Espantadiablos
La vi en un rincón
del jardín de mi vecina. Esta es la planta mágica por excelencia que tantas
veces recogí en el borde de los caminos con sus finas flores
amarillo-anaranjadas. Si invocamos a san Juan y
con un ramo de hipericón golpeamos sobre la cabeza de un enfermo, los
diablos huyen espantados. Tal es su poder, que el mismo Satanás escapa asustado.
Si eres depresivo, que sepas que, en infusión, calmará el demonio de la tristeza,
el de la acidia y el que insufla en el alma la gana de morir.
Amigo, atiende,
no te distraigas. Con estas flores frescas, puedes hacer un aceite mágico para
la piel. Te doy la receta: -Cógense flores de espantadiablos frescas y se llena un tarro. A continuación se vierte aceite virgen de oliva o de almendra hasta colmar el tarro. Has de hacerlo
en noche de luna llena. Durante dos días dejarás el tarro abierto para que
fermente. Después cerrarás el tarro y lo dejarás en una ventana donde le dé el
sol de día y las diferentes lunas de noche. Si es posible procura que el lugar
sea silencioso porque, en el silencio, el espíritu de las plantas se hace más
fuerte. Pronto verás que el aceite enrojece hasta el color de la sangre, de
donde le viene uno de sus múltiples nombres: androsema, sangre de hombre. Ya está. El día
cuarenta y uno puedes abrirlo y colarlo
para quitarle las flores, que han dejado su belleza y su poder en el aceite. Todas
las noches con tus dedos, te aplicarás ese aceite en la cara y verás que en
pocos días tu piel se vuelve tersa y limpia, fina y sensitiva, porque esa flor
es así: limpia, fina, tersa y… también sensitiva. A mí me deberás el que la
persona que amas te bese con mayor dulzura.