echo de menos el gesto decidido que vi en mis padres y el alto valor humano del sacrificio por todo lo que amamos y que ellos practicaban sin vacilación. Anónimo 1 y 2 si bien observas están en esa misma disposición hermosa.
      Hasta tu "atento abrazo" me gusta porque la atención es uno de los nombres del amor o cuidado. Cuando de ti mismo haces aflorar lo mejor, entonces creas tu modelo. No lo busques fuera, pero no olvides que fuera está la piedra de contraste en la que tienes que probarte y donde mejor puedes proyectarte. Uy, me salió pedagógico. Un abrazo muy atento, amigo mío.

      Eliminar
  7. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  8. No sabes, querido maestro, cuánto me complace que te complazca eso que llamas mi fe en la democracia, y cuánto lamento no poder darte lo que me pides. No conozco otra democracia que esta que se ha dado en llamar “democracia desarrollada”, todavía muy joven, unos sesenta años en Europa y la mitad en España, ni sé si en este tiempo alguien habrá alcanzado la altura humana de Juan de la Cruz. Pero si la dogmática de su tiempo no impidió que Teresa de Jesús lograra su altura humana, incluso es posible que esa dogmática la estimulara, cabe esperar que en el tiempo de la dogmática de la democracia pase lo mismo, pues los grandes hombres “serán capaces de crear su propio modelo haciendo aflorar lo mejor de ellos mismos”. Debe ser sólo cuestión de tiempo, que los grandes hombres no se dan como los níscalos.
    En cualquier caso, en la democracia de las mayorías de yoes adocenados es mucho más fácil que las minorías puedan decir no y transitar hacia el sentido común. Merece la pena ver qué pasa.
    No te mareo más. Voy a dedicar el puente a corregir exámenes de estos pobres cachorros de la democracia que me han tocado en suerte, a ver si me enderezan.
    Abrazotes.

    ResponderEliminar
  9. Qué bueno, pero, qué bueno...y qué falta hacía.
    Paco Ansón

    ResponderEliminar