A las veces, es la
perspectiva que dan los años lo que hace que un libro adquiera su valor
verdadero. Este libro se compone de dos, que dan cuenta de las investigaciones
de dos jovencitas dirigidas por su profesora: se trata de sus Altezas Reales
las Princesas de Grecia doña Sofía y su hermana doña Irene. Al ser libro de dos
jóvenes arqueólogas podría pensarse que se trata de un trabajo más de fin de
carrera. Cuando se publicó, el Bulletin Analytique de la Bibliog. Hellénique dio
cuenta sucinta de la importancia del libro. Hoy, publicado por la Editorial CSED
en castellano, nos encontramos con un libro que ha madurado en cuarenta años de
olvido, perdido en no se sabe que destino amenazador.
Hay en él una verdad latente,
que el poeta Jean Paul ha expresado de manera ejemplar: los libros son
voluminosas cartas a los amigos.
Este libro de las princesas
tiene ese carácter. Tres jovencitas (Arvanitopoulou aunque adulta tiene un alma
juvenil), establecen relaciones extraordinarias de amistad entre sí; relaciones
de amistad y de amor acendrado con la Grecia Antigua y relaciones de amistad
con amigos que surgirán en el futuro en la lectura de su libro de amor.
Pero es un libro de
arqueología. Un libro científico que versa sobre el subsuelo de Grecia donde
están durmiendo tesoros de valor incalculable para la Ciencia.
Armadas con sus pequeñas
azadas -no disponen de medios más adecuados como las universidades alemanas o
francesas, no disponen de equipo- recorren los campos de Decelia, la finca
donde está el palacio de Tatoi, su residencia, y lugares aledaños.
¿Qué buscan? No parecen
saberlo. En principio quieren recoger cuantos fragmentos de cerámica encuentren
que les permitan reconstruir algún aspecto del pasado arqueológico del lugar.
¿Que encuentran? Como en la novela el héroe se
tropieza con el acontecer, con la aventura, cada hallazgo se convierte para
ellas en una fiesta. Limpian de barro con amor los fragmentos cerámicos,
encolan las piezas reconstruyendo vasos de ofrendas funerarias, semidestruidos
por el fuego y la intemperie, describen las escenas pintadas de los mismos, los
catalogan y los depositan en el museo Jorge I.
Método es palabra griega
compuesta de dos: metá (por, con, mediante etc.) y odos que significa camino. ¡Curioso!
Su método, su modo de trabajar, da con un camino que estaba perdido. Se hablaba
de la vía de Decelia, un camino sagrado por los monumentos funerarios -se
hablaba nada menos que de la tumba de Sófocles- que se encontraban a su vera.
Pero se ignoraba su ubicación. Los vasos encontrados hablan de enterramientos,
hablan de la senda.
Y así surge una idea
extraordinaria que carece de eco hasta hoy:
"Sería conveniente que los hallazgos arqueológicos no se trasladaran a
museos lejanos sino que deberían instalarse en pequeños perípteros (pabellones)
levantados en los lugares del hallazgo". Responde esa idea a otra más
profunda: la de que "de lo profundo de la tierra brotan voces del pasado;
si se cambian de lugar perderán su sentido". Las de los vasos son voces enigmáticas,
tristes voces de duelo por alguien cuyo nombre se ha perdido; pero hay lápidas
con inscripciones y nombres, que dicen que allí hubo vidas llenas de
inteligencia, amor, grandeza o miseria: vidas.
El método les lleva casi sin
querer a un descubrimiento esencial. ¿Dónde estaba la ciudad de Decelia? Buscando
tejuelas, atando cabos, al final del primer libro hay un encuentro feliz
surgido de la nada. Restos de unas termas romanas señalan sin duda el lugar, el
centro de la ciudad antigua de Decelia.
Del amor de las autoras al
pasado, a la tierra, a sus gentes hay muchas manifestaciones. El contacto con
los campesinos de Menidi (el hallazgo de una lápida en sus campos) es una
auténtica fiesta popular. Los campesinos conocen a las princesas y les agasajan
con sus viandas. El encuentro con un pastorcico que lleva la cena a su padre,
pastor de cabras, y les invita a pan, vino y aceitunas es una narración digna
de un cuento de hadas. La urgencia y aun
angustia por los objetos que pueden perderse en los trabajos de soterramiento
de cables de la Telefónica Griega, les lleva a advertir a los obreros de la
calle Eolo de Atenas, que trabajen con cuidado para no dañar los tesoros
arqueológicos que encuentren -trozos de vasos, columnitas funerarias- ,"restos sagrados de nuestros antepasados que hay
que amar y cuidar". Y los obreros pasmados obedecen y colaboran con
entusiasmo con ellas... Son arqueólogos, para
risa de algunos transeúntes que se tapan la nariz ante la sucia humedad de las
alcantarillas. En la calle Petros Ralli hay un solar donde se arrojaban los detritus llenos de antigüedades. Cuando las jovencitas
les advierten de lo que están enterrando y pisando con una excavadora, detienen
con temor el trabajo, fascinados por la magia del pasado. Y todos a una
comienzan a rescatar lo que se pueda.
En arqueología el contacto
con el pueblo donde se trabaja es esencial. Sus informaciones y fantasías
tienen gran valor orientativo.
El hallazgo de dos Horos
(mojones) con inscripción, tiene un valor extraordinario, tanto para la
lingüística como para reconstrucción de un aspecto de la tecnología hídrica del
siglo IV. La palabra "Ennaia" que aparece por primera vez en esta
inscripción, es un aporte para la lexicografía. Significa "toma de agua
corriente, fuente". El descubrimiento les llevó por caminos abruptos
siguiendo la canalización, hasta un manantial en las entrañas de unas breñas,
donde comprueban la existencia de una antigua conducción de agua, fabricada en
cerámica.
El libro tiene un alto interés
científico, una alta estética narrativa y un alto valor educativo.
Pero hay algo más. En la
entrevista con la traductora y el editor, la Reina se mostró contenta del
esfuerzo de Grecia en el cuidado de su patrimonio artístico, en obras como el
Metropolitano de Sintagma, cuya estación se ha convertido en el museo "La
ciudad bajo la ciudad" donde se exponen las piezas encontradas allí mismo,
y la creación del nuevo Museo de la Acrópolis, etc.
La edición que se presenta
tiene un gran valor altruista. Puede que, al ser libro de arqueología, a pesar
de ser tan sugestivo y enseñar cómo se hace una investigación de campo, requiera
un esfuerzo suplementario al lector que vale la pena realizar, pero hay un
aspecto que se debe considerar: los beneficios
que reporte a las autoras y la traductora, se destinarán al Banco de
Alimentos, últimamente muy necesitado de ayuda. Cada libro que se venda, serán
tres comidas que el Banco podrá distribuir entre los más necesitados.