El Blog de Fufi
Literatura y Otras Zarandajas
lunes, 12 de agosto de 2013
domingo, 30 de junio de 2013
Educación como represión y amansamiento
Has leído lleno de emoción a Juan de la Cruz, el medio
fraile gordito que todo lo reformó y se trajo, desde la antesala de audiencias
del cielo, toda la sabiduría amorosa que acumuló la historia de la cultura
occidental.
Has seguido atentamente el equívoco de sus símbolos plenos
de erotismo que acababa de dejar, en su almita sensible, la concepción de la
vida del Amor Cortés, y que él supo injertar en la pureza y sencillez de la
canción popular.
Sonreíste ante el precioso sintagma "la cena que
recrea y enamora", la delicadísima argucia del último escalón que media
entre el restaurante y la cama, actualmente carcomido por el cinismo vulgar, y
continuaste sonriendo con el símbolo de la "bodega": "En la
interior bodega de mi amado bebí" hasta la pérdida del sentido, hasta el
"no saber lo que se hace" de la falsa conciencia actual.
Todo te parecía sacado de un imposible erotismo angélico.
Luego has vuelto en ti y has mirado con ojos reales
modelados por la historia del erotismo cínico, la carnalidad de unos senos, de
un cuerpo desnudo de mujer, y has sentido, a tu espalda, la sombra enorme de
King-Kon.
Entonces te das cuenta de un hecho pedagógico: educar es amansar
y reprimir ese animal; educar es trabajo de domador que se ejercita, que se
ensaya como lo hacía Montaigne, pero con la sonrisa melancólica de quien sabe
que el animal es enorme y que la domesticación es la aceptación de una vida
"como sí" porque, a medida que pasan los años, se ve con claridad que
la sombra de King-Kong no cambia.
Hernández sintetiza ese movimiento educativo
de despliegue y repliegue del animal en un bello soneto de El rayo que no cesa:
Me tiraste un limón, y tan amargo,
con una mano cálida y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
y sentí su amargura sin embargo.
Con el golpe amarillo, de un letargo
dulce pasó a una ardiente calentura
mi sangre, que sintió la mordedura
de una punta de seno duro y largo.
Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi voraz malicia tan ajena,
se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho
una picuda y deslumbrante pena.
Me tiraste un limón, y tan amargo,
con una mano cálida y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
y sentí su amargura sin embargo.
Con el golpe amarillo, de un letargo
dulce pasó a una ardiente calentura
mi sangre, que sintió la mordedura
de una punta de seno duro y largo.
Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi voraz malicia tan ajena,
se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho
una picuda y deslumbrante pena.
miércoles, 19 de junio de 2013
EN DECELIA
A las veces, es la
perspectiva que dan los años lo que hace que un libro adquiera su valor
verdadero. Este libro se compone de dos, que dan cuenta de las investigaciones
de dos jovencitas dirigidas por su profesora: se trata de sus Altezas Reales
las Princesas de Grecia doña Sofía y su hermana doña Irene. Al ser libro de dos
jóvenes arqueólogas podría pensarse que se trata de un trabajo más de fin de
carrera. Cuando se publicó, el Bulletin Analytique de la Bibliog. Hellénique dio
cuenta sucinta de la importancia del libro. Hoy, publicado por la Editorial CSED
en castellano, nos encontramos con un libro que ha madurado en cuarenta años de
olvido, perdido en no se sabe que destino amenazador.
Hay en él una verdad latente,
que el poeta Jean Paul ha expresado de manera ejemplar: los libros son
voluminosas cartas a los amigos.
Este libro de las princesas
tiene ese carácter. Tres jovencitas (Arvanitopoulou aunque adulta tiene un alma
juvenil), establecen relaciones extraordinarias de amistad entre sí; relaciones
de amistad y de amor acendrado con la Grecia Antigua y relaciones de amistad
con amigos que surgirán en el futuro en la lectura de su libro de amor.
Pero es un libro de
arqueología. Un libro científico que versa sobre el subsuelo de Grecia donde
están durmiendo tesoros de valor incalculable para la Ciencia.
Armadas con sus pequeñas
azadas -no disponen de medios más adecuados como las universidades alemanas o
francesas, no disponen de equipo- recorren los campos de Decelia, la finca
donde está el palacio de Tatoi, su residencia, y lugares aledaños.
¿Qué buscan? No parecen
saberlo. En principio quieren recoger cuantos fragmentos de cerámica encuentren
que les permitan reconstruir algún aspecto del pasado arqueológico del lugar.
¿Que encuentran? Como en la novela el héroe se
tropieza con el acontecer, con la aventura, cada hallazgo se convierte para
ellas en una fiesta. Limpian de barro con amor los fragmentos cerámicos,
encolan las piezas reconstruyendo vasos de ofrendas funerarias, semidestruidos
por el fuego y la intemperie, describen las escenas pintadas de los mismos, los
catalogan y los depositan en el museo Jorge I.
Método es palabra griega
compuesta de dos: metá (por, con, mediante etc.) y odos que significa camino. ¡Curioso!
Su método, su modo de trabajar, da con un camino que estaba perdido. Se hablaba
de la vía de Decelia, un camino sagrado por los monumentos funerarios -se
hablaba nada menos que de la tumba de Sófocles- que se encontraban a su vera.
Pero se ignoraba su ubicación. Los vasos encontrados hablan de enterramientos,
hablan de la senda.
Y así surge una idea
extraordinaria que carece de eco hasta hoy:
"Sería conveniente que los hallazgos arqueológicos no se trasladaran a
museos lejanos sino que deberían instalarse en pequeños perípteros (pabellones)
levantados en los lugares del hallazgo". Responde esa idea a otra más
profunda: la de que "de lo profundo de la tierra brotan voces del pasado;
si se cambian de lugar perderán su sentido". Las de los vasos son voces enigmáticas,
tristes voces de duelo por alguien cuyo nombre se ha perdido; pero hay lápidas
con inscripciones y nombres, que dicen que allí hubo vidas llenas de
inteligencia, amor, grandeza o miseria: vidas.
El método les lleva casi sin
querer a un descubrimiento esencial. ¿Dónde estaba la ciudad de Decelia? Buscando
tejuelas, atando cabos, al final del primer libro hay un encuentro feliz
surgido de la nada. Restos de unas termas romanas señalan sin duda el lugar, el
centro de la ciudad antigua de Decelia.
Del amor de las autoras al
pasado, a la tierra, a sus gentes hay muchas manifestaciones. El contacto con
los campesinos de Menidi (el hallazgo de una lápida en sus campos) es una
auténtica fiesta popular. Los campesinos conocen a las princesas y les agasajan
con sus viandas. El encuentro con un pastorcico que lleva la cena a su padre,
pastor de cabras, y les invita a pan, vino y aceitunas es una narración digna
de un cuento de hadas. La urgencia y aun
angustia por los objetos que pueden perderse en los trabajos de soterramiento
de cables de la Telefónica Griega, les lleva a advertir a los obreros de la
calle Eolo de Atenas, que trabajen con cuidado para no dañar los tesoros
arqueológicos que encuentren -trozos de vasos, columnitas funerarias- ,"restos sagrados de nuestros antepasados que hay
que amar y cuidar". Y los obreros pasmados obedecen y colaboran con
entusiasmo con ellas... Son arqueólogos, para
risa de algunos transeúntes que se tapan la nariz ante la sucia humedad de las
alcantarillas. En la calle Petros Ralli hay un solar donde se arrojaban los detritus llenos de antigüedades. Cuando las jovencitas
les advierten de lo que están enterrando y pisando con una excavadora, detienen
con temor el trabajo, fascinados por la magia del pasado. Y todos a una
comienzan a rescatar lo que se pueda.
En arqueología el contacto
con el pueblo donde se trabaja es esencial. Sus informaciones y fantasías
tienen gran valor orientativo.
El hallazgo de dos Horos
(mojones) con inscripción, tiene un valor extraordinario, tanto para la
lingüística como para reconstrucción de un aspecto de la tecnología hídrica del
siglo IV. La palabra "Ennaia" que aparece por primera vez en esta
inscripción, es un aporte para la lexicografía. Significa "toma de agua
corriente, fuente". El descubrimiento les llevó por caminos abruptos
siguiendo la canalización, hasta un manantial en las entrañas de unas breñas,
donde comprueban la existencia de una antigua conducción de agua, fabricada en
cerámica.
El libro tiene un alto interés
científico, una alta estética narrativa y un alto valor educativo.
Pero hay algo más. En la
entrevista con la traductora y el editor, la Reina se mostró contenta del
esfuerzo de Grecia en el cuidado de su patrimonio artístico, en obras como el
Metropolitano de Sintagma, cuya estación se ha convertido en el museo "La
ciudad bajo la ciudad" donde se exponen las piezas encontradas allí mismo,
y la creación del nuevo Museo de la Acrópolis, etc.
La edición que se presenta
tiene un gran valor altruista. Puede que, al ser libro de arqueología, a pesar
de ser tan sugestivo y enseñar cómo se hace una investigación de campo, requiera
un esfuerzo suplementario al lector que vale la pena realizar, pero hay un
aspecto que se debe considerar: los beneficios
que reporte a las autoras y la traductora, se destinarán al Banco de
Alimentos, últimamente muy necesitado de ayuda. Cada libro que se venda, serán
tres comidas que el Banco podrá distribuir entre los más necesitados.
domingo, 16 de junio de 2013
EN DECELIA -los caminos azarosos del alma-
Los libros no tienen alma; son
alma desprendida de su asiento originario y vertida en signos enigmáticos (¿qué
relación hay entre la tristeza y el sonido de la palabra?). Como las otras
almas, las almas que llamamos libros tienen su propio destino. El autor, al
darlas a la imprenta, siente que las abandona a
su suerte, como cuando se envía un hijo a un lejano colegio extranjero.
¿En qué manos caerán? ¿Cuál será su destino? ¿Se morirán de frío y de moho en
algún húmedo sótano? ¿Serán fuente de luz, espejo en el se mirarán otras almas?
Esa angustia por la obra, la expresó muy bien Unamuno.
Todo es incierto cuando el
autor finalmente las entrega a la estampa. Quiero relatar aquí uno de esos
destinos espirituales que se ha dado a conocer en los últimos días. Un alma que
ha permanecido en el anonimato y que repentina, milagrosamente surge de la
sombra del olvido (el olvido es ese mundo oscuro en que yacen las almas que no
encuentra espejo). El libro se titula "En Decelia". Varios destinos cruzándose lo salvaron del olvido.
Decelia es
un demo, como un antiguo municipio, juntito a Atenas unido a ella por el camino
de Akarnas, donde se sucedían en la antigüedad diversos enterramientos entre
los cuales dicen que estaba el de Sófocles y su familia. No es inverosímil que
allí estuviera porque el camino pasa por Kolonós, la aldea donde el poeta nació.
Actualmente se encuentra el aeródromo de Tatoi y el Palacio Real desierto y
abandonado. Todavía planea sobre la colina la sombra de Atenea, la diosa del
olivo y la inteligencia, pues Decelia es
tierra de olivos. Tal vez el enfrentamiento de Atenea y Poseidón por el
patrocinio de Atenas no ocurrió en la acrópolis de Atenas sino en la de Decelia, mucho más
antigua. En ese lugar precisamente una entusiasta profesora de arqueología y
dos excelentes alumnas se pasan, allá por los años cincuenta, largas
jornadas escarbando el suelo con sus
azadas, acopian restos de cerámica, los transportan hasta su casa, los limpian
con amor, encolan dificultosamente las piezas y componen figuras de vasos
antiguos, vasos rituales. Lecitos, lutróforos, hidrias, kilix y cálpides van
saliendo de sus manos antiguas y casi infantiles. Su pasión investigadora las
lleva por senderos abruptos, caminos casi impracticables, lugares calcinados de
sol y vientos helados. Catalogan los vasos que componen y los guardan con ternura
en el pequeño museo del Rey Jorge I. Aquel museo que, con el palacio del
príncipe y los bosques del alrededor, fueron destruidos por un devastador
incendio "en días de furia" de 1916, aquel pequeño museo, digo, que fue
reconstruido por el rey Pablo: las arqueólogas son las princesas de Grecia, Sofía
e Irene y su profesora Theofanó A. Arvanitopoulou quienes, tras el inmenso
trabajo de acopio y reconstrucción, redactan dos hermosos opúsculos publicados
por la casa Real... Y colorín colorado. Los libros se perdieron por caminos ignorados: la familia se dispersó.
Por los años 70, en
Villaviciosa un profesor -don Etelvino González- es invitado a la feria
Internacional del libro de Frankfurt. Allá va con la editorial Naranco de
Oviedo. De repente una manifestación antifranquista, aparece por la feria. El
profesor se refugia en la caseta de libros que Grecia tiene en el recinto
ferial. Casualidades. Allí conoce a la representante griega en la Feria, Noria
Cristoforiou, amiga de la preceptora de las princesas. Don Etelvino y su esposa
viajarán invitados a Grecia y Noria Cristoforiou hará de guía. Antes de volver
a España Noria regalará a don Etelvino, doctor en filosofía y buen conocedor
del latín y griego, un par de libros en rústica: Fragmentos Arqueológicos de
Decelia y Miscelánea Arqueológica. Los firman sus Altezas Reales, las Princesas de Grecia doña Sofía y doña Irene con su profesora T.A. Arvanitopoulou. Los libros acompañarán al profesor por
diversos caminos y avatares, por distintos destinos de trabajo y mudanzas de
todo tipo. Los conserva con todo cariño porque entiende que son una joya, pero
pasan cuarenta años guardados en un sobre esperando como el arpa de Bécquer una
mano que saque su música de las cuerdas.
Doña María Jesús Fernández
Rodríguez catedrática de griego del Instituto Ordoño II de León, se ha jubilado
y baja con frecuencia a Villaviciosa donde tiene una casita de campo. La
amistad con don Etelvino es fácil. El pueblo es pequeño y, en el bar Vicente,
su esposo se reúne con él y un pequeño grupo de intelectuales... -Ah, tu mujer
es de griego... tengo yo un libro interesante que me gustaría que viera porque
podría traducirse... ¡Casualidad! Doña María Jesús toma el texto y se encuentra
con un auténtico desafío. El griego... Desgraciadamente en trance de extinción,
el griego de las princesas es de una pulcritud y una elegancia extraordinarias.
Es la lengua llamada kazarévusa, especializada como lengua científica,
literaria y culta por excelencia. ¡Manos a la obra! No hay referencias de otras
traducciones donde contrastar la propia. Es preciso conocer la lengua Griega
Antigua y la Moderna; conocer, al menos, rudimentos de Arqueología y su léxico,
Historia Antigua y Moderna, Historia del Arte, Mitología Griega... Es preciso
conocer la tierra, conocer el alma de la que el libro salió en el sentido mismo
que Heidegger da al término "tierra". Decelia. Reproducir lo que las
autoras dicen no es fácil, pero lo verdaderamente difícil es la música. El
tono, la emoción, la tensión narrativa, la elegancia de los períodos, el rigor científico de las descripciones y la retórica que asoma alguna vez con rara naturalidad.
La pérdida de una lengua es una catástrofe. La pérdida del la kazarévusa, casi
promovida en favor de la lengua demotikí, tan hermosa también, es una catástrofe
que podía evitarse.
En Astorga, el editor don
Juan Manuel Martínez Valdueza y su esposa doña Catalina Seco de la editorial
CSeD que han conocido a la traductora y al dueño del libro, saben que es una
buena oportunidad de dar a conocer un libro valioso. La idea de la publicar la
traducción del libro cobra forma. Es preciso tomar contacto con la Casa Real y
solicitar su permiso. ¡Sorpresa! La reina no dispone de un sólo ejemplar de los
libros. La obra hermosa de sus años juveniles volverá a casa. Se prepara pues
la edición en facsímil y la edición en castellano de la misma bajo el título
"En Decelia" que reúne los dos. Y en estos momentos difíciles, se decide que los beneficios se destinarán al Banco de Alimentos. Cada libro dará tres comidas al Banco.
Hace unos días, la traductora y el editor llevan los libros a Palacio. El alma ha vuelto a casa. La reina la recibe en facsímil griego de las manos de la traductora y en castellano de la manos del editor. En la memoria de esas dos mujeres de excelencia intelectual (Arvanitopoulou falleció hace tiempo) tiembla la emoción de los caminos juveniles, los dorados caminos de aquella extraordinaria aventura intelectual. Caminos de Decelia. El alma de la joven Sofía y de la jovencita Irene y el alma de su preceptora han vuelto a casa y la casa se llena de nuevo de la alegría juvenil, de estar todos.
Hace unos días, la traductora y el editor llevan los libros a Palacio. El alma ha vuelto a casa. La reina la recibe en facsímil griego de las manos de la traductora y en castellano de la manos del editor. En la memoria de esas dos mujeres de excelencia intelectual (Arvanitopoulou falleció hace tiempo) tiembla la emoción de los caminos juveniles, los dorados caminos de aquella extraordinaria aventura intelectual. Caminos de Decelia. El alma de la joven Sofía y de la jovencita Irene y el alma de su preceptora han vuelto a casa y la casa se llena de nuevo de la alegría juvenil, de estar todos.
sábado, 1 de junio de 2013
Decelia
Sendas perdidas de Decelia,
irrecordables caminos que conducían
al secreto de los orígenes.
Voces de arcilla que venían de antiguas acrópolis
arrasadas por la soledad y el olvido.
Conozco vuestros guijarros como conozco las rayas
del destino
que tengo dibujadas en la palma de mis manos.
En las cumbres del Parnes y del Pendeli,
en el secreto escondido de sus hontanares,
he visto brotar el agua de la Vida.
Y en las aldeas, a la sombra tierna de la parra,
he degustado los frutos sencillos
del campo y el dulce regalo de Diónisos.
¡Tierra querida,
agreste tierra!
Semillero de canciones.
¡Sendas perdidas
de Decelia!
¡Tardes de esplendor y fantasía!
¡Tempestades de luz y de esperanza!
¡Rasos cielos que los ojos de Tucídides
deslumbraron!
Hoy siento el dulce peso de la sangre al recordaros.
Hoy siento el dulce peso de la sangre al recordaros.
martes, 28 de mayo de 2013
Cosas del idioma periodístico
Llevo tiempo mirando el icono del blog en mi escritorio y hoy me he sentido especialmente desasosegado. Es como una novia que hubieras abandonado y te mirara todos los días con una pregunta en cada ojo. ¡Soy un vago! Mi amiga Catalina Seco me colocó a san Gandulfo como
patrono y no sin razón. Reconozco que soy un vago. Pero me gusta ver o mirar
aunque empiezo a estar harto de las dos cosas.
Mi amigo Llanes que se estaba
quedando ciego decía (y con cuánta razón). -¡Pa lo que hay que ver!...
¡Válgame san Gandulfo, mi santo patrono! Cada
vez que abro un informativo en la tele, me tengo que agarrar al asiento para no
darme de morros con el suelo y rematarme allí a patadas.
Ya sé que este asunto no es de un blog que se
las pinta con cierta seriedad de mono sabio o de guindilla, pero no me queda
más remedio que traerlo aquí, por si algún periodista de esos que no leen nada
para hablar de todo, los periodistas ágrafos de los que está lleno el medio,
quiere echarle un vistazo.
Estos tíos al dar una noticia o hablar de la
comida —este es un tema que aburre en todas la emisoras; nos están volviendo tragones o ya lo éramos, con tanta gollería y tanta tontería— como quieren
aprovechar hasta el último segundo que les concede la inmisericorde cuota de tiempo
de pantalla, o eliminan las pausas o las colocan allí donde comienzan a ahogarse
o donde no se necesita el énfasis y lo ponen por razones de bobería suma:
Buenastardeslamuertede Hugo Chavez
halevantadouna oladeinquietud… ¡Anda ya y vuelve a la Escuela de
Periodismo, desgraciado! El único instrumento necesario para ti es la palabra ¿y
no sabes usarla ni cuidarla? Y si no tienes palabras claras no tienes ideas
claras y te vale cualquier cosa para rellenar la confusión de una noticia.
Siguen esos periodistas modas, los pobres, se imitan, se plagian,
agarran el micrófono con una mano y abren la otra empujando para abajo como
para asegurar la rotundidad. María Rosa Calaf se mueve por un escenario para
que la cámara sea más viva en la presentación de la vida que ocurre detrás,
pues ya está copiada. No hay periodista que nos de la tarde, que no nos dé la
tarde moviéndose como ella.
¿Y los saltitos emocionados o la ampulosidad de
las reverencias ante el mapa del tiempo? ¡Pero si sólo es el Tiempo, meteorología sencilla llena de incertidumbre! ¡Por san Mariano Medina guía y
protector de astrónomos! Estoy seguro de que el locutorazo, que lo confiaba
todo a la seriedad y su bigotito de la época, se revuelve en sus cenizas con
ganas de levantarse y liarse a mamporros.
¿ Y los que salen la calle, micrófono en mano,
para preguntar al hombre de la rúa un ¿qué le parece a usted? ¿cómo querría
usted? Y luego lo dan casi como estadística… "Ya ven ustedes cómo piensan los
españoles". Y los españoles en lugar de pensar suelen ponerse a bostezar con una sensatez abrumadora. Hace ya... cuando lo del cónclave, uno de
estos chicos del micro andaba preguntando a la gente de la calle, “cómo prefería que
fuera el nuevo papa, joven o viejo”. Una señora gordita y alegre le contestó una
hermosa memez y el periodista lo sacó en el telediario: -Yo querría que
eligieran un papa joven, porque no me gusta andar cambiando de papa cada poco.
¡Toma ya, la tía blasfema que no sabe que los elige el Espíritu Santo!!!!
Y aquella otra que ya he contado de la época de Zapatero: -¿Qué le parece poder viajar ahora por el extranjero, con la tercera edad? Y ni corta ni perezosa soltó lo de: -¿Yo, viajar? Por España, por España; porque ya fui una vez al extranjero y
no me gustó.
Moderación amigos. Las palabras tienen que ser
respiradas y es en el aliento donde alcanzan su sentido. Buscad las pausas donde
lo requieren, marcad los espacios entre ellas para separarlas o acercarlas según convenga, colocad un
descanso cuando la frase esté terminada y paséis a otro asunto. ¿Y los tonos y
los acentos? ¡Ponedlos en su sitio, hombre, o a cientos te llamarán tontos. ¡En cada respiración asoma la fractura de la muerte! Por eso cuidad la voz y, si es necesario, haced gargarismos o méteos piedras en la boca, para "bien decir" que se parece mucho a bendecir con la palabra a los que os escuchan.
Y por favor: eliminad las frases bobas como lo de "la asignatura pendiente", o lo de "saltaron todas las alarmas" o lo de "no se descarta ninguna hipótesis", etc.
Y por favor: eliminad las frases bobas como lo de "la asignatura pendiente", o lo de "saltaron todas las alarmas" o lo de "no se descarta ninguna hipótesis", etc.
¡Por san Gandulfo, amigo que me lees! Si conoces a alguno de estos periodistas díselo con tacto aunque puedes empezar con: -Venaquíamiguetequetevoyadeciruna cosa... Y si os escucha, andaos con tiento: es un periodista salido de la Logse.
martes, 26 de marzo de 2013
Muletillas y muletas
Las dos palabrejas hacen referencia a la gente. A la gente
lisiada, claro. Por la primera ya se intuye que no hablo de la polio, ni de
lesiones medulares.
"Muletillas" son esas frases hechas a las que se recurre
cuando no se tiene nada que decir o se dice algo de puro trámite, o porque se
carece de imaginación, de lenguaje y de lectura. La muletilla es el apoyo
lingüístico necesario para una cojera de idea o un vacío de pensamiento y
discurso.
Ni el congreso de los diputados, ni el periodismo ramplón se
ahorran de parlamentarios y periodistas de discurso torpe y mentecatez
manifiesta. No hay político que interpelado por una cuestión comprometida no se
arranque por peteneras, ni periodista que no diga aquello de “la asignatura
pendiente” o si es suceso de muerte “la policía no descarta ninguna hipótesis o
todas las hipótesis están abiertas”. La muletilla, esa frasecita que sirve de
apoyo a alguna cojera leve, puede ser eufemismo de muleta y silla de ruedas
cuando se trata de un discursete entero de distracción. La bandera
nacionalista, Madrid o España es la muletilla preferida de políticos
conseguidores cuyo fracaso manifiesto de gestión “echa balones fuera” (he ahí
otra muletilla) culpabilizando al otro o sencillamente chantajeándolo: Si no me
dais esto o aquello enarbolo bandera; si no hacéis lo que conviene a este
gobiernín vosotros seréis los culpables… si gasté sin medida o “me lo llevé
crudo” (otra) y no me ayudáis España tendrá la culpa. Cuando se oye a un
político lo de “confío en la justicia y tengo la conciencia tranquila, o dimito
para no hacer daño a mi partido o exijo la presunción de inocencia” la
muletilla delata la pifia y descubre campos de desvergüenza o inmoralidad que,
en ellos, se nombran con palabras como cohecho, prevaricación o comisiones —un
pie para hacer leyes a puntapiés y otro para saltárselas con el mismo
procedimiento—. “Vaya morro” suele ser entonces la muletilla popular. La
desvergüenza y el cinismo pueden tener una expresión insuperable: cuando por
fin encarcelan al canalla sin que devuelva un euro y el escándalo termina,
entonces viene la muletilla que es el oxímoron con el que se salva todo.
Entonces los tertulianos que vivieron del escándalo dicen: “esta es la grandeza
de la democracia”… Pero las muletillas de los tertulianos son otra historia…
del Ruedo Ibérico. ¿Sabía usted que además del jamón existe en España el Ruedo
Iberico?
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