Cuando el papa era sólo el Cardenal Ratzinger, confieso que por él no sentía simpatía alguna. Creo que me disgustaba la congregación defensora del dogma y la moral. Tampoco he sentido simpatía por ninguno de los otros papas que le precedieron desde Pío XII. Hago esta confesión en descargo, no me vaya a colgar nuestra izquierda o derecha algún rótulo indeseado, como monaguillo. Era cuestión visceral de simpatía/antipatía que resulta difícil de controlar. Con el tiempo y el equilibrio emocional se aprende a mirar esos asuntos con cierta indiferencia, por más que salten a la primera plana de los medios de comunicación de masas, como noticia y con la apostilla de “la polémica está servida” con que nuestro desdichado periodismo cierra a veces su noticiario. Los Medios de Comunicación se convierten en amplificadores o perturbadores de los acontecimientos de la calle, aquellos a los que Machado llamaba en caricatura, los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa. Es tanto el gozo de algunos periodistas en sacarle punta a la mayonesa que a veces resulta cruel llamarlos idiotas por eso.
Cada poco asistimos al espectáculo del macrobotellón impávidos. A la macrofiesta, impávidos. Al macroespectáculo del microcantante, impávidos. Por qué se levanta esa polvareda cuando un Jefe de Estado que se sabe líder de una ideología pide sitio para realizar un acto religioso.
Nuestra izquierda se ha vuelto cabreada (perdón, indignada) por la visita del este señor que ni invita a colocarse, ni incita a ninguna violencia, ni quiere la histeria que desata el microcantante de turno, ni reparte droga en la aglomeración (a no ser que se piense que el poquito de vino de la misa es incitación al consumo). Nuestra izquierda tiene un poco el vicio del Santo Oficio con vigilancia de la fe atea y la moral de la izquierda.
Por otra parte habría que recomendar una cierta elegancia y simpatía. Miles y miles de jóvenes quieren ese espectáculo durante un par de días en Madrid, el símbolo de las Españas y entonces, nuestras izquierdas más memas dicen otra vez: No pasarán.
Ya está bien, hombre. Cierto que da un poquito de pena el papanatismo de muchos de esos jóvenes, pero, oye, no hacen daño a nadie, vocean, aplauden, se emocionan, aceptan buenos consejos, Y de paso viajan, chicos y chicas se achuchan un ratito y se confiesan y escuchan misa. Algunos hasta lloran con el espectáculo de su líder y la retórica fija que trae en su voz un tanto aflautada como la de los otros papas. ¿A quién hacen daño? Diviértanse en buena hora, si les divierte el rosario y la estupefacción que produce la repetición de oraciones… ¿A quién molestan?
Ah, sí. Molestan a nuestra izquierda más retorcida, la indignada. La que no se ha indignado hasta ahora por el latrocinio sistemático en los medios políticos o financieros. La que ve que sus líderes van a tener que dejar el machito a otros líderes de cuya probidad también hay dudas. No se resignan. No. En fin. Qué le vamos a hacer.
Pero el Gobierno no puede desatender esa petición masiva. Y si no actuó en la Puerta del Sol contra el 15M por ocupar ilegalmente una plaza cómo lo hará con los que piden su permiso reglamentario con un líder que es además Jefe de Estado.
Es que, existe la cortesía diplomática y la generosidad.
Algunos han empezado a contar los euros que va a costar al Estado la visita, pero a simple vista, parece que trae más que se lleva. ¡Qué horror! Tener que andar contando las perras que nos cuesta una visita que se siente feliz de venir a casa. ¡Miseria! ¡Jodíos miserables!
No, no encuentro razones de malestar hasta el punto de que la gente se manifieste en contra y reclame su derecho a la apostasía. Sus padres, con la mejor intención o por circunstancias los llevaron al bautismo en el que no creen. Y si no creen, ¿por qué se sienten bautizados? ¿Por un poquito de agua y un poquito de aceite que les puso el cura en la frente, tanto follón? ¡Hombre, por Dios, vaya histeria! La Iglesia Católica se está destruyendo sola por falta de curas, verás tú cómo estos que se cabrean con ella van a provocar el efecto contrario y los seminarios se vuelven a llenar de jóvenes. O va la iglesia y suprime el celibato. Yo a la iglesia le pediría… no. No le pediría nada porque para el caso que me iba a hacer…
Pero a la prensa y a nuestra izquierda más exaltada les pediría, moderación y cortesía con estos acontecimientos y generosidad para aceptar que haya gente con derecho a vivir sus supersticiones o su fe, según se mire. Y como medida de cuidado les pediría también, que cuando se despierten, si el dinosaurio está todavía allí, no hagan ruido; no vaya a despertarse él también. Ya hace mucho que desapareció el bosque jurásico.