miércoles, 19 de junio de 2013

EN DECELIA

A las veces, es la perspectiva que dan los años lo que hace que un libro adquiera su valor verdadero. Este libro se compone de dos, que dan cuenta de las investigaciones de dos jovencitas dirigidas por su profesora: se trata de sus Altezas Reales las Princesas de Grecia doña Sofía y su hermana doña Irene. Al ser libro de dos jóvenes arqueólogas podría pensarse que se trata de un trabajo más de fin de carrera. Cuando se publicó, el Bulletin Analytique de la Bibliog. Hellénique dio cuenta sucinta de la importancia del libro. Hoy, publicado por la Editorial CSED en castellano, nos encontramos con un libro que ha madurado en cuarenta años de olvido, perdido en no se sabe que destino amenazador.
Hay en él una verdad latente, que el poeta Jean Paul ha expresado de manera ejemplar: los libros son voluminosas cartas a los amigos.
Este libro de las princesas tiene ese carácter. Tres jovencitas (Arvanitopoulou aunque adulta tiene un alma juvenil), establecen relaciones extraordinarias de amistad entre sí; relaciones de amistad y de amor acendrado con la Grecia Antigua y relaciones de amistad con amigos que surgirán en el futuro en la lectura de su libro de amor.
Pero es un libro de arqueología. Un libro científico que versa sobre el subsuelo de Grecia donde están durmiendo tesoros de valor incalculable para la Ciencia.
Armadas con sus pequeñas azadas -no disponen de medios más adecuados como las universidades alemanas o francesas, no disponen de equipo- recorren los campos de Decelia, la finca donde está el palacio de Tatoi, su residencia, y lugares aledaños.
¿Qué buscan? No parecen saberlo. En principio quieren recoger cuantos fragmentos de cerámica encuentren que les permitan reconstruir algún aspecto del pasado arqueológico del lugar. ¿Que encuentran? Como en la novela el héroe se tropieza con el acontecer, con la aventura, cada hallazgo se convierte para ellas en una fiesta. Limpian de barro con amor los fragmentos cerámicos, encolan las piezas reconstruyendo vasos de ofrendas funerarias, semidestruidos por el fuego y la intemperie, describen las escenas pintadas de los mismos, los catalogan y los depositan en el museo Jorge I.
Método es palabra griega compuesta de dos: metá (por, con, mediante etc.) y odos que significa camino. ¡Curioso! Su método, su modo de trabajar, da con un camino que estaba perdido. Se hablaba de la vía de Decelia, un camino sagrado por los monumentos funerarios -se hablaba nada menos que de la tumba de Sófocles- que se encontraban a su vera. Pero se ignoraba su ubicación. Los vasos encontrados hablan de enterramientos, hablan de la senda.
Y así surge una idea extraordinaria que carece de eco hasta hoy: "Sería conveniente que los hallazgos arqueológicos no se trasladaran a museos lejanos sino que deberían instalarse en pequeños perípteros (pabellones) levantados en los lugares del hallazgo". Responde esa idea a otra más profunda: la de que "de lo profundo de la tierra brotan voces del pasado; si se cambian de lugar perderán su sentido". Las de los vasos son voces enigmáticas, tristes voces de duelo por alguien cuyo nombre se ha perdido; pero hay lápidas con inscripciones y nombres, que dicen que allí hubo vidas llenas de inteligencia, amor, grandeza o miseria: vidas.  
El método les lleva casi sin querer a un descubrimiento esencial. ¿Dónde estaba la ciudad de Decelia? Buscando tejuelas, atando cabos, al final del primer libro hay un encuentro feliz surgido de la nada. Restos de unas termas romanas señalan sin duda el lugar, el centro de la ciudad antigua de Decelia.
Del amor de las autoras al pasado, a la tierra, a sus gentes hay muchas manifestaciones. El contacto con los campesinos de Menidi (el hallazgo de una lápida en sus campos) es una auténtica fiesta popular. Los campesinos conocen a las princesas y les agasajan con sus viandas. El encuentro con un pastorcico que lleva la cena a su padre, pastor de cabras, y les invita a pan, vino y aceitunas es una narración digna de un cuento de hadas. La urgencia y aun angustia por los objetos que pueden perderse en los trabajos de soterramiento de cables de la Telefónica Griega, les lleva a advertir a los obreros de la calle Eolo de Atenas, que trabajen con cuidado para no dañar los tesoros arqueológicos que encuentren -trozos de vasos, columnitas funerarias- ,"restos sagrados de nuestros antepasados que hay que amar y cuidar". Y los obreros pasmados obedecen y colaboran con entusiasmo con ellas... Son arqueólogos, para risa de algunos transeúntes que se tapan la nariz ante la sucia humedad de las alcantarillas. En la calle Petros Ralli hay un solar donde se arrojaban los detritus llenos de antigüedades. Cuando las jovencitas les advierten de lo que están enterrando y pisando con una excavadora, detienen con temor el trabajo, fascinados por la magia del pasado. Y todos a una comienzan a rescatar lo que se pueda.
En arqueología el contacto con el pueblo donde se trabaja es esencial. Sus informaciones y fantasías tienen gran valor orientativo.
El hallazgo de dos Horos (mojones) con inscripción, tiene un valor extraordinario, tanto para la lingüística como para reconstrucción de un aspecto de la tecnología hídrica del siglo IV. La palabra "Ennaia" que aparece por primera vez en esta inscripción, es un aporte para la lexicografía. Significa "toma de agua corriente, fuente". El descubrimiento les llevó por caminos abruptos siguiendo la canalización, hasta un manantial en las entrañas de unas breñas, donde comprueban la existencia de una antigua conducción de agua, fabricada en cerámica.
El libro tiene un alto interés científico, una alta estética narrativa y un alto valor educativo.
Pero hay algo más. En la entrevista con la traductora y el editor, la Reina se mostró contenta del esfuerzo de Grecia en el cuidado de su patrimonio artístico, en obras como el Metropolitano de Sintagma, cuya estación se ha convertido en el museo "La ciudad bajo la ciudad" donde se exponen las piezas encontradas allí mismo, y la creación del nuevo Museo de la Acrópolis, etc. 

La edición que se presenta tiene un gran valor altruista. Puede que, al ser libro de arqueología, a pesar de ser tan sugestivo y enseñar cómo se hace una investigación de campo, requiera un esfuerzo suplementario al lector que vale la pena realizar, pero hay un aspecto que se debe considerar: los beneficios  que reporte a las autoras y la traductora, se destinarán al Banco de Alimentos, últimamente muy necesitado de ayuda. Cada libro que se venda, serán tres comidas que el Banco podrá distribuir entre los más necesitados.

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